Sin testamento

Veía el otro día ‘Anatomía de un instante’, la impactante serie sobre el golpe de Tejero en 1981, y reconozco que sentí cierta sorpresa cuando escuché, en el principio del capítulo segundo, y en la voz del narrador —que se supone neutral— aquello de que, en los fusilamientos de Paracuellos, «durante dos semanas, más de cinco mil fascistas y militares rebeldes fueron sacados de las cárceles madrileñas y ejecutados sin juicio».

¿Y los civiles? Que el pobre Muñoz Seca fue ejecutado sin juicio, pero debía ser un escritor menos inocente, a pesar de no ser fascista, sólo monárquico.

Y tantos otros habría que se salían de la horma terrible del narrador. Lo de menos es saber si finalmente Carrillo tuvo algo que ver, porque lo negó siempre y porque la única prueba hallada por Jorge Martínez-Reverte en el archivo de CNT hablaba de Amor Nuño, por el sindicato, y de responsables de las JSU, que había dos (Carrillo y Cazorla). Y Carrillo cumplió con grandeza en el momento de la Transición. Pero el afán por saber la verdad —que no se filtra, se defiende— no deja testamento.