Cómo dejarte llevar: improvisar mejora tu cerebro

Una investigación realizada por Charles Limb y Allen Braun en 2008 sobre la improvisación musical y su implicación neurocognitiva mostraba cómo la corteza prefrontal media en el lóbulo frontal del cerebro, implicada en los procesos de creatividad , se encontraba con una mayor activación, siendo por otro lado las zonas involucradas en el control y autocensura las que se encontraban con una menor activación.

Además, indica María Marcos, psicóloga en El Prado Psicólogos , que la desactivación de la zona prefrontal lateral presente en la conducta de improvisación «se relaciona con estados de alteración de conciencia como cuando nos encontramos meditando o en un proceso de hipnosis», por lo que la improvisación «es un ejercicio mental donde se encuentran distintos procesos cognitivos como memoria, atención y funciones ejecutivas presentes en las conductas creativas, las cuales sirven como herramienta de gestión emocional al ser una forma de explorar y conectarnos con lo que nos rodea, nuestro entorno, con los demás y con nuestros propios estados internos».

Improvisar, por tanto, nos facilita el cambio, la adaptación y la reacción. María Marcos cuenta que permite desarrollar mayor flexibilidad psicológica , ayudándonos a prepararnos y poder afrontar las situaciones novedosas, adversas o que nos muevan de nuestra zona de confort. «Seremos capaces de gestionar los imprevistos sin que nos genere ese malestar que estaría presente en la persona con mente rígida, es decir, con una mayor autoexigencia o necesidad de control», dice.

La psicóloga señala que cuando improvisamos «estamos en el aquí y en el ahora», centrándonos en el presente: «Además, la improvisación como herramienta se asocia a un impacto emocional positivo y a pensamientos orientados a las categorías de paz y tranquilidad».

Sin embargo, y como comentábamos, no todo el mundo tiene la capacidad de improvisar , así que para lograr ser un poco más flexibles en este aspecto es importante comenzarla a practicar «en ambientes y contextos donde nos encontremos seguros y cómodos», con pequeños pasos, generando así el proceso de flexibilidad psicológica de manera progresiva para no abrumarnos ni desmotivarnos.

«Podemos comenzar en el ámbito familiar, con los amigos, incluyéndose dentro de nuestra propia rutina del día a día, etc. Por ejemplo, cambiando el trayecto hacia el trabajo, probar comidas nuevas, conocer lugares diferentes, llevar a cabo un plan que no estaba premeditado o apuntándonos a actividades que no hayamos probado. Una buena opción son las actividades creativas como las que involucran la música, la pintura, el teatro o la expresión corporal», concluye la psicóloga María Marcos.