Antonio Gala, la necesaria relectura de una figura múltiple

Ha muerto el escritor, pero su personaje no será pasto del olvido sino de la necesidad de redescubrirlo en todo ese complejo ser lleno de vidas múltiples y de máscaras, de libertades y de silencios elocuentes

Muere el novelista, dramaturgo y poeta Antonio Gala a los 92 años

Antonio Gala Rafael Carmona

28/05/2023
Actualizado 29/05/2023 a las 07:26h.

Ha muerto Antonio Gala, un hombre al que se ha querido reducir a cuatro ideas tópicas y a la imagen del lugar común, obviando su talla moral, el ejemplo que nos ha dado en un país demasiado propenso a las líneas marcadas.

Antonio Gala ... vivió siempre apoyado en el bastón de la literatura. No dio ningún paso en su vida que no tuviera como destino ir detrás de unos versos, escuchar el vivir que hay en el gran teatro del mundo de nuestro tiempo, descubrir la narración de las grandes pasiones, de los grandes amores. Vivió su vocación de escritor haciéndonos ver que, cuando la historia se vuelve gris de dictadura, cuando la democracia tiene que resolver sus encrucijadas, él creó ese personaje que nos enseñaba que cuando más difícilmente se libera un hombre es cuando más logra conmover nuestro sentimiento humano.

Fue siempre, por ello, el romántico de los sentimientos, el héroe de la ternura y de la delicadeza frente a una historia que se escribía desde la brutalidad ideológica y desde la vulgaridad de las ideas. Nada hay más emocionante en él que hacer de la elegancia y de la sensibilidad una forma de salvarse de las ruinas de nuestra época, de la decadencia de una civilización que ha olvidado sus rumbos. Su literatura, su gran literatura es un monumento de sentido y de sensibilidad, su vida la épica que va del estrellato televisivo al enclaustramiento, al retiro y al silencio.

Como todos los grandes se construyó un personaje que nunca nos decepciona: la infancia de niño hipersensible en la estepa de La Mancha, el joven que recorre estudios y oficios, un monasterio de cartujos y cuerpos prohibidos, el hombre que frecuentó el lado de la sociedad del espectáculo pero que supo apartarse cuando ese papel se iba convirtiendo cada vez en más indigno. Se reservó un sitio moral cuando la fama lo arrastraba por las pantallas y las columnas de los periódicos. No fue por eso la voz de ningún poder, sino una voz cada vez más incómoda que opinaba por libre.

De una o de otra forma se lo hicieron pagar reduciéndolo a cuatro vaguedades de glamour, de éxito y de cursilería, pero sus golpes encima de la mesa cuando otros gozaban del festín del poder, de la carrera de los premios institucionales fueron antológicos. Para la historia de la literatura quedará ese teatro, esos libros de poemas y esas novelas que supieron conectar con la sensibilidad de la gente, con la comedia humana y la tragedia de nuestras pequeñas eternidades y de nuestras pequeñas vilezas hechas todas para salvar el resplandor de una humilde llama, la de la vida.

El tiempo que viene tendrá que releerlo fuera de los juicios precipitados, de los estereotipos y de los estrechos márgenes. Hay algo que siempre lo salvará, haber escrito obras como 'Los verdes campos del Edén', 'Anillos para una dama', 'Los buenos día perdidos', 'El poema de Tobías desangelado'; haber sido una figura finalmente insobornable, difícil de reducir para los unos y para los otros. Y cómo no, haber dejado como una herencia una Fundación para que los jóvenes creadores se vayan descubriendo y tengan la oportunidad de hacer la literatura del siglo XXI. Pura pasión .

Ha muerto Antonio Gala, pero su personaje no será pasto del olvido sino de la necesidad de redescubrirlo en todo ese complejo ser lleno de vidas múltiples y de máscaras, de libertades y de silencios elocuentes.