POETA DE FERIA
Inmaculada Pelegrín: campanadas de ternura
«Cuestión de horas», su nuevo libro, ha obtenido el Premio Juan Ramón Jiménez de Poesía
manuel de la fuente
Hoy nuestro poeta nos invita con notables dotes de seducción a convivir con él durante veinte horas de su vida, de su quehacer diario: los semáforos al paso, la gente alrededor, pijamas y pañuelos, sorbos de café, sabedores todos, poeta y sus lectores de que ... al final todo es «Cuestión de horas» (Isla de Siltolá), delicioso título del no menos delicioso nuevo libro de Inmaculada Pelegrín, una de esas poetas que hacen con sus versos lo que los encantadores de serpientes: hipnotizarte, y dejarte poco más que inofensivo.
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Inmaculada tiene ese don de coloquialismo (que en otros puede resultar tan banal como fatal) tan difícil de manejar con naturalidad, escribir como se habla, escribir como se sueña, con el que convierte en oro poético todo lo que sus palabras tocan.
Puede ser un tupper , la caja del Carrefour , el olor a perfume de la Maja de Myrurgia , calcetines que buscan la libertad, o esos dedos de los pies que «son un lugar privado».
La invitación a este paseo, hora a hora, verso a verso, debe ser aceptada, porque nos veremos recompensados por una lectura de esas que embelesan. No hay en estas páginas una sola estridencia, una sílaba de más ni de menos. No hay piedras ni cenizas, hay solo la pesencia de un aliento poético sencillo, natural y refrescante.
Plenitud de primavera
Nada de pretenciosas (y manufacturadas) orquídeas, disfrutemos mucho mejor con estas florecillas silvestres , con estas margaritas que crecen en esas primaveras en las que, a eso de las nueve de la noche (el reloj de Inmaculada es muy puntual, será porque es de arena) «el viento se ha colmado de almizcle y profecías...Estrenas tu cuerpo contra otro. No volverá una tarde a ser igual de hermosa». Aunque el dolor pueda rondar a la vuelta de cualquier esquinazo de la vida.
Reloj, no marques las horas, que esta lectura, de puro capricho, se nos está haciendo demasiado corta. Las manecillas de Inmaculada Pelegrín se mueven con los latidos del corazón y son campanadas de ternura .
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