Jorge VI: la soledad del Rey ante el miedo al micrófono
La película es la biografía de un Rey tartamudo con pánico a hablar en público
ABC
No había nacido para reinar, ni su educación de segundón le capacitaba sobradamente para ello, ni mucho menos para ser la cabeza visible, y sobre todo parlante, del tan amenazado Imperio Británico de la época, en las primeras décadas del siglo XX. Segundo en la ... línea dinástica, fue bautizado como Albert Frederick Arthur George, aunque uno de esos paradójicos recovecos que a veces nos depara la Historia quiso que ocupara el trono de Inglaterra entre 1936 y 1952, año de su muerte a los 56 años de edad a consecuencia de un cáncer de pulmón.
Y lo hizo como Jorge VI en homenaje a su padre, Jorge V, y después de que su hermano Eduardo, primogénito y heredero de la Corona británica, se viera obligado a abdicar para poder contraer matrimonio con Wallis Simpson, una norteamericana que ya se había divorciado en dos ocasiones y por la que la mayoría de los ingleses no sentían demasiada simpatía.
Jorge, o Bertie, como se le conocía llana, coloquial y familiarmente, no fue un buen estudiante, y su timidez y su acentuadísima tartamudez tampoco ayudaban mucho. Nacido zurdo, fue obligado a manejarse con la diestra, como era habitual en otros tiempos. Cuentan algunas crónicas que nunca pudo olvidar aquella censura que no hizo sino menoscabar su autoconfianza. Bertie fue enrolado en la Royal Navy y su comportamiento durante la Gran Guerra fue mencionado por su valiente papel en la terrible Batalla de Jutlandia.
En segundo plano
Su vida transcurría en un segundoplano al lado de su esposa, Elizabeth Bowes-Lyon, y sus hijas, Isabel, actual reina, y Margarita. Su vida era sencilla, pero, aun no siendo el heredero, tenía obligaciones inexcusables. Una de ellas le marcaría: el discurso que tuvo que pronunciar en la clausura de la Exposición del Imperio Británico el 31 de octubre de 1925. Aquel día, su enfermedad, la tartamudez, se mostró más cruel que nunca y realmente no se sabe quién sufrió más, si Bertie o el pueblo inglés que asistía al acto.
Fue su esposa, Lilibeth, como la llamaba su suegro, quien decidió tomar cartas en el asunto. Y tras fracasados intentos consultando a varios especialistas convencionales, decidió saltarse la ortodoxia y llevar a Bertie a la consulta de un especialista llamado Lionel Logue. Aquel logopeda australiano iba a entrar por la puerta grande de la historia de Gran Bretaña.
Logue siguió un método expeditivo durante los diez meses que duró el tratamiento. Convenció a Bertie de que el problema era físico, le hizo chillar, contar chistes, soltar palabrotas, porque sabido es que los tartamudos lo son menos cuando se enfadan y cuando ríen. El australiano consiguió que el futuro rey se atreviera a hablar en público. Incluso a través de la radio cuando, ya Rey, declaró la guerra a la Alemania nazi.
Los ingleses, siempre celosos guardianes de sus tradiciones, supieron convertir esta historia de película en uno de los filmes más hermosos y humanos de las últimas décadas. A su belleza correspondieron los extraordinarios trabajos de Colin Firth como Bertie y Geoffrey Rush como Lionel Logue. Para todos, Jorge VI ya era Su Majestad con todas las letras, incluida la K de King.
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