Iznogud, la sátira sobre la ambición política del gran Goscinny

Salvat recupera los cómics del visir que quería ser califa en lugar del califa publicados entre 1962 y 1968

Astérix y Obélix, en pie de guerra contra el buenismo

René Goscinny

La primera vez que René Goscinny introdujo a Jaques Chirac en los cómics protagonizados por Iznogud fue en 1974. El coautor de Astérix aprovechaba que el por aquel entonces primer ministro francés pasaba por Irak, con el fin de venderle a Sadam Hussein ... el sistema galo Secam para la televisión en color, para que el conspirador visir de ambición desmedida dibujado por Jean Tabary reemplazara al tirano. Su personaje comenzaba a codearse así en la esfera de la actualidad política y alcanzaba el estatus de arquetipo de la sed de poder y la falta de escrúpulos para conseguirlo.

«En Francia, todavía hoy, cuando hay alguien que quiere echar al jefe para ponerse en su lugar, siguen diciendo: 'Este quiere ser califa en lugar del califa'», explica Leopoldo Calvo-Sotelo, jurista y gran conocedor de la obra del dibujante francés. El lema (creado por el guionista al igual que «Están locos estos romanos» de Astérix, o «El hombre que dispara más rápido que su propia sombra», de Lucky Luke) protagoniza la portada del recopilatorio sobre sus historietas que acaba de publicar Salvat, en el que también se da buena cuenta de cómo el infame visir se convierte en el adalid de caricaturistas que parodian el anhelo de poder.

El caso más célebre es el de Plantu, que durante casi medio siglo publicó su sátira política en el diario francés 'Le Monde'. El libro recoge una entrevista con el dibujante, ahora retirado, en la que detalla cómo se apodera de Iznogud para representar a Chirac primero y a Nicolás Sarkozy después. «Esa última comparación está muy bien traída –rememora Calvo-Sotelo–. Sarkozy es bajito como Iznogud y políticamente era un maniobrero». «Goscinny no lo sabe, así que si un día vamos al cielo, habrá que decirle que creó a Iznogud para Sarkozy», indica en una de sus respuestas el propio Plantu. Ese supuesto carácter visionario queda reforzado cuando se bucea en los orígenes del personaje. Goscinny contaba que se le ocurrió gracias a uno de los pasajes de otra de sus historietas, 'El pequeño Nicolás'. Curiosamente, en España ese título lo asociamos a un personaje actual cuyas andanzas resuenan también al arquetipo creado por el guionista.

No obstante, pese a todos los ecos que tiene en el presente, Calvo-Sotelo no cree que Goscinny tuviera con estas historietas una clara intención moral que sí aparece en Astérix, en el que el francés vuelca todo ese enfoque clásico recibido durante su educación en el Liceo de Buenos Aires. Ese clasicismo tiene su punto de inflexión durante el Mayo del 68. Como recuerda el jurista en su conferencia 'Astérix y otros personajes de René Goscinny' de la Fundación Juan March, el autor era en aquel entonces director de la revista 'Pilote': «Generoso y preocupado por los jóvenes de su redacción, durante la revolución estudiantil se encontró con que pidieron su cabeza. Aquello marcó profundamente su obra y poco después publicó junto con Uderzo 'Astérix y la cizaña', que contiene una crítica mordaz de la codicia».

'Iznogud'

Salvat. 232 páginas. 27,50 euros

Ese mismo año rescató Goscinny en 'Pilote' a Iznogud tras el cierre de la revista 'Record', donde aparecía la primera tira en 1962. Era en esa parodia del Bagdad de 'Las mil y una noches' donde el dibujante encontraba el lugar para «liberarse de absolutamente todo tipo de reglas y de inhibiciones, y daba rienda suelta a su grandísima imaginación», aclara el también colaborador de ABC. Inspirándose en la célebre recopilación de cuentos orientales, Goscinny y Tabary imaginaron una rueda sinfín en la que el visir Iznogud daba vueltas sin cesar a planes para derrocar al orondo califa Harun El Pussah que fracasaban una y otra vez. La uniformidad argumental recuerda a la del Correcaminos, con idénticos resultados para el autor de las conspiraciones. No obstante, la catástrofe es reversible y en el siguiente capítulo empieza desde cero.

Es el ingenio del guionista el que consigue que la fórmula no resulte repetitiva. «Es un humor al borde del precipicio. El califa se pasea sin sospecha y sortea las maniobras de Iznogud a base de un juego de casualidades, errores y casos fortuitos sabiamente administrados por Goscinny», indica Calvo-Sotelo. «Es una enorme fantasía –prosigue– en la que espacio y el tiempo se retuercen como en unas figuras paradójicas y en laberintos que a mí me recuerdan a Borges».

Juegos de palabras

Iznogud tiene en común con Astérix, además de la parodia y los 'gags', los juegos de palabras, que en el primero alcanzan «una verdadera apoteosis barroca», según el jurista. Comenzando por su propio nombre, derivado de la frase inglesa 'It's no good' (no es bueno) y su particular pronunciación en francés. Y también en el del califa. Es una clara referencia al califa Harún al-Rashid de 'Las mil y una noches', pero en la serie juegan con la palabra 'poussah' que en francés se usa para denominar a una persona rolliza.

Una última muestra se encuentra en la tira que ilustra el comienzo de este reportaje. Cuando Chirac viajó hasta Bagdad tenía la intención de regresar a Francia con un contrato debajo del brazo para el mencionado Secam, que era el rival comercial del Pal alemán. Iznogud siempre amenaza con el empalamiento, 'impaler' en francés. Durante el encuentro, el primer ministro felicita a su homólogo de papel: «Mi querido gran visir, admiro su forma de gobernar». A lo que el dignatario responde: «Ah, es sencillo, cuando tengo problemas, apunto a la cabeza: empalo».

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Sobre el autor Celia Fraile Gil

Redactora de Cultura (especialidad en literatura infantil y juvenil)

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