Su equilibrio y diversidad debería encabezar nuestra lista de prioridades diarias. En este contexto, la doctora María Dolores de la Puerta, médica y experta en microbiota intestinal con más de dós décadas de experiencia clínica, explica en una de sus últimas publicaciones en las plataformas digitales, que el secreto para cuidar este ecosistema interno está en la elección de los alimentos y bebidas que lo nutren de forma natural.
Y es que la relación entre los que comemos y el equilibrio de este conjunto de microorganismos que habitan en nuestro cuerpo, se ha convertido en uno de los temas más relevantes para la salud en los últimos tiempos.
Investigaciones recientes publicadas en revistas como Nature y Cell muestran que una microbiota diversa se asocia con menor riesgo de inflamación crónica, obesidad y depresión. Por el contrario, los desequilibrios -conocidos como disbiosis- pueden favorecer el desarrollo de trastornos como el síndrome del intestino irritable o la diabetes tipo 2.
Qué comer (y qué no) para cuidar la microbiota
La dieta emerge como uno de los factores más determinantes: el consumo habitual de frutas, verduras, legumbres y alimentos fermentados favorece una microbiota saludable, mientras que los ultraprocesados y el exceso de azúcar la deterioran. Los expertos coinciden en que cuidar la microbiota es una estrategia de prevención fundamental para el bienestar y la longevidad.
«La microbiota ama tres grandes grupos de alimento; por un lado, la fibra; por otro, los alimentos fermentados como el yogur, la cuajada, el kéfir o ciertos quesos; y finalmente, aquellos ricos en polifenoles, como los frutos rojos, la granada o el aceite de oliva». Según la especialista, la combinación de estos elementos genera un entorno intestinal más equilibrado y resistente frente a la inflamación y los trastornos digestivos.
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Diversidad: Está compuesta por bacterias, virus, arqueas y hongos, entre otros.
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Localización: Reside en diferentes partes del cuerpo, siendo la más conocida la microbiota intestinal, pero también existe en la piel, la boca y el tracto genital, entre otras zonas.
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Función: Cumple funciones vitales como ayudar a digerir alimentos, producir vitaminas y aminoácidos, y proteger frente a patógenos.
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Individualidad: Cada persona tiene una microbiota única, influenciada por factores como la genética, la dieta, el tipo de nacimiento y el uso de medicamentos.
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Importancia para la salud: Un desequilibrio en la microbiota (disbiosis) puede relacionarse con diversas afecciones, como problemas digestivos, obesidad, trastornos del estado de ánimo y otras enfermedades crónicas.
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Diferencia con microbioma: La microbiota se refiere solo a los microorganismos, mientras que el microbioma incluye a los microorganismos junto con sus genes y el entorno que los rodea.
Los expertos han comprobado además que la microbiota está fuertemente relacionada con nuestro estado anímico. Estudios publicados por la revista Gastroenterología y Hepatología señalan que las bacterias intestinales pueden sintetizar serotonina, adrenalina, dopamina y todas esas hormonas que nos ponen de buen humor.
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Alimentos ricos en fibra: frutas frescas, verduras, legumbres y cereales integrales.
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Fermentados naturales: yogur, kéfir, cuajada, queso curado artesanal.
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Fuentes de polifenoles: frutos rojos, granada, aceite de oliva virgen extra, cacao, café, té, setas y champiñones.
Indica la especialista que los alimentos fermentados son fundamentales para mantener la diversidad microbiana. «El yogur o el kéfir aportan microorganismos vivos que refuerzan nuestras defensas intestinales», explica en la publicación, en la que ahonda que además, «los alimentos ricos en fibra, procedentes de frutas, verduras frescas o legumbres, son el elimento favorito de las bacterias beneficiosas del intestino». La clave, añade, es que la fibra sea de calidad y no proceda de productos industriales fortificados.
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- Desayuno: Kéfir + arándanos + chía + cacao puro.
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- Comida: Salmón + ensalada cruda + chucrut + AOVE + granada.
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- Cena: Champiñones salteados + huevo + brócoli al vapor.
Frente a esto, la doctora y divulgadora advierte del problema de los alimentos procesados y ultraprocesados. «De ninguna manera deberíamos basar nuestra dieta en productos con aditivos, conservantes o colorantes. Hay que comprar ingredientes frescos y cocinar nuestra comida», insiste.
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