ALPES POR DESCUBRIR
Un monasterio benedictino, granjas, quesos y montañas para huir del calor
Vorarlberg, el estado más occidental de Austria, conserva un paisaje mayúsculo al que aún no ha llegado el turismo de masas
Innsbruck, refugio de Europa

Hay una carretera que va desde Bizau a Schönenbach (aviso: ningún nombre es fácil en Austria) que deja al turista inadvertido con los ojos pegados al coche, como si fuera un niño ante un escaparate de golosinas. Son quince kilómetros cerca de la frontera ... con Alemania en los que no caben dos coches en paralelo, con curvas y montañas muy altas, y con un río, el Bizauer Bach, rebosante de agua, que escolta el camino a la derecha. Esta ruta no es la primera atracción de los Alpes. Solo es una muestra de lo que significa un viaje por estos parajes, la naturaleza mayúscula, las granjas, los pueblos pequeños, el verde radiante.
Unos cinco kilómetros antes de llegar a Schönenbach hay un desvío a la izquierda que lleva a la granja de la familia Moosbrugger. El padre, Christoph, de sesenta y siete años, ordeña a sus vacas dos veces al día, y con la leche (más de cuatrocientos litros) elabora a media mañana dos enormes quesos, que más adelante pondrá a la venta por el precio que cada visitante estime correcto en una caseta sin vigilancia que está unos cientos de metros antes de llegar a la granja. Desde Alpe Kretzboden, que forma parte de la ruta del queso, se aprecia la majestuosidad de las montañas (la más alta de la zona es Hoher Ifen, 2.230 m), el poder de la naturaleza. Al caminar entre los senderos que serpentean en los alrededores hay quien se pregunta cuánto tiempo podrían vivir en este paraíso sin ruido, casi sin coches y casi sin cobertura.
Bizau pertenece a la región de Bregenzerwald, una de las seis que componen el estado de Vorarlberg, el más pequeño y occidental de Austria. Estamos en un territorio que va desde Bregenz, junto al lago de Constanza, a las estaciones de esquí de Arlberg. Una esquina entre Suiza y Alemania. En términos turísticos lo que hay entre las dos chinchetas en el mapa es un vacío por descubrir, donde se hablan pocos idiomas foráneos (algo de inglés), y donde no hay muchos resorts de invierno, parques de atracciones ni hoteles todo incluido. A cambio es un lugar perfecto para quien huya del sobreturismo, de las colas y del calor sofocante, de los atascos. Son los Alpes en versión original.
La mejor forma de llegar a Vorarlberg es por el aeropuerto de Zúrich (Suiza), y desde allí en tren a la imprescindible Bregenz, la ciudad donde entre julio y agosto se celebra un gran festival de ópera, aún más popular desde que apareció en 'Quantum of Solace' (2008), de la serie de James Bond. La música se despliega por un escenario monumental que flota sobre las aguas del lago de Constanza (dicen que el escenario flotante más grande del mundo), el contrapunto de una pequeña población de 30.000 habitantes que hay que pasear de arriba abajo, desde la Ciudad Alta (Bregenz Oberstadt), con sus calles empedradas y edificios medievales, hasta la gran arquitectura moderna del centro de convenciones y eventos Festspielhaus y del Museo Kunsthaus, que se caracterizan por el acero, el cristal y el hormigón.
El 'hotel' de los benedictinos
En Bregenz está la línea de salida hacia los Alpes. La primera parada es un antiguo convento benedictino, Propstei St. Gerold (en el pequeño pueblo de Gerold), gestionado aún por esta comunidad como un retiro o lugar de encuentro (no les gusta la palabra hotel) recién restaurado, con un estilo sencillo y bello. La madera de fresno lo viste todo tras la reforma, desde las escaleras al restaurante o las habitaciones, en las que no hay televisión. Es un centro cultural y religioso enorme donde hay una iglesia, una bodega, un establo donde se hace terapia con caballos, una ruta de meditación por los terrenos circundantes e incluso una piscina con spa, además de la cripta donde está enterrado San Gerold.



La historia del convento y del santo se remonta a hace mil años, pero no está bien documentada. Hay una leyenda que habla de un noble que huyó del emperador Otón I, y se refugió en estas tierras, donde cambió de nombre y empezó una nueva vida. Y hay una versión menos cinematográfica que se centra en un ermitaño que vivió en el siglo XI, y que obviamente parece que hizo lo suficiente para ser venerado por los lugareños. En el siglo XIII el entonces preboste de St. Gerold llegó al monasterio de Einsiedeln, en la actualidad en territorio de Suiza, momento en que empezó una relación que continúa. Los monjes de Einsiedel trabajaron desde entonces en St. Gerold, un hermano pequeño del cenobio principal.
Tras la II Guerra Mundial, el santuario quedó casi en ruinas. Entonces llegó aquí el padre Nathanael Wirth, que empezó la gran reforma que hoy vemos, finalizada a partir de 2020 por el padre Martin Werlen, que habla con los visitantes, que sonríe amable, tuitea y escribe libros sobre los cambios que cree necesarios en la iglesia católica. En cierta forma tiene algo de gerente de un centro en el que hay que ir a encontrarse con la paz. La habitación individual cuesta unos cien euros; la doble, desde 83 euros por persona. No parece mucho si se consigue cumplir el mensaje que vemos por todas partes: 'leben lieben lernen' (vivir, amar y aprender).
