Ignacio Blanco: «Ortega tiene las respuestas a los problemas de la España actual»
El catedrático de Periodismo publica un ensayo que recupera la figura periodística del gran filósofo español
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Ortega y Gasset: filósofo en la plazuela

Frente al hermoso edificio de la Asociación de la Prensa espera Ignacio Blanco, catedrático de periodismo en la Universidad CEU San Pablo, especialista orteguiano y militante en su filosofía. La razón de este encuentro es charlar acerca de la reciente publicación en la editorial ... Tecnos de un libro sobre Ortega y Gasset, para el que Ignacio Blanco ha elegido un título singular: 'Nací sobre una rotativa'.
«Es una frase del propio Ortega», nos explica el autor. «La elegí porque encajaba perfectamente con lo que yo quería contar sobre este hombre magnífico: la faceta del Ortega periodista, que fue y sigue siendo fundamental para llegar a entender su pensamiento». El nacimiento de Ortega tuvo lugar un 9 de mayo de 1883 en el piso superior del edificio que los Gasset tenían en la calle Alfonso XII frente al parque del Retiro, y sobre las maquinarias del periódico familiar: 'El Imparcial'. «O sea que, en su caso la frase no era metafórica, ni siquiera filosófica, sino descriptiva», afirma risueño. El director de aquel periódico era su padre, José Ortega Munilla, que además tenía siempre su casa abierta a los amigos. Alrededor de la mesa de la familia Gasset se sentaban Pérez de Ayala, Machado, Ramiro de Maeztu… El niño José creció oyéndolos hablar, discutir, pensar, dolerse de España. Y supo, ya de mayor, aglutinar a los pensadores de su generación, como antes lo hiciera su padre. De hecho, algunos de ellos lo respetaron y siguieron tiempo después como Machado, que lo llamaba «mi capitán»; o Juan Ramón Jiménez, que lo definió como un «imán de horizontes».
'Nací sobre una rotativa'

- Autor Ignacio Blanco
- Editorial Tecnos
- Número de páginas 320
- Precio 18,50 euros
«El periodismo para Ortega lo fue todo», afirma el profesor Blanco. «Absolutamente todo -reitera-. Mire usted, la figura de Ortega, silenciada durante años, fue recuperada en nuestro tiempo, pero de una forma parcial, poniendo el énfasis en su faceta de profesor de metafísica y pensador. Podríamos decir que Ortega ha sido víctima de un secuestro de la complejidad de su pensamiento, así como de los principios básicos de éste: la pedagogía; la educación social a través de la prensa». El filósofo decía, y con razón, que en España no tenían efectividad ni los libros ni los discursos («Nuestro pueblo no admite lo distanciado y solemne»), siendo los artículos de opinión los que realizaban la tarea fundamental de formación de las masas. En ese sentido sentenciaba el pensador: «He hecho que mi obra brote en la plazuela intelectual que es el periódico».
En cuanto a la sociedad, Ortega fue un faro de opinión nacional e internacional durante el primer cuarto de siglo XX. Luego desapareció por razones políticas, pero su pensamiento permanece actual y fresco, más vivo que nunca. «Yo creo que hoy la figura de José Ortega y Gasset necesita que los estudiosos de su obra, es decir nosotros, los científicos vinculados al Centro de Estudios Orteguianos, consigamos hacer accesible a Ortega desde un punto de vista casi físico. En ese sentido, los orteguianos tenemos una gran responsabilidad y mi libro, en parte, fue concebido siguiendo esa línea [el profesor guarda un minuto de silencio, como eligiendo cuidadosamente las palabras. Aclara la voz y continúa]. Es que, verá usted, el Centro de Estudios Orteguianos se ha quedado obsoleto. Realiza la labor compleja de coordinar encuentros internacionales y editar documentación en papel. También ha auspiciado la edición de la obra completa en papel y en digital de don José, un proyecto en el que yo mismo he participado, pero he de reconocer que hay todavía muchas cosas por hacer: hoy, Ortega tendría su 'plazuela' en internet y en ese sentido, soy de la opinión de que el Centro de Estudios Orteguianos debería crear o promover un gran portal vertical que contenga todo el pensamiento de un Ortega global para el mundo entero. Debería comenzar a digitalizar sus fondos con cierta urgencia. Es que estamos perdiendo un tiempo precioso porque Ortega es muy actual; es más, yo diría que hoy en día es hasta necesario, pues en su pensamiento encontramos las respuestas a los problemas de la España de ahora. Al menos, en palabras del pensador, las 'posibles maneras nuevas de mirar las cosas'». Que falta nos hace.
