Nutrición
Los errores que puedes pillar si lees bien las etiquetas de los alimentos
Así funcionan los códigos de colores de Nutriscore y cuál es la mejor manera de descifrar el enigma de las etiquetas de los alimentos
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Iniciar sesiónEn el primer cuatrimestre de 2021 entrará en vigor en España el sistema de etiquetado frontal para productos alimentarios « Nutriscore ». Será simplemente una recomendación por parte del Ministerio de Consumo ya que, formalmente, no es posible que ningún Estado dentro de la ... Unión Europea legisle acerca del etiquetado de los productos de alimentación, pero todo apunta a que los fabricantes adoptarán este sistema que ya funciona en otros países como Francia, Alemania o Bélgica.
Nutriscore emplea un código de colores (asociados a letras) que van del rojo al verde según la valoración de su contenido en azúcares, grasas, sal, calorías, fibra y proteínas por cada 100 gramos de producto. Fue creado por la agencia de Salud Pública Francesa en marzo de 2017.
Con cinco niveles de la «A» verde a la «E» roja, se categoriza a todos los productos de forma muy simple y muy visual. Esta es su principal virtud y es también su principal defecto: si lo único que hacemos es una operación matemática en la que fibra y proteína suman, y calorías, azúcar, sal y grasas restan, nos encontramos con un sistema tan poco fiable que califica negativamente el aceite de oliva y positivamente un refresco dietético.
La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición asegura que ya está trabajando con las autoridades de otros países miembros para adecuar la norma a los beneficios del aceite de oliva, pero la verdad es que este es solo uno de los defectos más llamativos de este sistema.
Nutriscore ha sido elegido por las autoridades españolas, que ya desde el principio avisan de que «no es perfecto». Explican que lo han seleccionado porque «cuenta con más apoyo por parte de científicos y especialistas en nutrición, de asociaciones de consumidores», porque «es más intuitivo» y porque «buena parte del sector de la alimentación ya ha anunciado su intención de adherirse».
Tenemos que ser plenamente conscientes de que, más allá del despropósito con el aceite de oliva, este sistema no penaliza que un producto sea ultraprocesado y tampoco presta la debida atención a los hidratos de carbono, pese a los efectos negativos que tienen en nuestro cuerpo. Sin embargo, se penalizan -y de forma indiscriminada- las grasas , que son parte fundamental de una dieta saludable.
Otros «traductores» de etiquetas
Nutriscore no es el primero ni el único sistema de etiquetado frontal que se ha diseñado para simplificar la elección de los consumidores. El más antiguo es el sistema Keyhole , creado por la Agencia Sueca de Alimentación. Responde a una selección «best in class», es decir de cada categoría destaca cuáles son más saludables y los identifica con un icono en forma de ojo de cerradura (keyhole) en color verde. Se aplica a 33 grupos de productos y, al igual que Nutriscore, analiza las cantidades de grasas, azúcares, sal y fibra que contienen los alimentos, pero en este caso lo hace siguiendo un conjunto de criterios comunes de las autoridades de Suecia, Dinamarca Noruega e Islandia, las « Nordic Nutrition Recommendations ». Eso hace que refrescos, dulces, pasteles y alimentos con edulcorantes artificiales no reciban, en ningún caso, el sello de «saludables» y que no se considere sistemáticamente la grasa como un componente negativo.
El mayor punto débil de esta «cerradura verde» es que en sus 30 años de vida -se presentó por primera vez en Suecia en 1989- ha perdido el atractivo de la novedad. La industria y los consumidores ya no le ven suficiente valor añadido. Ahora, sus principales promotores concentran sus esfuerzos en darle el impulso comercial que necesita para volver a tener la influencia positiva que demostró tener en sus comienzos, tanto para la industria como para los consumidores.
En Reino Unido, se emplea un sistema de semáforo , desarrollado por la Agencia de Alimentación Británica en 2013. Analiza los niveles de azúcares, grasas, grasas saturadas y, en este caso, también del valor energético total del producto, medido en cantidades de 100 gr/ml. Esta etiqueta frontal añade una indicación de qué porcentaje suponen esas cantidades del total recomendado diario. Si 100 gramos o mililitros de un producto superan el 25% del total diario recomendado estará indicado en rojo, si superan el 30% en rojo oscuro.
Los consumidores valoran lo sencillo que es, aparentemente, de entender: cuantas más categorías estén marcadas en rojo menos saludable es un producto. Pero la verdad es que la información que ofrece solo es relevante cuando comparamos dos referencias similares o alimentos que podamos incluir en una misma categoría (por ejemplo: postres). Si pretendemos utilizar el mismo baremo para productos de composición muy diferente y de porciones medias muy distintas puede llegar a confundir más que ayudar.
Además de Nutriscore, Keyhole y los sistemas semafóricos, que probablemente sean los más conocidos y reconocidos, existen otras referencias de países culturalmente cercanos a España como Italia, que acaba de presentar «NutrInform» con un icono de batería; o Chile, que emplea una señal de «stop» para marcar qué alimentos son altos en azúcares, calorías, grasas saturadas o sodio.
¿De verdad necesitamos «traductores» de etiquetas?
Frente a todo abanico de propuestas, cabe preguntarse en qué momento hemos complicado tanto la alimentación que tenemos que inventarnos sistemas de colores que nos traduzcan las etiquetas de algo tan importante como lo que comemos. ¿De verdad queremos darle a nuestro cuerpo algo tan complicado que si no lleva una pegatina traductora no sabemos si es bueno o no? Da mucho que pensar.
Para algunos de nosotros, lo más sencillo es un etiquetado que no necesite traducción . Creemos que la etiqueta debe ser sencilla porque los productos deben serlo también. En una etiqueta debería aparecer la lista de ingredientes y los procesos a los que se ha sometido un producto. Los esfuerzos deberían concentrarse en que el número de ingredientes y el de procedimientos fueran más razonables y más naturales, no en codificar el sin fin de productos artificiales que hemos ido añadiendo durante siglos de industria.
Como consumidores, el tipo de protección que necesitamos no son etiquetas de colores, sino productos más saludables, que cumplan estas características:
Solo ingredientes naturales : Eliminar las sustancias artificiales de los alimentos puede acortar su vida, pero hace que el consumidor entienda fácilmente la etiqueta y que, sobre todo, sea mucho más saludable.
Con procesos conocidos : Con sencillez y claridad, explicar la cadena de suministro por la que ha pasado un alimento hasta llegar a nuestras manos. Explicado de forma sencilla.
Basados en alternativas naturales : La industria alimentaria abusa de aditivos y endulcorantes porque resultan más económicos, pero lo hace a costa de que los productos sean menos (o nada) saludables.
Sin sustancias nocivas : La etiqueta forma parte del envasado. Ambos deben estar exentos de componentes que se consideran perjudiciales para la salud, como el BPA o bisfenol-A.
No necesitamos códigos ni colores . Necesitamos más sentido común y autoridades y productores más implicados en promover una alimentación saludable. En general, las grasas son una buena fuente de energía, mientras que carbohidratos, azúcares y ultraprocesados nos perjudican. Nuestro propio cuerpo, si lo escuchamos, nos dirá cuáles son los nutrientes que necesitamos, qué nos beneficia y qué nos perjudica. Lo que está claro es que aprender a alimentarnos es mucho más que mirar colores en una etiqueta.
Por Niklas Gustafson , Experto en nutrición y cofundador de Natural Athlete.
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