MÚSICA CLÁSICA
Así se forja la próxima estrella de la ópera
El joven tenor donostiarra Xabier Anduaga acelera una fulgurante carrera de éxito y se consagra como uno de los intérpretes más relevantes de la actualidad
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Iniciar sesión«Va todo muy rápido», confiesa. Acaba de estrenar en el Maestranza «Così fan tutte», su primera vez en el Ferrando mozartiano. Pero antes de debutar este pasado domingo en Sevilla aún tuvo que hacer malabares con la agenda para escaparse a La Coruña, donde ... le esperaban en una exitosa gala de belcanto y viajar hasta Moscú para participar en un concierto homenaje a Plácido Domingo en el Bolshoi junto a Anna Netrebko o Piotr Beczala. El tipo ya se codea con la élite de la lírica mundial. En teatros como el Colón de Buenos Aires, la Bastilla parisina o el Regio de Parma ya ha dejado huella. Su temporada le llevará, pandemia mediante, de nuevo a París, Roma o Nápoles. Velocidad de crucero para un intérprete que acaba de cumplir 25 años y al que no se le vislumbra techo.
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Anduaga (San Sebastián, 1995) es futbolero. «Quería ser delantero de la Real Sociedad, pero no me dieron ni el físico ni la capacidad de serlo, así que por ahora me mantengo en la grada». Donde sí entró de alevín es en el coro joven del Orfeón Donostiarra. Apenas con siete años. «Era una diversión» de la que participaba para «estar con los amigos», algunos de los cuales, como Aitor y Ander, le siguen por los teatros para compartir su éxito. A los 14 ya cantaba solos «con los mayores». Lejos de conformarse, quería más. «Decidí que quería estudiar, pero sin ningún tipo de objetivo o meta, no sabía que existía todo este negocio», que hoy le considera algo más que una estrella emergente. Y por el camino tropezó con alguien decisivo en su vida, su profesora de canto y también pareja, Elena Barbé , soprano.
Pareja y maestra
«Pienso en Rafa Nadal, y nadie entiende que sea el campeón que es sin su tío Toni o alguno de sus entrenadores a su lado», reflexiona para ABC, «yo tampoco entiendo mi profesión sin tener a Elena a mi lado. Sé que suena cursi, pero es la realidad». Hablar con Barbé es hacerlo con el envés de Anduaga. Destilan normalidad, realismo, pies en el suelo en un mundillo donde la adulación y la vanidad fabrican monstruos. «Elena me recuerda que soy mortal» . Cabeza fría ante los elogios.
Un aspirante a estrella necesita de un descubridor que apueste por él. Aquí fue el fallecido Alberto Zedda: escuchó a Anduaga en una audición y de inmediato le invitó a sus masterclasses coruñesas en 2016. Tan impresionado quedó que le brindó su debut operístico en el Rossini Opera Festival de Pésaro, en «Il Viaggio a Reims». Dos años más tarde compartió escena, en un rol secundario, con Juan Diego Flórez, ídolo pesarense y epítome del canto rossiniano. «Fue un gusto verle cantar y ensayar junto a él», recuerda, «pero también verle prepararse a salir al escenario. Siempre podré decir que empecé mi carrera cantando con él». Hoy, Anduaga asombra a teatros como el imponente La Bastilla con el Almaviva de «El Barbero de Sevilla», una de las creaciones más perfectas de Flórez. Como hizo en su día el divo peruano, tiene en repertorio el exigente aria final Cessa di più resistere . Quién dijo miedo. Él no se considera rossiniano sino más bien «belcantista».
¿Y qué tiene Anduaga que conquista allá por donde va? La crítica coincide en un timbre seductor, homogéneo en toda su extensión y de poderosa presencia , que maneja con enorme elegancia, ya sea en una exquisita media voz o asomándose con pasmosa facilidad a las notas más agudas.
No todo fue fácil. A pesar de debutar en Pésaro le costó encontrar quien confiara en él. Muchas audiciones, no pocas pruebas en falso . Lo fichó Gianluca Macheda, un veterano representante que, por ejemplo, alistó recientemente en sus filas al también español Celso Albelo. Artista y agente parecen entender qué papeles van siendo los adecuados. El Alfredo de «La Traviata» tendrá que esperar. «Por ahora no, dentro de unos años veremos», porque «un tenor en su carrera tiene que cantarlo».
Sin prisas
Para hacer carrera es importante controlar las prisas. Antes seguramente lleguen el Duca de «Rigoletto», su Edgardo de «Lucia di Lammermoor» o el Arturo de «I Puritani», que tiene previsto cantar en Bilbao en un par de temporadas. «Lo hemos estudiado durante el confinamiento», desvela Barbé. ¿Y cómo suena el temible Fa4 del final? «Estupendo», sonríe. Pisará Madrid en verano con «Viva la mamma», un título menor de Donizetti. Aún habrá que esperar hasta poder morder un papel de auténtica enjundia para triunfar. «La relación con Real y Liceo es muy buena, y habrá muchas ocasiones para escucharme». A sus 25 años resta por delante todo el tiempo del mundo.
¿El artista tiene hambre? «Yo diría que toda, no me pongo techo. Quiero ser el mejor, sin faltarle a nadie». Acepta consejos sobre el escenario, «aunque algunos habría sido mejor callárselos». Y aprende día a día. «Mi primera vez no sabía que era un ensayo a la italiana». Siente «vértigo», no por lo que viene, sino por lo logrado hasta hoy. «Si me pongo a pensar lo inconsciente que fui cantando La italiana en Argel en el Colón de Buenos Aires habiendo hecho antes solo dos óperas... Es un teatro gigante, miras arriba y no se ve el fin». En la ducha, admite, «canto Werther y Boheme y suenan superbien», pero por ahora no va más allá. Y sí, dedicará su vida a la ópera, pero sin perder la perspectiva. «Es un trabajo por el que daré el 100% de mí, me paso el día estudiando, ensayando y pensando en la ópera, pero tengo prioridades como la familia o mi vida personal» . No está dispuesto a ser el Fausto de Goethe. Por ahora es Almaviva, Nemorino o Lindoro, y es suficiente para acumular un sinfín de bravos. «Sientan bien, pero solo si crees que los mereces». Apunten el nombre: Anduaga.
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