El año de Prim
En 2014 se celebra el bicentenario del nacimiento del primer presidente del Gobierno de España que murió asesinado
El año de Prim
Desde hace meses su muerte, como consecuencia del atentado que sufrió en la calle del Turco (hoy Marqués de Cubas) el 27 de diciembre de 1870, ha sido objeto de polémica. La restauración de la momia del general ha estado en el centro del debate ... y ha dado lugar a elucubraciones sobre la causa y circunstancias de su muerte. Los forenses encargados de la restauración aventuraron que la muerte de Prim no se produjo tres días después de sufrir el atentado, como la historia ha sostenido. En su opinión, aunque dejaban poco margen para la duda en la forma en que revelaron su «descubrimiento», Prim había muerto a las pocas horas de sufrir el atentado como consecuencia de la pérdida de sangre causada por las heridas. Los partes médicos de la época, que siempre señalaron que se trataba de heridas de cierta gravedad –una en la mano, otra en el codo y tres en la zona del hombro– y en ningún caso indicaron que fueran mortales, eran para los forenses cuestiones secundarias. Su afirmación de la muerte por desangramiento a las pocas horas del atentado echaba por tierra los tres días de agonía y planteaba la existencia de un encubrimiento de lo verdaderamente ocurrido.
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Con la teoría de los forenses el encubrimiento de la muerte podía responder a cierta «lógica política». El anuncio de la muerte de Prim podía provocar alteraciones públicas en un momento en que la vida política española estaba pendiente de un hilo. Convenía retrasar la noticia todo lo posible porque hacía sólo dos semanas que el general había logrado sacar adelante la votación de las Cortes eligiendo como Rey al duque de Aosta, que reinaría con el nombre de Amadeo I, pese a la oposición frontal de las diferentes facciones del republicanismo y de los llamados montpensieristas, que preconizaban como candidato al trono al cuñado de la derrocada Isabel II y marido de la infanta Luisa Fernanda.
Pesquisas de los historiadores
El encubrimiento de la muerte durante unos días podría tener como objetivo dar tiempo a que Amadeo I llegara a España y fuera declarado Rey tras jurar la Constitución. Sin embargo, ese encubrimiento había burlado, siempre según la tesis de los forenses de que murió a las pocas horas del atentado, las pesquisas de los historiadores y habría permanecido como un secreto de estado durante casi ciento cincuenta años. Este supuesto resultaba poco sólido habida cuenta de que los españoles no somos muy proclives a mantener bajo la capa del silencio los acontecimientos de nuestra historia.
Pocos meses después de la teoría del «desangramiento», los forenses presentaban una nueva versión de la muerte del general mucho más espectacular: Prim había muerto estrangulado . El atentado no había logrado su objetivo y quienes querían acabar con él –sus enemigos eran muchos y muy poderosos– pudieron llegar hasta el dormitorio presidencial y estrangularlo. La prueba que presentaban eran unas fotografías, verdaderamente impresionantes, donde, según la nueva versión, se apreciaban señales evidentes de un estrangulamiento. No se contemplaba la posibilidad de que las marcas en el cuello pudieran deberse a la manipulación que sufrió el cadáver en las horas siguientes a su muerte, ya que era necesario embalsamarlo a toda prisa para exponerlo en la capilla ardiente que se instaló en la basílica de Nuestra Señora de Atocha.
Amadeo I llega a Madrid
El 30 de diciembre Amadeo desembarcaba en el puerto de Cartagena y recibía la noticia de la muerte de Prim. El joven monarca viajó hasta Madrid, sin mayores dilaciones. Lo primero que hizo al descender del tren en la estación de Atocha fue dirigirse a la basílica para rendir homenaje al hombre cuyo empeño, salvando dificultades de muy variada índole, lo había convertido en Rey de España. Allí cumplimentó a la viuda del general y le prometió que no pararía hasta encontrar a los asesinos de su esposo. Testigo de la escena, el general Serrano, quien había presentado su candidatura al trono con muy poco éxito y todavía ostentaba su condición de regente. La respuesta de doña Francisca Agüero es conocida: «No tendrá Vuestra Majestad que buscar muy lejos». Como conocida es la respuesta que le espetó a doña Francisca el doctor Sánchez de Toca cuando fue llamado el día 30 para intentar salvar la vida del general, cuya gravedad era extrema: «Señora, me traen para ver a un cadáver».
La momia de Prim que fue trasladada a Reus, su patria natal, en 1971, al cumplirse en centenario de su asesinato, ha sido restaurada con motivo del bicentenario de su nacimiento. Dichas tareas han dado lugar a versiones poco rigurosas, pero muy mediáticas y hasta delirantes, sobre la causa de su muerte . El análisis forense señala como culpable a la infección de las heridas que sufrió en el atentado perpetrado en la calle del Turco. Posiblemente hubo una mala praxis médica. Posiblemente, celos profesionales hicieron que la llamada al doctor Sánchez de Toca se produjera cuando no había nada que hacer. Y posiblemente alguien ha querido tener su minuto de gloria aventurando hipótesis estrambóticas.
Lo importante de este revuelo se encuentra en la celebración del bicentenario de la muerte de un español de Reus que buscó, mediante la fórmula de la monarquía, instaurar una nueva dinastía que asumiera el papel de representatividad que hoy tiene la jefatura del Estado. Esperemos que 2014 le rinda el tributo que merece el primero de los presidentes de Gobierno de España que murió asesinado. El único cuyos asesinos no han sido descubiertos, aunque hay pistas muy sólidas acerca de quienes lo urdieron y quienes lo ejecutaron.
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