Baños de bosque: qué son y dónde sentir el poder curativo de los árboles
Para recargar energía en la naturaleza basta adentrarse en un bosque con ritmo pausado y dejar que los sentidos despierten
Caminar entre árboles evoca una atmósfera beneficiosa, ajena al estrés, pero practicar un baño de bosque amplifica el sentir de la naturaleza , una manera de lograr que esa sensación perdure. Comienza acompasando los pasos a la respiración y pausadamente invita a buscar nuevas ... perspectivas diferentes al clásico de atravesar el bosque en busca de un final de ruta. Un baño de bosque necesita de árboles maduros que invitan a seguir sendas tranquilamente donde admirar el entorno de una manera contemplativa.
A medida que se avanza, la vista, el oído, el tacto y el olfato van despertando a nuevas percepciones de texturas a través de la piel, mientras se amplifica el sonido del discurrir del agua y el viento ulula entre las hojas o los diversos cantos de las aves se distinguen conforme aumenta la relajación. Los aromas avivan emociones de bienestar cuando se impone un estado de tranquilidad acompasado a los ritmos de la naturaleza.
Un baño de bosque no tiene por qué durar más de un par de horas para que consiga efectos beneficiosos para la salud . Algunos son inmediatos, como alejar la cotidiana sensación de estrés, mientras que el estado de calma que transmite avala la fuerza regeneradora de la naturaleza y su capacidad de potenciar el sistema inmunológico así como el optimismo.
Puente del Retamar, Madrid
Notar los efectos positivos del bosque es posible en el curso medio del río Guadarrama. Un entorno donde la huella del ser humano desaparece gracias a su restauración ambiental. Es un rincón magnífico en el municipio de Las Rozas para respirar aire puro en un entorno saludable. Se inicia en las inmediaciones del puente del Retamar, mandado construir por Felipe II, entre las localidades de Las Rozas y Galapagar, en el camino a El Escorial. La calidad ambiental y el valor paisajístico envuelven la ribera y sus fresnos, alisos y chopos a lo largo de dos kilómetros que se recorren sin desnivel y acompasados por el sonido de las aguas calmadas del río. Las plantas aromáticas despiertan el olfato mientras las texturas de los troncos invitan a distinguir la especie de árbol entre nuestras manos y desde el arenal junto al puente de siete bóvedas es posible deleitarse viendo las carpas, bogas y barbos que nadan en la transparencia del agua.
Hayedo de Opakua, Álava
Detener los ritmos cotidianos y despertar los sentidos es muy gratificante en el caprichoso hayedo de Opakua. Con sus hayas y tupidos arbustos de boj se extiende por la altiplanicie de la Sierra Entzia, una enorme ola de piedra que separa la Llanada Alavesa de Navarra. Las hayas centenarias de Opakua compiten con sus maravillosos troncos marcados por la longevidad y grandes raíces superficiales con la erosionada roca caliza entre cuyas curiosas formas de setas, arcos y monolitos se aferran los árboles y discurren pequeños arroyos. La senda se inicia en el aparcamiento de Mezkia al que se accede desde una pista que surge en el puerto de Opakua, después de pasar la charca de Iturbaltz, un refugio de aves en migración entre pinos, y al sobrepasar la fuente de Iturbatz el sendero se adentra en el hayedo que se entremezcla con las rocas de los laberintos cársticos de Katarri y Arno con sus peculiares formas que recuerdan incluso a elefantes.
Secuoyas del monte Cabezón, Cantabria
El color rojizo de las grandes secuoyas que con más de 800 ejemplares compone un bosque de altura -rozan los 40 metros- cubriendo el monte Cabezón desde hace 80 años, cuando fueron plantadas. Próximo a Comillas, en el límite entre los municipios de Cabezón de la Sal y Udías, se inicia un sendero de un kilómetro que discurre entre sus impresionantes troncos invitando a disfrutar plenamente desde perspectiva vertical u horizontal para despertar la atención pormenorizada que requiere un baño de bosque. Una increíble exposición a la naturaleza que se prolonga a través del tacto de la esponjosa corteza de los árboles y sus aplanadas hojas de delicada textura y forma de aguja hasta cuando se admira su lejana copa piramidal contra el cielo al final del grueso tronco.
Hayedo del Retaule, Tarragona
Las viejas hayas del hayedo del Retaule componen uno de los rincones más espectaculares del parque natural de Els Ports y ofrecen un itinerario terapéutico con ejemplares de cuento como la Faig Pare -haya padre- que con su tronco retorcido durante 250 años y sus raíces al aire parece contagiar la sabiduría del bosque refugiado en el fondo del barranco para aprovechar la humedad ambiental. Para recorrerlo hay que llegar al municipio de La Sénia y tomar la pista forestal que desde el pantano de Ulldecona conduce a la Portella de la Calça. En el mismo itinerario siguiendo hacia fuente del Retaule se halla el Pi Gros, así conocido un enorme ejemplar de pino salgareño que alcanza el mayor diámetro de la península. Bajo su esbelto porte es momento de dejarse invadir por los aromas mediterráneos del bosque y sentir como se ralentiza el pulso y crece el bienestar físico y mental de un baño de bosque gracias a árboles tan singulares.
Noticias relacionadas
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete