Trujamanerías

Un nuevo Rubens al canto

Ha aparecido el lienzo 'Cristo en la cruz' (1613), que anteriormente había pertenecido al pintor académico William-Adolphe Bouguereau

Donde menos se piensa, salta la liebre: eso tuvo que pensar el subastador Jean-Pierre Osenat cuando, mientras catalogaba la colección privada de una mansión privada («hôtel») en París, se encontró con un cuadro que se creía perdido de Rubens. Con este golpe ... de suerte ha aparecido el lienzo 'Cristo en la cruz' (1613), que anteriormente había pertenecido al pintor académico William-Adolphe Bouguereau y que dormía el sueño de los justos sin que la familia que lo poseía desde generaciones fuera consciente del tesoro que veían a diario.

En el centro de la pintura se ve a Jesucristo crucificado, bien iluminado con tonos vivos sobre un fondo oscuro con el eclipse apocalíptico en la esquina superior izquierda y una gran tempestad que azota a Jerusalén, la ciudad santa, brillante en la parte inferior derecha como contraparte del Gólgota del lado contrario.

Cronológicamente se sitúa en un momento dulce para Rubens, pintor de cámara del archiduque Alberto de Austria y la infanta Isabel Clara Eugenia (desde 1609) y, en palabras de su descubridor, constituye «una verdadera profesión de fe», que acompaña a otras obras religiosas como 'La elevación de la Cruz' (1610) y 'El descendimiento de Cristo' (1611-1614). Es el momento también de conformación de su taller, a lo que luego seguirían las misiones diplomáticas por toda Europa.

El hallazgo ha sido confirmado a partir de la comparación con grabados antiguos y diferentes análisis técnicos, y cuenta con la bendición —en forma de autentificación oficial— del profesor Nils Büttner, director del Centro Rubenianum (Amberg, Alemania), que se ocupa del estudio del arte neerlandés de los siglos xvi y xvii.

El cuadro saldrá a subasta el 30 de noviembre en la casa Osenat y, aunque el precio de partida será de uno o dos millones de euros, puede dispararse mucho más: la pregunta del millón —nunca mejor dicho— es quién lo comprará (un particular o un museo) y dónde acabará. Así, abre el debate sobre el destino de las grandes obras de arte, pero especialmente constituye un descubrimiento fundamental para la historia del arte: el primer Rubens que se descubre en todo un siglo y muestra que todavía puede haber muchas otras joyas escondidas en cualquier rincón. Benditos sean los investigadores (y los regalos de la fortuna).

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