La ONU advierte del gran retroceso en la salud de mujeres y niños

En datos, la ONU y la OMS estiman que hay 25 millones de niños que no están vacunados contra enfermedades mortales o debilitantes (seis millones más -casi un 24% extra- que hace dos años), más de 10 millones perdieron a sus padres y cinco millones murieron antes de cumplir cinco años por causas «prevenibles con intervenciones de bajo costo», como neumonía, diarrea y paludismo.

El reporte titulado 'Protect the Promise', refiriéndose a la promesa de hacer «un mundo más equitativo» en palabras del secretario general António Guterres, revela también que el 80% de los infantes de 104 países vivieron el cierre de sus escuelas, lo que lastra sus posibilidades de una vida digna en el futuro.

Con más de 45 millones de niños sufriendo desnutrición aguda, su esperanza de vida depende del lugar. Si está en una región de altos ingresos vivirá una media de 17 años más que en las zonas pobres, como África subsahariana y el sur de Asia. «Un niño nacido en Europa y América del Norte en 2021 podría esperar vivir, en promedio, 77,2 años frente a los 59,7 años de uno nacido en el África subsahariana», indican. En esas latitudes vive el 75% de los niños, de los que 149 millones «sufrieron retraso en el crecimiento».

No sólo los niños. Las mujeres también perdieron calidad de vida y vieron cómo disminuía su bienestar. En otras regiones pobres del planeta las mujeres tienen 130 veces más probabilidad de morir durante el parto. La ONU lamenta que se esfuma el objetivo fijado para 2030, de distribuir mejor los recursos por el planeta para crear sociedades más justas y saludables. Tampoco se han dado pasos firmes para mejorar la gestión de una próxima pandemia ni se ha avanzado en la adaptación a las «crecientes pérdidas y daños causados por los desastres» del cambio climático, advierte Guterres en el informe.

Los nombres de las plagas de esta segunda década del siglo XXI empiezan por 'C' y son tres, resume el estudio de la OMS. Covid, conflictos armados y cambio climático. «Son desafíos distintos pero superpuestos». Lo que era necesario a corto plazo para evitar las muertes de la pandemia se revierte a largo plazo con consecuencias negativas: «Resultó en interrupciones en la salud, la educación, la protección social y los sistemas económicos, con impactos negativos en la vida de mujeres, niños y adolescentes».

Y son cuantificables. Desde que comenzó la pandemia, el hambre en el mundo ha aumentado. Hay ahora 150 millones de personas a las que les falta alimentos más que en 2019 y un 12% de la población mundial se enfrenta a la inseguridad alimentaria moderada o grave. Las «disparidades regionales» otra vez juegan su papel, con África (20% de la población continental, unas 278 millones de personas), Asia (9,1% de su población, unas 425 millones) y América Latina (8,6%, unas 56 millones) con mayor porcentaje regional de personas hambrientas.

En los países con conflictos armados, como Ucrania, Afganistán, Etiopía o Yemen casi 90 millones de personas fueron desplazadas de sus hogares. En especial, con el escenario de la invasión de Rusia a Ucrania, «el número de personas con hambre aguda podría aumentar en 47 millones de personas (los 276 millones se incrementaría un 17%). «Donde sea que vivan, los niños son los más vulnerables en las crisis alimentarias. La desnutrición les pone en riesgo alto de muerte, crecimiento físico pobre y deterioros cognitivos potenciales», indica el documento refrendado junto a Unicef y otras organizaciones humanitarias multilaterales.

Aunque la ola de deterioro no ha llegado con fuerza hasta la Unión Europea, la guerra en Ucrania la obliga a mirarse en el espejo de los continentes más castigados. «Desde principios de 2022, la guerra en Ucrania ha expuesto algunos peligros de la interconexión de las cadenas alimentarias mundiales y la fragilidad de los sistemas alimentarios», indican los expertos de la ONU. Países productores tradicionales de alimentos se encuentran «bajo presión por el clima extremo, el aumento de los precios de los alimentos y los combustibles y las perturbaciones en la distribución de fertilizantes y el comercio mundial». Aumentan los costes y los precios. La presión inflacionaria ataca también las economías hasta ahora menos frágiles.

Más allá de sus propias fronteras, la repercusión retorna a las regiones más castigadas. Se encarecen las acciones frente a las hambrunas y requerimientos médicos que desempeñan las organizaciones humanitarias, mientras las naciones donantes, como las europeas, disminuyen sus donaciones, enfrentadas a sus propias recesiones económicas, la llegada de refugiados y la inversión en material bélico para Ucrania, enumera la informe. «Esta combinación de factores permite predecir que seguirá creciendo el número de personas en situación de pobreza, hambre e inseguridad alimentaria». A las tres 'C' se le suman estos otros factores de índole económica para que la espiral de millones de muertes acelere.