Las mil batallas de un clásico interminable

Esta suerte de coincidencia solo se ha dado una vez más en la historia. En marzo de 1916. En el que muchos consideran que fue el primer episodio de una rivalidad histórica. Se jugaban el pase a la final del Campeonato de España. Ganaron los azulgrana el primer partido (2-1), se vengaron los blancos en Madrid (4-1) y en el desempate, volvieron a empatar, en lo que era ya una batalla interminable: seis goles marcó cada equipo, con gran protagonismo de un joven Santiago Bernabéu al que, según ABC, «el pueblo soberano sacó del campo a hombros». Y cuando todo apuntaba a un final apoteósico, el capitán azulgrana, Santiago Massana, ordenaba a sus compañeros abandonar el campo antes del pitido final, «ante la manifiesta parcialidad del árbitro».

Allí se despertó una «fiera» que hoy reúne frente al televisor a más de 400 millones de espectadores y en el que se han escrito algunas de las páginas más brillantes del fútbol mundial. Samitier, Zamora, Kubala, Di Stéfano, Cruyff, Maradona, Romario, Laudrup… la lista de leyendas es interminable. Y en ella entrarán Messi y Cristiano Ronaldo.

El primer enfrentamiento oficial de la Liga entre ambos equipos se produjo en 1929, durante los últimos años de la dictadura de Primo de Rivera. La curiosidad por conocer «las proezas» del Madrid llevó al campo de Les Corts, en Barcelona, a más de 30.000 espectadores. El Madrid no defraudó y supo romper el empate a uno con un gol de Ramó. «Semejaba aquello a un mar en calma, y nada hacía presagiar la tormenta. Y, sin embargo, la tormenta llegó», comentaba el periodista sobre el 2-1 final.

Una de las páginas más brillantes fue escrita seis años después por el Madrid de Ricardo Zamora, en el que sería su último partido contra el eterno rival. Nada menos que 8-2 recibió un Barça que jamás «pensó que el equipo sería arrollado por un grupo cien veces superior». Una paliza que fue superada en 1943, con 11 goles, la mayor paliza de la historia del clásico: «Chamartín ha tenido la fortuna de ver actuar a un Madrid desconocido de entusiasmo, de calidad y de resistencia», con un juego de «matices insuperables».

El primer festín del Barcelona llegó en 1950, con el gran Kubala, que gracias a partidos como este, en el humillaron al Madrid con un 7-2, se convirtió en uno de los mejores futbolistas europeos de todos los tiempos.

Pero llegó Di Stéfano, que junto con Molowny y Olsen, «demostraron lo que es el fútbol: un juego de hombres que se realiza con los músculos, pero que se crea con la fantasía, la improvisación genial y la intuición». Así llegó la primera manita de la «saeta rubia», recién llegado para cambiar la historia del Madrid: «Nadie podría trazar anticipadamente sobre el tablero —podía leerse el 26 de octubre de 1953 sobre este clásico— las líneas que estos tres grandes jugadores dibujaron con el balón sobre el césped madrileño».

Pero el mago, Johan Cruyff, no podía ser menos, y el 18 de febrero de 1974, tras un 0-5 histórico en el mismísimo Bernabéu, se le describió como el hombre de «la varita mágica», capaz de inventar pases imposibles a Sotil o Juan Carlos, para deleite de una afición que disfrutó de una de los mejores jugadores de la historia.

La historia de los últimos años del derbi es azulgrana, y si los de Guardiola ganan hoy, igualarán el record del Madrid de Di Stéfano con seis victorias consecutivas frente al histórico enemigo. Entre ellas, la famosa manita de Romario, con su cola de vaca —vengada un año después con otros cinco del Madrid—, el humillante 2-6 en el Bernabéu de 2009 o los cinco que le metió el mejor Barça de la historia al Madrid el año pasado.

Otros se acordarán de la cabeza de cerdo arrojada a Figo en el Nou Camp, incluso de la violenta lluvia de botellas en la final de la Copa del Generalísimo de 1968, pero lo cierto es que esta «guerra» Madrid-Barça se escribe, sobre todo, de páginas brillantes... y quizá este mes tengamos cuatro nuevas.