Francisco Aranda: La economía pirata ataca el Estado de Bienestar
El presidente de Asuntos Laborales de CEIM-CEOE critica que la llamada economía colaborativa ofrece productos y servicios sin atender a las reglas establecidas
francisco aranda
Lo quieren llamar economía colaborativa , pero en la mayoría de los casos se trata de piratería. Está generándose en nuestra sociedad un peligroso fenómeno de intercambio de bienes y servicios que, detrás de una falsa imagen amable, esconde insumisión fiscal, ausencia de garantías y ... derechos para los consumidores y competencia desleal. A mi juicio, es un mecanismo antisistema de hacer negocios porque se trata de vender productos o servicios, sin atender a las reglas establecidas que todos estamos obligados a cumplir, independientemente de que nos gusten más o menos.
Resulta que, por ejemplo, un hotel tiene que pagar ingentes impuestos, mantener unos mínimos de calidad, disponer de una plantilla regulada de trabajadores, contar con numerosas normas de seguridad, suscribir herramientas aseguradoras y está obligado a asumir una serie de responsabilidades ante sus clientes. Incluso colabora con la policía porque debe llevar un control de sus huéspedes. Pues, al mismo tiempo, se pretende permitir que cualquiera pueda alquilar una habitación de su casa sin ningún tipo de control, garantías o responsabilidades y a eso lo quieren llamar también economía. En concreto lo denominan microemprendimiento y Bruselas parece que lo acepta argumentando que se trata de una innovación porque se hace a través de internet.
Pues realmente parece que es más bien un ataque a la sociedad porque burla los controles de seguridad y garantías, además de evadir su obligación de colaborar con el sostenimiento de los servicios públicos. Al mismo tiempo, se trata de un ataque injusto a cientos de miles de empresarios, especialmente pequeños y medianos, que para ejercer su actividad tienen que asumir unos sobrecostes muy elevados en forma de impuestos y obligaciones administrativas. Por eso, se trata de una competencia desleal con ellos, pero principalmente es un gesto antisocial y egoísta con la sociedad.
Esta corriente antisistema está invadiendo actividades económicas como la restauración, el transporte , la mensajería, la hostelería e incluso el sector de las guarderías. Si se hace a través de una web, parece que hay impunidad. Es cierto que internet ha irrumpido en la forma de hacer negocios, lo cual es estupendo y genera enormes oportunidades, pero es relevante asegurarse que esta fabulosa novedad no se convierte en un atajo para eludir responsabilidades fiscales y sociales ante sus consumidores y el resto de la sociedad.
No parece sensato que mientras que una empresa dedicada a desplazar personas de una ciudad a otra tiene que atender a una montaña de normas que regulan hasta la distancia entre asientos, pero que cuando se hace a través de una página web no exista ni normativa ni control, ni exigencia de veracidad. Me gustaría conocer, por ejemplo, la opinión de la Dirección General de Tráfico a este respecto.
No se trata de poner puertas al campo. La idea es respetar las normas (nos gusten o no) y cumplir con la función social de la empresa que es generar beneficios dentro de un marco legal conocido y aportar una parte de ellos a la sociedad para que se puedan hacer carreteras, plazas, colegios u hospitales. No vale todo y el hecho de que se haga en internet no es excusa. Avanzar por vericuetos al margen de la ley no es una innovación empresarial, y eludir responsabilidades no es emprendimiento . Todo esto está muy claro en la doctrina económica. Schumpeter ya desarrolló en el siglo pasado la teoría del empresario innovador y dejó claro que la base del beneficio empresarial es el acierto del empresario en la introducción de innovaciones. Es decir, la llave que da acceso a una situación de mercado ventajosa es la faceta innovadora. Lo que no se puede calificar de innovación es servirse de una plataforma tecnológica para eludir la responsabilidad que supone pagar impuestos o no disponer de normas de veracidad, seguridad y garantías para los consumidores.
Al mismo tiempo, la manoseada figura del emprendedor también está recogida desde hace más de doscientos años en la historia de la economía por Richard Cantillon que fue el primer autor que utilizó la palabra «entrepreneur» para calificar al individuo que asumía riesgos «inciertos» por la venta de determinados bienes o servicios. En sus estudios ya coloca al emprendedor como pieza fundamental en el flujo de la vida económica.
Compartir el coche con un vecino para ir a trabajar por las mañanas es absolutamente lícito e incluso una necesidad en muchos casos, pero poner en marcha una web para poner en contacto demandantes y oferentes de productos o servicios, cobrando por ello sin responder ante nada ni nadie, no puede ser legal.
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