El filósofo surcoreano-alemán Byung-Chul Han, premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025
El filósofo surcoreano es reconocido con el Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades
Tres lecturas imprescindibles para entender a Byung-Chul Han
Opiniones encontradas sobre Byung-Chul Han: de 'Best-seller' y «filósofo banal» a «poderoso divulgador»

Lo que no le sobran a Byung-Chul Han (Seúl, Corea del Sur, 1959) son lectores ni ideas. Del gremio de los filósofos 'best seller', comenzó a cursar la carrera de Metalurgia en la Universidad de Corea. Según contó en 2014 en una entrevista al semanario 'Die Zeit', estando un día en su casa entre sustancias químicas, haciendo experimentos, provocó una explosión de la que aún le quedan algunas cicatrices. Decidió entonces dedicarse al pensamiento –«otra forma de bricolaje: construir con el pensamiento»–, una actividad también «muy peligrosa, que conlleva estallidos». Como dicen los italianos, «si non e vero, e ben trovato».
Entonces decidió ir a estudiar, con 26 años, Literatura alemana en la Universidad de Friburgo y Teología en la Universidad de Múnich. En 1994 se doctoró en Friburgo con una tesis sobre Martin Heidegger. En 2000 se incorporó al departamento de filosofía de la Universidad de Basel, donde obtuvo la exigente habilitación que permite ejerecer de profesor. En 2010 enseñaba en la Escuela Superior de Artes y Diseño de Karlsruhe. Desde 2012 hasta 2017 ha sido profesor de Filosofía en la Universidad de las Artes de Berlín.
Estamos ante un autor no sistemático ni académico en sentido estricto, que hace filosofía con textos cortos, directos, rápidos y prolíficos, de estilo sobrio y efectista. Sus primeras publicaciones transitaron por los territorios de la filosofía de Heidegger, el último sistemático de los sistemáticos, del budismo, de Hegel, del poder y de las relaciones entre la cultura y la globalización. Fue en 2010 cuando dio un salto cualitativo hacia la fama con su libro sobre 'La sociedad del cansancio' donde reflexiona sobre fenómenos y patologías relacionados con la psicología contemporánea, desde la autoexigencia hasta el síndrome del quemado ('burnout') y la depresión.
No seré yo quien diga que Han propone una nueva «dialéctica de la Ilustración». Recordemos. Horkheimer y Adorno nos alertaron sobre lo que nos hacía esclavos bajo el paraguas del progreso. El pensador surcoreano reivindica una «tercera Ilustración» para neutralizar los embates totalitarios del neoliberalismo. Por su parte, él desea terminar con esa situación en la que «el hombre está demasiado muerto para vivir y demasiado vivo para morir». ¿Quién no se apunta a su invitación a «una nueva forma de vida, una nueva narrativa de la que surja un tiempo distinto, otro tiempo vital, una forma de vida que nos redima del desenfrenado estancamiento» porque «creemos que somos libres, pero en el fondo producimos, aumentamos el capital»? Es decir, el capital utiliza la libertad individual para reproducirse. Eso significa que nosotros, con nuestra libertad individual, solo somos los órganos sexuales del capital, señala.
Nos podemos preguntar qué es lo que hace atractivo el pensamiento de este filósofo coreano afincado en Alemania. Quizá sea que no sólo tiene un especial olfato para las heridas de las sociedades occidentales sino que ha conseguido asimilar las principales corrientes de pensamiento europeo y se ha convertido en una cocinero de las ideas de los epígonos de la modernidad, entre ellos Heidegger o Foucault.
Productividad y ocio
Hay quien ha calificado a Han de aguafiestas. En lugar de celebrar los logros científico-técnicos y el progreso económico, los destripa, descubriendo sus repercusiones más negativas e intentando aclarar sus paradojas. No todo en la vida es productividad, también existe el ocio, la contemplación y la serenidad. Desentraña los paradigmas dominantes como el de la dinámica del poder –la psicopolítica ha desbancado en su papel a la biopolítica, porque no es el cuerpo, sino la psique, lo que interesa al poder–, y su relación con la libertad. Fotografía ese yo que consiente en su autoexplotación y cuya libertad autónoma le subyuga.
Un aspecto destacado que le convierte en un ejemplar raro, casi único, es que se confiesa católico. «Sí, soy católico», dijo en una reciente entrevista. Recuerda sin complejos que estudió Teología, algo no extraño por otra parte en quien estudia en Alemania, y que algún día incluso se planteó si podría llegar a ser sacerdote. No es ajeno a la provocación: «Vivo al revés. Cuando la gente deja la Iglesia, yo entro». La religión, Dios, 'La vida contemplativa' –título de uno de sus ensayos más vendidos– no están fuera de su horizonte. Sobre la crisis de la religión escribió que «no puede atribuirse simplemente al hecho de que hayamos perdido toda fe en Dios o que nos hayamos vuelto desconfiados respecto a determinados dogmas», sino a que, por la hiperactividad, se pierde la capacidad contemplativa. Y resume: «La crisis de la religión es una crisis de atención».
La obra de este autor recupera conceptos esenciales: el amor, la naturaleza, la belleza, la esperanza. En ese espléndido libro suyo que es 'Loa a la Tierra' dice: «Creo que existió y que existirá el Jardín del Edén. Creo en Dios, en el creador, en ese jugador que siempre empieza de nuevo y que así lo renueva todo. […] No existe la evolución biológica. Todo se debe a una revolución divina. Yo he tenido esta experiencia. La biología es, en último término, una teología, una enseñanza sobre Dios».
La esperanza que propone Han es una esperanza marcada por una visión profundamente cristiana. Nada que ver con el optimismo. Su libro de 2024, 'El espíritu de la esperanza' tiene hechuras de madurez. Su crítica al narcisismo actual que ha convertido el optimismo en un fenómeno masivo es una de sus claves de bóveda. La epidemia de optimismo nos hacen ciegos a las posibilidades reales.
Su libro dedicado a la cultura, con el título 'Hiperculturalidad', comienza con la siguiente afirmación tomada de la revista alemana 'Der Spiegel': «El etnólogo británico Nigel Bartley sostuvo alguna vez que la 'verdadera llave del futuro' radica en que 'conceptos fundamentales como cultura dejan de existir'. De acuerdo con Barley, nosotros somos entonces 'Prácticamente turistas en camisas hawaianas'». Gracias por avisarnos. Yo a eso no me apunto.
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