Más que palabras
Paca Flores y su proyecto desde la periferia
Entró a formar parte, hace ahora diecisiete años, de la aventura fundadora de Periférica cuando se cruzó en su camino Julián Rodríguez Marcos
Crítica de 'Paraíso claustral', de Carlos Aganzo
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Iniciar sesiónCuando Paca Flores entró a formar parte, hace ahora diecisiete años, de la aventura fundadora de Periférica, pensó que había «intersticios» en la oferta editorial española dignos de ser aprovechados. Huecos, fisuras, pasadizos por los que podrían entrar nuevos editores, modestos e independientes. Editores ... que ni eran ricos ni pretendían hacerse ricos vendiendo libros. Simplemente compartir su gusto como lectores por firmas poco o nada conocidas en España con un público cómplice, de minoría lo más amplia posible.
Antes que Periférica ya habían entrado por estos vericuetos editoriales como Demipage, Antígona, La Bella Varsovia, Libros del Asteroide, Sexto Piso o Atalanta. El mismo año que ellos, Nórdica publicó también sus primeros títulos, y enseguida se incorporarían al ecosistema otros sellos de formato semejante, como Libros del Lince, Impedimenta, Fórcola, Errata Naturae, Alfabia, Capitán Swing, Malpaso… La mayor parte han seguido adelante, a pesar no de la crisis, sino de las sucesivas crisis que hemos ido sorteando desde 2008. Con alguno de ellos (Errata Naturae), Periférica ha llegado a sumar fuerzas para la coedición. Con otros (Nórdica, Libros del Asteroide, Impedimenta y Sexto Piso), forma parte del Grupo Contexto, «un lugar de colaboración muy interesante» donde se suman experiencias y sinergias editoriales, en un territorio sujeto a permanentes seísmos.
Compartir su gusto como lectores por firmas poco o nada conocidas en España con un público cómplice
De no haber sido porque se cruzó en su camino la figura de Julián Rodríguez Marcos, a lo mejor no hubiera pensado en convertirse en editora. Paca Flores, de hecho, no fue una niña de bibliotecas, sino más bien de espacios libres, aunque sí recuerda con pasión, casi con fiebre, la lectura de algunos títulos de Marsé o de Galdós cuando estaba en el instituto. La emoción de la presencia en la literatura, dice, de la clase social de la que proviene, y que de alguna manera atraviesa también el núcleo duro del catálogo de su editorial. De hecho, tanto como los libros le interesaban los periódicos, hasta el punto de llevarla a estudiar Periodismo en la Universidad Complutense. Y a ejercer, durante un tiempo, la profesión.
La muerte de Rodríguez Marcos, en 2019, fue para ella un golpe. Pero también un reto. El de consolidar aquel proyecto periférico que nació con la vocación de situarse tan lejos de la cultura de masas como de los grandes centros de producción editorial. Desde Cáceres, con las ventanas bien abiertas. Con orgullo y con una cierta militancia por la reivindicación de una tierra, la extremeña, «siempre olvidada, pero de voz contundente». Una casa de libros para autores nunca o poco leídos en España, desde Jules Vallès hasta Rita Indiana, pasando por Yuri Herrera, Odette Elina, André Kertesz, Lorenza Mazetti, Johanna Shopenhauer, Salvador Seguí o Elizabeth Smart. Un «proyecto intelectual» integrado en un engranaje donde hoy conviven con naturalidad grandes sellos y pequeñas y medianas editoriales. Veinte títulos al año para cuatro personas con vocación de compartir los libros que les cautivan como lectores.
Mucha resistencia
Moverse desde el pequeño formato empresarial, y además desde la periferia, no es, desde luego, tarea fácil. El del editor, además, es un trabajo «solitario y arriesgado». Un desempeño para el que no hay otra fórmula magistral que la del gusto aleado con la intuición. Un territorio lleno de «zonas grises» donde uno no llega a saber nunca a ciencia cierta qué puede funcionar y qué no. Mucha resistencia, dice, para una ganancia modesta. Pero luego, la infinita satisfacción de encontrar ese autor, ese libro, que da respuesta a todas las preguntas. Una voz nueva, es decir, «una piedra preciosa» después de pasar horas eternas en la mina, frente a textos que no están al nivel. Más que palabras.
Y a partir de ahí, el contacto con ese «material delicado» que es siempre un autor. Auténticos y buenos amigos, asegura, entre los escritores en español. Y amistades interpuestas con editores, traductores y agentes literarios para autores que ya han publicado en sus lenguas de origen y ahora vienen por primera vez al castellano. Un auténtico puente internacional con mirada intensa hacia Iberoamérica: en general, una pléyade de buenos escritores con frecuencia escondidos en un universo de libros de «alcance limitado».
Libros, sí, de papel, sin desdoro de otros formatos. Porque quizás esa experiencia, propia de Paca Flores, de pasar todo el día frente a la pantalla de un ordenador o un teléfono móvil, y necesitar, al ponerse el sol, un buen libro entre las manos es la misma experiencia de muchos de sus lectores. Sobre todo, después de los excesos digitales de la pandemia. Las cifras lo dicen: en 2023 el libro ha superado todas las profecías sobre su desaparición desde hace veinte años. Para volver a pensar en un debate semejante habrá que esperar, tanto desde los centros como desde las periferias, por lo menos otros veinte años más. Leyendo buenos libros, la espera se nos hará más corta.
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