Emilio de Diego reflexiona sobre Prim y su pasión por la libertad
El historiador abre hoy el ciclo sobre el político en el Aula de Cultura de ABC
manuel de la fuente
El general Prim (hasta su asesinato en 1870) fue uno de los grandes nombres de la política española de la segunda mitad del siglo XIX. Catalán de pro y español hasta las cachas, fue un firme defensor de la Monarquía como garante de la libertad ... bajo el arbitrio de la Constitución.
La figura de Prim es el eje del ciclo «Prim y la monarquía democrática», que hoy se inicia con la conferencia «La España de Prim», en el madrileño Auditorio del Círculo de Lectores (O’Donnell, 10, a las 20.00 h.), que pronunciará el historiador Emilio de Diego. El ciclo ha sido organizado por la Sociedad Bicentenario General Prim 2014 y la Fundación Dos de Mayo, Nación y Libertad, en colaboración con el Aula de Cultura ABC-Fundación Vocento.
«Prim amaba a Cataluña, pero tenía un sentido de España absolutamente sublime, desmintiendo esa historia de una Cataluña enfrentada sistemáticamente al resto de España», explica De Diego. «Además, fue un hombre depositario de unos valores como político que fueron la libertad, la democracia y el honor personal. Alguien puede pensar que fue un conspirador, pero lo cierto es que era un defensor de la libertad como un medio y un fin, la libertad como un todo, la libertad entendida de manera romántica, pero ojo, la libertad posible en un marco de convivencia que es la Constitución, y la Monarquía como la garantía de la libertad mediante la observancia de esa Constitución».
Emilio de Diego, finalmente, nos trae hasta nuestros días al general Prim y su ideario. «Prim, como tantas veces ha reiterado el Rey Don Juan Carlos hasta la saciedad, pensaba que la Monarquía ha de justificarse por el cumplimiento de su función de garante y eso es lo que él pretendió, trayendo a Amadeo de Saboya en sustitución de Isabel II, que había abandonado esos principios. Fue un hombre de estado que no cedió a las presiones de los republicanos y de los monárquicos que apostaban por opciones inviables. Prim nos enseñó hasta dónde el ejercicio de gobernar exige un gran compromiso y un sacrificio que puede llevar a dejarse la vida en él».
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