Vicente Gallego: mucho que celebrar
El poeta canta a la amistad, la armonía y la Naturaleza en «Mundo dentro del claro»
manuel de la fuente
Vicente Gallego , un buen día, se echó al monte . No para alistarse en algún imaginario maquis, sino para enrolarse en la milicia del buen salvaje .
Noticias relacionadas
Cuentan quienes le conocen, que internet y las redes sociales le son prácticamente ajenas, y que ... hay que ponerle recado via sms si se quiere tener noticia de él o recabarle alguna opinión, alguna frase, sobre sí mismo o sobre el mundo, y entonces y solo entonces deje caer sus dedos sobre el teclado, y si hay suerte sobre el mail.
Trisque o no trisque el poeta por esos montes levantinos, que nadie crea que Vicente Gallego es un demonio asocial, ni que quiera volver a la vida en los árboles (aunque algo de barón y de rampante tenga), ni que se haya olvidado de los versos que tanta emoción siempre nos procurara ni muchísimo menos que haya dejado de lado la amistad que al fin y al cabo es una de las formas más elementales y primigenias de la poesía. Amistad que para Vicente Gallego más parecen camaradería y fraternidad interminables que días de vino y rosas (también los hubo) y noches de farra y espinas (que siempre son necesarias).
La alcoba del cariño
Pero en su penúltimo refugio , el poeta vuelve, pues, a tirar de lo que más tiene y de lo que más sabe, versos y amistad para firmar y afirmarse en uno de los libros más humanos y cálidos de la temporada: «Mundo dentro del claro» (Tusquet Editores), donde con sencillez franciscana (probablemente la que da la contemplación directa de la Madre Natura) y voz fresquísima (lo que tiene el agua cristalina y serrana) mira al mundo, le da los buenos días, nos lo presenta con su asombro, con sus pájaros, con su recogimiento, sus aljibes, el evangelio de sus olivos, su brisa fresca, y hasta los niños y los niños de los amigos, y hermano mayor, Francisco Brines , que habita esa amada alcoba nuestra del cariño, donde «tiene allí toda pena y toda duración prohibido el paso».
Sea o no fidedigna la leyenda (nos basta con su belleza, no necesitamos que sea cierta) del paso de Vicente Gallego a la vida salvaje , sea veraz que ya solo trasnocha con búhos y murciélagos, «Mundo dentro del claro» rebosa de paz, de calma, de clarividencia. Páginas de celebración, páginas de armonía.
Gallego ha escrito y lo ha bordado al natural, como esas «locas cigarras que son el verano sin saberlo». Dan ganas de echarse al monte y dedicarse, como Vicente, a la cosecha de noches estrelladas .
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete