Ya había perros de distinto aspecto hace más de 10.000 años
La diversidad física entre los canes apareció poco después de la domesticación, miles de años antes de que los victorianos moldearan las razas modernas
La variación reflejaba los distintos roles de estos animales en las primeras sociedades humanas: desde la caza y el pastoreo hasta la compañía
La mutación que hizo a los perros pequeños ya estaba en los lobos
Los perros de trineo aparecieron hace 9.500 años en Siberia
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Distintas razas modernas de perros
Chihuahuas que caben en un bolso, carlinos de cara aplastada, bassets de orejas caídas o los 90 kilos del gran danés. La sorprendente diversidad de formas y tamaños de los perros modernos suele atribuirse a la cría intensiva practicada en la era victoriana (mediados y ... finales del siglo XIX), que llevó a una selección de rasgos como ojos grandes y redondeados y hocicos cortos. Sin embargo, un nuevo estudio publicado este jueves en la revista 'Science' sugiere que los canes comenzaron a presentar una morfología diversa hace unos 10.800 años, durante los primeros momentos de la domesticación.
La investigación, liderada por la Universidad de Exeter y el CNRS francés, cuenta con la colaboración de 40 instituciones de todo el mundo, entre ellas varias españolas. Los científicos analizaron 643 cráneos de cánidos modernos —incluidas razas reconocidas, perros callejeros y lobos— y arqueológicos de los últimos 50.000 años. Mediante un método conocido como morfometría geométrica, crearon modelos 3D de los cráneos para estudiar su tamaño y forma. Los resultados mostraron que, durante el Mesolítico y el Neolítico, los perros ya presentaban una amplia gama de formas y tamaños. Esta variación probablemente reflejaba sus diversos roles en las primeras sociedades humanas, desde la caza y el pastoreo hasta la compañía.
El espécimen más antiguo identificado como perro doméstico procedía del yacimiento mesolítico ruso de Veretye, de unos 11.000 años de antigüedad. El equipo también identificó perros primitivos de América (de hace aproximadamente 8.500 años) y Asia (de hace 7.500 años), con cráneos de forma similar a los de los perros domésticos.
Más cortos y anchos
«Durante la domesticación, los cráneos de los perros se volvieron proporcionalmente más cortos y anchos que los de los lobos. Si bien no tenían caras extremas, como las aplastadas de los carlinos o los bull terriers, esos primeros perros ya presentaban una considerable diversidad», afirma Allowen Evin, coautora principal del CNRS con sede en el Instituto de Ciencias Evolutivas de Montpellier, Francia. De hecho, «mostraban aproximadamente la mitad de la variación craneal que se observa en los perros actuales».
Sin embargo, esos primeros perros no se parecían a los que conocemos. Tampoco se puede hablar de razas. «Las razas caninas formales, tal y como las entendemos hoy, surgieron hace apenas unos siglos, sobre todo durante la época victoriana. La variación morfológica de los perros prehistóricos refleja la diversidad ecológica y funcional más que la cría estandarizada por apariencia o pedigrí», puntualiza Evin. «Los primeros humanos influyeron en la evolución canina al determinar qué animales sobrevivían y se reproducían a su alrededor, ya fuera de forma intencionada o no», prosigue. Al mismo tiempo, «las presiones ambientales, como la dieta, el clima y el nicho ecológico, también desempeñaron un papel fundamental».
El proceso de domesticación del perro aún está en debate. Actualmente se piensa que ocurrió en múltiples ocasiones y en diferentes lugares, probablemente a partir de un ancestro común extinto de lobos y perros. Los análisis de ADN antiguo de todo el mundo sugieren que los primeros perros domésticos aparecieron hace unos 11.000 años, mientras que las pruebas arqueológicas de Altái, Siberia, indican que pudieron haber existido ya hace unos 33.000 años. Para que aparecieran esos rasgos diferentes en los perros, Evin cree que la domesticación tuvo que comenzar antes necesariamente, «muy probablemente durante el Pleistoceno tardío, como sugiere la evidencia genética», apunta.
«Ninguno de los cráneos del Pleistoceno tardío que examinamos presentaba rasgos domésticos, pero esto no descarta interacciones cercanas entre humanos y lobos de aquella época —señala—. La domesticación no es un proceso simple, sino que debe considerarse un proceso gradual y continuo que se desarrolló a lo largo de miles de años».
Arriba, fotografía del cráneo de un cándido antiguo. Abajo, el de un perro moderno
El can del futuro
La investigadora María Saña, del Laboratorio de Arqueozoología de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), ha participado en el estudio de 18 ejemplares provenientes de siete yacimientos peninsulares, desde los primeros asentamientos agrícolas del Neolítico hasta contextos medievales. «Estos cráneos reflejan una notable diversidad morfológica y documentan la continuidad del vínculo entre humanos y perros en distintas formas de economía y ocupación del territorio», apunta.
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A su juicio, el trabajo «confirma que la relación entre humanos y perros fue desde sus inicios mucho más compleja y diversa de lo que se pensaba». Considera que, probablemente, seguiremos cambiando la morfología de los perros en el futuro, «aunque de forma distinta a la del pasado. Desde el siglo XIX, la cría selectiva ha producido una diversificación morfológica extrema, impulsada por criterios estéticos o funcionales muy concretos. Hoy, los avances en genética y en bienestar animal están llevando a una revisión crítica de esos modelos de selección, de modo que es posible que las tendencias futuras vayan hacia formas más sostenibles. En cualquier caso, la morfología del perro seguirá reflejando las prioridades y valores humanos de cada época, igual que ha ocurrido desde sus orígenes».