Tras las huellas de los Tercios españoles hasta Flandes
El Camino Español, que une Milán con Bruselas, es una ruta terrestre de unos 1.300 kilómetros, creada por Felipe II, que hoy completan muchos viajeros
Desvelan al fin cómo eran los soldados de los Tercios españoles: «Había también piqueros negros»
Corresponsal en Berlín
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Iniciar sesiónEl caminante sigue las huellas de los legendarios soldados de los Tercios españoles y escucha, quizá, el eco de las picas, mientras recorre esta ruta surgida de la voluntad de un imperio. En 1567, cuando Felipe II hubo de enfrentar las algaradas que ... financiaba la nobleza flamenca y valona, el III duque de Alba quiso servirse para la misión de la mejor tropa conocida: los veteranos estacionados en Nápoles y Sicilia.
Organizó una operación logística que ha pasado a la historia militar como una gran epopeya: el traslado de hasta diez mil hombres a través de todo un continente, desde Milán hasta Bruselas, que se repetiría una y otra vez hasta la pérdida de control de esta vía, el inicio del fin del dominio español en Europa. Hoy la proeza es recordada por numerosos senderistas, ciclistas y también conductores, que vuelven a seguir esa senda notable de la historia de España. Jennifer Pharr Davis, la experta en la ruta estadounidense, repite a menudo que «ponerse en camino te lleva inevitablemente a regresar a donde perteneces».
Este 'Camino Español', 'Camino de los Españoles' o 'Corredor Sardo' consiste en una ruta terrestre de unos 1.300 kilómetros, dependiendo de la variante elegida, aunque la versión más popular es la que se recorre en dos semanas en bicicleta y en un mes a pie, recortada a medida de los participantes. Abordar la ruta completa implica comenzar en Milán, como dejó indicado Cervantes en el capítulo XXXIX del Quijote: «Embarquéme en Alicante, llegué con próspero viaje a Génova, fue desde allí a Milán, donde me acomodé de armas y de algunas galas de soldado, de donde quise ir a sentar mi plaza al Piamonte, y estando ya de camino para Alejandría de la Palla, tuve nuevas que el gran Duque de Alba pasaba a Flandes».
Posesiones de
los Habsburgo
españoles
Colonia
Bruselas
Principales rutas
Maguncia
Arlon
Worms
Luxemburgo
Breisach
Besançon
Milán
Barcelona
Roma
250 km
ABC
Posesiones de
los Habsburgo
españoles
Principales rutas
Colonia
Bruselas
Maguncia
Worms
Arlon
Luxemburgo
Breisach
Besançon
Milán
Barcelona
Roma
250 km
ABC
Para reconstruir en la mente del viajero la ciudad de aquellos siglos XVI y XVII, es necesario visitar los restos del Lazareto, construido extramuros por los Duques de Sforza, encargado en 1488 al arquitecto Lazaro Palazzi y rematado después por Bartolomeo Cozzi, que sirvió de triste albergue de las víctimas españolas de las numerosas pestes. Es menester también conocer el Castello, que podía albergar una guarnición de 2.000 soldados, reforzado con bastiones por el quinto gobernador español de Milán, Ferrante Gonzaga. Los trabajos duraron once años y acabaron bajo el gobierno de Francisco Fernando Ávalos. Terminaron conformando una fortaleza en forma de inconfundible estrella de doce puntas. Aunque maltrechos y devorados por el tráfico rodado, los restos de los bastiones españoles pueden hoy verse cerca de Porta Romana, donde queda también el Arco del Triunfo de la princesa Margarita de Austria.
Otra huella española y del ocaso renacentista es sin duda la Villa Simonetta, residencia veraniega de Gonzaga y actual sede de la Academia de Música. La residencia habitual de los gobernadores españoles era el Palazzo Reale, que hospedo a Felipe II en 1548, cuando todavía era príncipe heredero. Las calles y plazas con huella española son en Milán incontables: desde la Via Velasca del gobernador Iván Fernández hasta el Colegio de las Vírgenes españolas, en via San Nicolao, que el gobernador Antonio Guzmán Ayamonte mandó construir para las huérfanas de los militares y soldados de España, pasando por edificios de leyenda como el palacio Acerbi, del Marqués Ludovico Acerbi, considerado el mismo demonio, o el Palazzo Narino, sde del Ayuntmaiento, donde en 1565 fue asesinada por su marido la hermosa Doña maría de Lugo y Herrera. El crimen provocó la ira del rey de España y dicen que también la aparición de su fantasma en las más oscuras noches. El Palazzo del Capitano di Giustizia, la Darsena, los Navigli, Vigevano y Lainate... no debe el viajero agotar la lista si es que desea emprender el Camino Español, pues corre el riesgo de perderse en ella, sobre todo si sigue las huellas españolas en la pintura, la música, la literatura y las costumbres. Pero no parta sin probar la herencia culinaria de la casseula (cazuela) lombarda, un cocido ibérico rebautizado, contundente y refuerzo para el camino.
Al calor germano
La ruta sigue hasta Besançon, que pasó a la corona de los Hambsburgo en 1555 y cuyas defensas ordenó reforzar Carlos I de España y V de Alemania. Un espléndido edificio renacentista en la calle principal fue la herencia de su secretario y asesor en política exterior Nicolás Perrenot de Granvelle. En la señorial Grand Rue, a la altura del número 88, el Neptuno sentado sobre el delfín de una fuente puede resultar familiar al caminante porque su rostro es el de Fernando Álvarez de Toledo.
La siguiente opción más lógica era atravesar Francia hasta Luxemburgo, pero Felipe II era un Austria y por momentos el principal aliado de los Habsburgo y y el Imperio Romano Germánico, enemigos a su vez del Reino de Francia, por lo que el Camino Español se adentró en Alemania. La incursión adquiere un gran sentido si recordamos que fue precisamente en la ciudad de Worms donde germinó la gesta, a raíz de la dieta celebrada allí en 1521. Carlos, con sólo 21 años de edad y 5 como rey, respondió a Lutero con una declaración de lealtad y fidelidad, comprometiéndose por escrito a defender la Fe Católica incluso con las armas, voto que llevaría después a los Tercios a recorrer precisamente este camino para defender la verdadera fe en Flandes. Carlos se hospedó en el Palacio Episcopal, entonces anexo norte de la catedral. Desde esta ciudad en en el Palatinado, a orillas del Rin, pasando por Maguncia, ocupada por las tropas españolas durante la Guerra de los Treinta Años, los Tercios llegaban a Colonia, desde donde sólo unas pocas etapas conducían a Bruselas.
Dos caminos
Cuando la ruta no entraba en lo que hoy es Alemania, por el contrario, desde Besançon se seguía hasta Lumxemburgo, la primera ciudad de los Países Bajos en poder de la Corona Española y en la que los soldados de los Tercios cobraban su segundo sueldo del viaje. Era el primer dinero que recibían desde que salieron de Milán y resulta fácil imaginar el buen humor que acompañaba esta etapa. Todavía luce la heráldica hispana en el Colegio jesuita español, que acabaría convertido por iniciativa del papa Pio IX en la Catedral de la Virgen María de Luxemburgo. Los ingenieros españoles diseñaron una red de túneles defensivos capaces de albergar a más de 1.200 soldados con su equipamiento y su caballería, hoy abierta a visitas y conocida como la 'Gibraltar del Norte'.
En Arlon se ha conservado «Le Chemin des Espagnols», a través del Puente Gresin, y en Namur se conserva el corazón de don Juan de Austria. En este punto comenzó, bajo su mando, la reconquista de Flandes. Y aunque fue cumplido su deseo de ser enterrado en El Escorial, su corazón permanece custodiado bajo el altar mayor de la catedral de Saint Aubin, que compite en encanto como la iglesia jesuita de Saint Loup, de la época española. De la época de Felipe II son también el Mercado de la Carne y el Barrio de Santiago, en el que se instalaban los Tercios. En él se ubican la Casa de Galicia, del siglo XVII y la Colegiata de Santa Gertrudis.
Al caminante sólo le resta alcanzar Bruselas. Su Gran Plaza fue restaurada por Carlos II y su busto luce en la Casa del Rey, frente a la Casa de los Duques de Brabante, con las figuras de Carlos I, Felipe el hermoso, Isabel Clara Eugenia de Austria y el archiduque Alberto. Cada 2 de junio se celebra en esta plaza el 'Ommergang', en recuerdo de la fiesta que la ciudad organizó en 1549 en honor del emperador Carlos. Durante todavía 84 años más, los soldados españoles siguieron circulando por esta ruta, a menudo con sus familias y sus criados, hasta alcanzar esta misma meta. Y cuatro siglos y medio después, no son pocos los españoles que la recorren, buscando en cada rincón las huellas de los Tercios.
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