Canarias rinde homenaje en su centenario a Martín Chirino, el escultor del viento
El CAAM, museo que fundó y dirigió, le dedica una gran retrospectiva, mientras su fundación evoca la aventura de valientes de El Paso, grupo al que perteneció
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Las Palmas de Gran Canaria
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Iniciar sesiónNo deseaba llegar a los cien años. «Cuando llegas a esa edad empiezas a tener incógnitas y, a pesar de la experiencia, no tienes las respuestas. Dicen que cuando eres mayor eres más sabio. No es verdad, aceptas mejor el mundo». Se salió con ... la suya. Murió en marzo de 2019 a los 94 y pudo terminar su última obra, un homenaje a la música que tanto amó. Vivió con pasión, porque «sin pasión no hay vida». Ese fue siempre su mantra. Este año se conmemora el centenario del nacimiento del escultor canario Martín Chirino con exposiciones, homenajes... El Centro Niemeyer de Avilés recordará su paso por Estados Unidos, el Círculo de Bellas Artes, su etapa en la que presidió esta institución (de 1983 a 1990)... A su faceta de artista sumó la de gestor cultural. Se unen al Año Chirino el Instituto Cervantes de Roma, la galería Guillermo de Osma...
Pero el recuerdo más emotivo es, sin duda, el que le dedica Canarias, su tierra natal, a la que el hijo pródigo quiso volver en su último viaje. Nunca olvidó su insularidad: «Cuando eres isleño tienes ese sentimiento terrible: te quieres ir. El mar es tu pasión, pero se convierte en tu enemigo. Cuando regresas, el sentimiento es otro. Soy canario, un isleño, ésta es mi tierra». Dicen que es la 'ultraperiferia', pero se equivocan. Nómada, cosmopolita, su tumba, para la que ideó su propia escultura, 'Jano', se halla en el cementerio de Vegueta, junto a la de otro canario universal, Alfredo Kraus. En su epitafio reza: 'Aquí descansa el gran herrero fabulador, forjador de símbolos'.
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Dos exposiciones en Las Palmas de Gran Canaria dan fe de su talento, que fue infinito. Hoy, al fin, es profeta en su tierra. El Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM), que el artista fundó y del que fue su primer director, de 1989 a 2002, se rinde a Chirino, con quien salda una deuda, con una completa retrospectiva, 'Crónica del siglo', comisariada por Fernando Castro Flórez y Jesús Castaño, que revisa todo su trabajo. «En mi obra nunca he renunciado a lo sublime. Toda ella está recorrida por un hambre de belleza», comentaba Chirino. Ocupa todo el museo: reúne, hasta el 31 de agosto, 74 obras (esculturas, dibujos, collages), cedidas por 25 colecciones públicas y privadas, además de dos audiovisuales (uno centrado en su casa de Morata de Tajuña, vendida hace unos meses) y parte de su archivo documental.
En el cubo blanco ideado por Sáenz de Oiza, donde sobrevuelan con elegancia y levedad sus espirales con alas (aeróvoros) y cuelgan sus monumentales carnets de trabajo, se han instalado sus Reinas Rojas y sus 'Ladys', alfaguaras, afrocanes, raíces, una cruz, su yunque, cabezas y homenajes a Marinetti y Julio González... Y un invitado de excepción, el viento. 'Mi patria es una roca', tituló una serie rememorando al poeta canario Nicolás Estévanez. Chirino convirtió el viento en roca y patria. De niño, en los astilleros del Puerto de la Luz, soñaba con que el horizonte podía desplazarse y miraba fascinado cómo flotaba el hierro de los barcos. Con los años, ese niño curioso se convirtió en «herrero, artesano y señor del fuego».
De Vegueta ponemos rumbo al barrio de la Isleta, donde se alza el Castillo de la Luz, muy cerca de la iglesia donde Martín fue bautizado. Antigua fortaleza defensiva de Gran Canaria (un lugar atacado por Drake y por Nelson), es la sede de la Fundación de Arte y Pensamiento Martín Chirino, que preside su hija Marta y dirige Jesús Castaño. Creada en 2015, acoge en unos magníficos espacios remodelados por Nieto y Sobejano, también hasta el 31 de agosto, una exposición centrada en el grupo El Paso, al que se unió Chirino en febrero de 1958, meses después de su fundación.
Le acompañan otro canario, su buen amigo Manolo Millares (en una foto tomada por Daniel Gil aparece con un cartel que dice 'Prohibido el paso'); Luis Feito, Rafael Canogar (el único vivo, que a sus 90 años sigue en activo), Juana Francés (la única mujer) y su esposo, Pablo Serrano; Manuel Rivera, Antonio Suárez, Manuel Viola y Antonio Saura, su catalizador. Fue él quien le dio nombre al grupo y creó el logo. Con idas y venidas, entradas y salidas, El Paso duró poco más de tres años (de 1957 a 1960). Tiempo suficiente para que un simple paso adelante cambiara para siempre el arte en España.
El manifiesto fundacional, firmado por el crítico José Ayllón, arranca así: «El Paso es una 'actividad' que pretende crear un nuevo estado del espíritu dentro del mundo artístico español». Propugnaban «un arte recio y profundo, grave y significativo» y comprendieron «la necesidad moral» de realizar una acción dentro de su país. Este heterogéneo grupo comenzó su andadura con una exposición en la galería Buchholz de Madrid y concluyó con otra en la Galleria L'Attico de Roma. Se exhibe la carpeta de seis litografías de aquella muestra postrera.
Jesús Castaño explica que los miembros de El Paso, que sentían apego por la tradición española (el Barroco, Solana y las pinturas negras de Goya), decidieron desde dentro, como un caballo de Troya, plantar cara al régimen por su falta de compromiso con el arte en España. Luis González Robles, continúa el comisario, vio en ellos una forma de propaganda en el exterior. Impulsaron una plástica revolucionaria y apostaron por una pintura de acción a través del gesto automático y el trazo violento.
Aquellos jovencísimos artistas se rebelaron y, en plena dictadura, consiguieron traspasar fronteras. Obtuvieron un éxito internacional sin precedentes: las bienales de Sao Paulo y Venecia, exposiciones en el MoMA y el Guggenheim de Nueva York, que les compraron obras; las galerías más prestigiosas, como Pierre Matisse en Nueva York o Juana Mordó en Madrid…
'El Paso. Vanguardia y compromiso' es una 'delicatessen', una pequeña pero exquisita muestra con 14 obras, todas significativas y realizadas en los años en que estuvo vigente el grupo. Hay préstamos del Reina Sofía, el IVAM, el Instituto Aragonés de Arte y Cultura Contemporánea Pablo Serrano y colecciones privadas. Entre ellas, uno de los polémicos 'Inquisidores' de Chirino y una de las irreverentes 'Crucifixiones' de Saura, que solo duraron tres días expuestos en la galería Juana Mordó. De Viola cuelga 'La saeta', una de las obras más reproducidas del grupo. El Paso se disolvió en 1960. Entre las causas, el comisario advierte que hubo «problemas internos, desavenencias, celos, envidias…». Marta Chirino cuenta que su padre «recordaba con gran aprecio la época de El Paso. Decía que fue 'una aventura de valientes'. Fue un hito en la historia del arte español».
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