La causa catalana
«Pues bien, señores, yo sostengo que el problema catalán, como todos los parejos a él, es un problema que no se puede resolver; es un problema perpetuo» [el profesor Blanco cita a Ortega y se queda en silencio]. Esa frase que hoy leo y releo pertenece al discurso de Ortega sobre el Estatuto de Cataluña en las Cortes Constituyentes en 1932, y frente a esto, la única solución es la «conllevancia» de españoles y catalanes. Olvidar los particularismos que son la base de los nacionalismos y buscar un proyecto común. Y en este sentido dijo mucho más, pues en su obra 'La España invertebrada' publicada hace ahora cien años, sostenía que para mantener unidas a las naciones y a los pueblos que las constituyen, se hacía necesario un «proyecto sugestivo de vida en común»; o sea, un programa común para el mañana. Casi como un matrimonio bien avenido.
«Es verdaderamente bochornoso lo que estamos viviendo hoy en día», se lamenta el profesor Blanco. Olvidamos que el pensamiento filosófico es tan necesario para la resolución de los problemas de convivencia de una nación como puedan serlo la economía, la ciencia o la política. Estos días, al ver el telediario con la investidura y las discusiones recordaba las palabras de Ortega de aquel artículo de 'La Nación' escrito en el 32, donde afirmaba, avergonzado: 'Yo he hablado ante los públicos más diversos, pero puedo decir que jamás he hablado ante un auditorio de comportamiento más granítico que un parlamento. Jamás he tenido tan clara impresión de la inutilidad de la palabra'. Fíjese que la cosa, por desgracia, parece no haber cambiado mucho desde entonces», señala Ignacio. Ni en el parlamento ni en la casta política, de la que Ortega se expresaba en estos términos: «En general el político es como tal un hombre de segunda clase. El imperio de la política es el imperio de la mentira». «¡No hay nada más actual!», exclama Blanco. «Sin embargo, sí hay algo en lo que estoy seguro de que hoy Ortega habría rectificado: en su pensamiento con respecto a la Monarquía. Estoy convencido de que hoy en día la habría considerado una clave fundamental en el 'Arco en ruinas' de España. Pero claro, hemos de entender que por aquel entonces Ortega hablaba en defensa de la República precisamente porque lo que detestaba era aquella España de Alfonso XIII: la España del caciquismo; la de los Santos Inocentes».
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En todo hombre hay sin duda luces y sombras, y yo que he admirado y admiro la luminosidad, la sencillez de expresión en el pensamiento complejo de Ortega, pero siento que queda algo por saber de él. En mi caso, y terminando esta charla con periodismo porque con el periodismo hemos comenzado, creo que si pudiese entrevistar a don José Ortega le preguntaría por su silencio. No me puedo explicar cómo después de ser la luz de las ideas de medio siglo; después de aglutinar en torno a su persona a los grandes intelectuales de su momento; después crear el 'Sol', 'El Faro', 'Revista de Occidente' y de ser uno de los articulistas más influyentes en el exilio, escribiendo en 'La Nación' de Buenos Aires, así como dedicar parte de su vida a la militancia política, un buen día, deliberadamente, se aparte de los periódicos y tome la decisión de guardar silencio para siempre. Muchas veces he tratado de imaginar la razón y solo ahora que me hago mayor y veo la situación de España, creo que puedo comprender ese 'silencio orteguiano': puede ser que tenga que ver con aquella frase que escribió (en un periódico, por supuesto) tras el fallecimiento de Unamuno en diciembre del 36: «Siento vergüenza de no estar muerto». Pues eso.
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