Carrère: «No entiendo que se le reproche a un escritor que hable de sí mismo»

El autor de 'El adversario' o 'Limónov' siguió como reportero el juicio de los atentados de Bataclán. En su nuevo libro, 'V13. Crónica judicial', recoge las crónicas semanales que publicó a lo largo de un año

«No creo para nada que la literatura pueda o tenga que ser inmoral. Yo no he hecho transgresiones en nombre de una especie de inmunidad literaria»

«La generación de mi hija lee poco. Tal vez las personas como yo seamos en cierta forma la última generación que pueda escribir libros y vivir de ellos»

Carrère y el final del camino de la literatura ombliguista

Emmanuel Carrère, autor de 'V13', durante la entrevista Isabel Permuy

Emmanuel Carrère (París, 1957) no pretende ser un intelectual, aún menos un opinador, y por eso rehúye los grandes temas. ¿Está la literatura francesa en decadencia? «Sinceramente, no sabría decir», dice, después de pensárselo mucho. ¿Se ha agotado la autoficción? «Yo lo que ... hago es relatar, no autoficción». ¿La preeminencia de las letras ha llegado a su fin? «Sí, probablemente». Su aspiración es la literatura: «Soy un hombre narcisista, inestable, lastrado por la obsesión de ser un gran escritor», plasmó en su anterior libro, 'Yoga', en el que relató una profunda crisis depresiva: fue hospitalizado y diagnosticado de trastorno bipolar. Tras esta experiencia, se propuso cubrir para un periódico francés el juicio de los atentados yihadistas de la sala Bataclan, que se saldaron con 130 muertos y más de 400 heridos. Durante diez meses estuvo publicando crónicas semanales del proceso, que ahora reúne, con algunos añadidos, en 'V13. Crónica judicial' (Anagrama). «La experiencia fue desde luego exigente, pero suficientemente apasionante para que nunca tuviese que dudar –dice el autor de obras tan transgresoras como 'El adversario' o 'Limónov'–. Nunca estuve tentado de parar».

—¿Qué es lo que le atrae del periodismo?

—Enfrentarme a lo real, eso es lo que me atrae. Digamos que como periodista hago esencialmente reportajes. Es decir, no hago opinión. Hay otro tipo de periodistas, y lo digo sin desdén, que dan sus opiniones. Yo no soy ese tipo de periodista. Yo intento entender situaciones, contar historias, medir la complejidad de la vida de las personas.

—¿Es el periodismo un género literario?

—Absolutamente sí. Es prosa narrativa que pretende contar el mundo. La pregunta se responde sola.

«El oficio de periodista, como tantas otras profesiones, es un oficio un tanto siniestrado»

—En 'De vidas ajenas', escribió: «Necesito creer que lo que escribo es excepcional, que será admirado». ¿Cómo ha llevado esta autoexigencia con la urgencia del periodismo?

—No veo ninguna contradicción. Bueno, es verdad, hay una cosa: es que tengo la suerte de poder practicar el periodismo de una forma muy privilegiada y, sobre todo en vías de desaparición. Es decir: teniendo mucho espacio, lo que es muy importante, y tiempo, porque el ritmo semanal deja perspectiva, es bastante cómodo. Tengo conciencia que esos privilegios tienen que ver con la edad y con una cierta notoriedad, que es mucho más difícil para un joven periodista hoy disponer de ese espacio y de esas condiciones. El oficio de periodista, como tantas otras profesiones, es un oficio un tanto siniestrado.

—No es este el primer libro en el que aborda la figura de un asesino. ¿Qué le atrae del mal? 

—Ninguno de los acusados, técnicamente, era un asesino. Nadie había matado, aunque algunos estaba previsto que lo hiciesen. Por otro lado, si los consideramos como figuras del mal, son bastante mediocres.

—¿No se ha visto tentado de hablar con los acusados, como hizo en 'El adversario'?

—Si hubiese sido posible, lo habría hecho, pero no era posible. Tampoco lo he echado en falta.

—En 'Una novela rusa' trata de desentrañar un secreto que atormenta a su madre y publicó un relato erótico que escribió a su pareja. ¿Considera que la literatura debe ser inmoral? 

—No, para nada. No, no creo para nada que la literatura pueda o tenga que ser inmoral. En ese libro hice una especie de transgresión que menos mal que no tuvo consecuencias graves, pero no en nombre de una especie de inmunidad literaria.

«No creo para nada que la literatura pueda o tenga que ser inmoral»

—¿Considera que en algún momento ha traspasado esa línea? 

—En ese libro, sí, es cierto. No es que me arrepienta, porque no tuvo consecuencias graves. Pero pienso que había un auténtico riesgo, y no lo volvería a asumir. Digamos que en ese libro es donde más me he acercado a ese límite. Pero creo que en siguientes ocasiones he sido más prudente.

—¿Un escritor debe ser ególatra?

—No, no necesariamente. Sin embargo, no entiendo que se le reproche hablar de él, de sí mismo. Hablar de uno mismo no es obligatoriamente ególatra. Montaigne no es ególatra.

—¿Usted se considera ególatra? 

—No, no llegaría a tanto. No diría que no soy un poco egocéntrico, pero no más que lo general.

—Hay un debate en curso: las nuevas formas de censura. ¿Piensa que ha habido retroceso en la libertad creadora estos años? 

«El umbral de la censura ha aumentado enormemente. Es un gran problema»

—Sí, seguro. El umbral de la censura ha aumentado enormemente. Es un gran problema, porque se parte de voluntades absolutamente loables y legítimas, y al mismo tiempo toma formas que tienen que ver con la censura.

—¿Cómo vería que en el futuro cambiaran sus textos como están haciendo como Roald Dahl?

—No me gustaría, claro.

—En su biografía sobre Philip K. Dick ya hablaba de que los androides podrían terminar teniendo empatía. ¿Cómo va a afectar el desarrollo de la inteligencia artificial a la creación literaria?

—Recuerdo al principio de los años 90, cuando se empezó a usar ordenadores personales, que todos los escritores de mi edad, entonces jóvenes, nos planteábamos la pregunta: ¿Te has comprado un ordenador? ¿Sabes usarlo? Había personas que decían: 'No, yo nunca usaré ordenador. No quiero que el ordenador se ponga a escribir por mí, quiero conservar mi personalidad'. El ordenador se ha convertido en una herramienta extraordinaria y nunca ha reemplazado a nadie. No ha sido un obstáculo. Por lo tanto, no me fío de estas cosas nuevas con las que parece que todo va a cambiar. Pero al mismo tiempo, si pensamos que estos son los primeros balbuceos, pues efectivamente puede llevarnos muy lejos, en una dirección que a la vez es fascinante e inquietante, desde luego, como todos los grandes progresos tecnológicos.

—¿La tecnología es un enemigo para que los jóvenes se acerquen a la literatura?

—No tengo datos estadísticos, pero tengo la impresión de que la generación de mi hija, que tiene 16 años, lee poco. Es cierto. Tal vez las personas como yo seamos en cierta forma la última generación que pueda escribir libros y vivir de ellos. Tal vez eso se convierta en algo totalmente obsoleto. Lo que veo es que, con la misma inteligencia y curiosidad, mis hijos que tienen entre 30 y 35 años son más lectores, y mi hija que tiene 16 lee poco. Es muy inteligente y tiene curiosidad por el mundo, pero la literatura no es su vector.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios