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La economía colaborativa entra en etapa de regulación

La legislación sobre crowdfunding y la negativa de la CE a prohibir aplicaciones como Uber o Blablacar suponen un nuevo escenario para el sector

La economía colaborativa entra en etapa de regulación ines baucells

v.r.a

Al calor de la crisis y en paralelo a la expansión de las redes sociales las tendencias de consumo se han trastocado. Una nueva manera de consumir y de relacionarse con las marcas se impone. La conocida como generación Millenial es el principal exponente de un fenómeno que coge cada vez más fuerza pero que se enfrenta nuevos retos. La economía colaborativa surge necesariamente al abrigo de la crisis económica, pero también gracias a una generación para la que generar relación con desconocidos y entablar nexos personales o comerciales con ellos ha dejado de ser un tabú.

Cuando hablamos de los principales ejemplos de economía colaborativa dos son los principales exponentes: los servicios para compartir vehículo a través de plataformas como Blablacar y el alquiler de habitaciones gracias a plataformas como Alterkeys o AirBnb. El menor coste que suponen estas alternativas frente a las industrias tradicionales ha desatado la alarma de estas últimas, que han alzado la voz ante lo que consideran un acto de competencia desleal.

El caso más conocido es la denuncia presentada por la empresa de Autobuses Fenebús solicitando el cierre de Blablacar , esgrimiendo la ausencia de un marco legal adecuado para este tipo de negocios.Su denuncia ha sido presentada en numerosas instancias ante la Subdirección de Inspección de la Dirección General de Transporte Terrestre del Ministerio de Fomento; ante el fiscal de la Sala Coordinador de Seguridad Vial, Bartolomé Vargas; ante la Defensora del Pueblo, Soledad Becerril; ante la directora general de Tráfico, María Seguí; y ante la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC). En la denuncia se alertaba de que los usuarios no están protegidos ante cualquier incidente.

Fenebus viene a decir que la actividad de Blablacar constituye un modo de competencia desleal, pues no goza de una fiscalidad equiparable a la de las empresas de transporte, pese a que entra de lleno en su núcleo de negocio. En cambio desde Blablacar han argumentado reiteradamente que ellos no son una empresa de transporte, sino que son un portal que pone en común a particulares que comparten un servicio.

Uno de los puntos que más ampollas han levantado es como resolver cualquier incidente, porque el servicio no incorpora seguro, como si lo hacen las empresas de alquiler de vehículos tradicionales. Aunque cualquier vehículo tiene la obligación de llevar un seguro y el responsable es el conductor.

Dentro de la economía colaborativa también podríamos incluir el crowdfunding, exponente principal de los canales alternativos para financiar proyectos ante el cierre del crédito bancario. El Gobierno reguló recientemente su actividad estableciendo un tope de un millón de euros por proyecto y restringiendo las contribuciones individuales hasta los 3.000 euros por iniciativa y 6.000 euros por plataforma, aunque estos limites se levantaron para los inverosres profesionales.

Precisamente esta semana la Comisión Europea se mostró contraria a prohibir servicios no solo como Blablacar, sino también como Uber, aplicación que había levantado suspicacias en el gremio de taxistas, que la acusaban de competencia desleal.

Esta misma semana la Comisión Europea se ha mostrado contraria a prohibir los servicios de transporte en vehículos compartidos por particulares como Uber y BlaBlaCar , en plena polémica por la competencia desleal que las asociaciones de taxistas aseguran que representan para su gremio. Los taxistas profesionales se quejan de que es una actividad remunerada que se lleva a cabo en la sombra y por la que no se paga impuestos, y dicen que no ofrece ninguna garantía a los clientes, mientras que los usuarios aseguran que es una forma más económica de viajar que además beneficia al medio ambiente.

En cualquier caso, parece que estos ejemplos constituyen la constatación definitiva de que todas las aristas de la economía colaborativa se encaminan a su regulación. Eso trae implícito que pueda perdurar con garantías en el tiempo y que las industrias tradicionales tengan que adaptarse y competir con ellas.

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