Un valle con distancia social
Un velo de niebla arropa las montañas, entrado ya junio. En ese 'restaurante' sin igual pastan las vacas, que a lo largo del año ocupan tres alturas de ladera, según la temporada. La segunda parada del pequeño grupo de turistas es el centro de interpretación de la Reserva de la Biosfera de Grosses Walsertal, un valle peculiar de Vorarlberg donde no hay estaciones de esquí y donde los granjeros buscan turistas (no demasiados) en el entorno bucólico que les rodea. Son 3.500 vecinos en seis pueblos, lo que da idea de lo fácil que es mantener la distancia social. Esta tarde los temas de conversación son los quesos, las avalanchas y la forma de hacer subir el PIB sin perder su estilo de vida, según dice Josef Türtscher, presidente de la asociación que gestiona el parque, en Sonntag.
Vorarlberg es una región conocida por el uso brillante de la madera (abetos, pinos o fresnos) en la construcción, aunque cuentan que una plaga está diezmando los bosques. En Bizau, una localidad en la que el precio del metro cuadrado está por las nubes, se aprecia esa pasión. Allí, la biomasa es la forma de calefacción mayoritaria. En el encantador Biohotel Schwanen, toda la renovación se ha hecho a partir de esos materiales. Y en un paseo por las calles del pueblo, los vecinos nos dicen que la madera ni se pinta ni se barniza: «Es la mejor forma de protegerla».
Cerca de Bizau hay dos divertidas actividades que anotar en la agenda del viaje. Primero, un teleférico con el que se salvan mil metros de desnivel en unos minutos, para hacer excursiones en la montaña o para comer en el restaurante con vistas. Allí se puede probar 'käsespätzle', la pasta casera austriaca, hecha con leche y harina. Luego hay que subir al tren histórico de vapor Bezau-Schwarzenberg, que circula de mayo a octubre todos los sábados y domingos entre ambas localidades (ojo Bezau y Bizau son lugares diferentes, aunque muy próximos) y también los miércoles de julio y agosto. La máquina que humea en la actualidad, alimentada con carbón, es de 1931, y la excursión está llena de familias felices con este viaje en el tiempo.
Pistas
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Cómo ir. En avión hasta Zúrich. Y luego en tren hasta Bregenz. Es muy útil la aplicación de los Ferrocarriles Suizos (SBB), con los horarios actualizados. Desde Bregenz lo más cómodo es alquilar un coche para moverse libremente. En la zona de Bregenzerwald y Grosses Walsertal hay una tarjeta gratis, Guest Card, que incluye transporte público gratuito y entradas a teleféricos o museos a partir de la tercera noche de pernoctación.
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Festival de Bregenz. Del 17 de julio al 18 de agosto. Ya se está preparando la atmósfera inquietante del pueblo medio sumergido en el agua donde cobrará vida 'El cazador furtivo', de Carl Maria von Weber, https://bregenzerfestspiele.com/de
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Hoteles. El Biohotel Schwanen, en Bizau. Un hotel pequeño, con vistas sobre las montañas y certificación ecológica. La madera de su diseño es acogedora y cálida. Alrededor hay infinidad de rutas a pie, como la que va de Reuthe hasta Bizau [https://biohotel-schwanen.com/en]. El propietario, Emanuel Moosbrugger, te hace sentir como en casa. El restaurante es excelente. Y tiene sauna. Pensando en el invierno, cerca de Bizau están las estaciones de esquí de Andelsbuch Niedere y Bödele. Unos 270 euros la doble.
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Hotel familiar. El Adler, en Lingenau. www.adler-lingenau.com/en. Desde 314 euros dos noches en habitaciones para dos/cuatro personas.
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El convento de St. Gerold. Más información y reservas: https://propstei-stgerold.at/
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Granjas para el verano. Más información: www.urlaubambauernhof.at/de
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Más. www.vorarlberg-alpenregion.at
En Egg, otra posible parada en esta ruta, hay una granja urbana con historia. Ingo Metzler, el propietario, la cuenta poco a poco, como si fuera un monologuista. Primero fueron el establo y los cerdos. Luego cambió el negocio. Llegaron las cabras, la leche y el suero de la leche, que en algún momento empezó a utilizarse para hacer productos de cosmética. En la actualidad, Metzler es una empresa con dos vías de negocio, la belleza y los quesos, una curiosa combinación. A un lado de la calle, el laboratorio y las cremas en un edificio impresionante de quince metros hundido en la tierra (no está permitida la construcción en altura) que funciona con robots; al otro, las cabras y las vacas, los quesos.
Los quesos pueden ser el hilo conductor del viaje. Como puede serlo el senderismo. ¿En qué mejor escenario? Hay quien puede encontrar ese hilo en las destilerías de aguardiente. Solo en la región de Bregenzerwald hay 1.300 con licencia, entre ellas Mountain Distillery & Gasthaus Löwen, situada en un edificio protegido de Au, donde se organizan visitas largas para entender el proceso y la cultura que hay detrás. Un verano en Vorarlberg -estado menos conocido que el vecino Tirol- remite a un estilo de vida que Turismo de Austria llama 'lebensgefühl', y que tiene difícil traducción. Sentimiento. Calma. Algo así. Ya habíamos avisado que aquí ningún nombre es fácil.
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