Urdaci y su viaje al centro de la prostitución
Ha sido el diciembre afortunado para el periodista. Se reincorpora a TVE tras una batalla judicial de casi dos décadas y saca un libro en el que desmonta los «prejuicios» extendidos sobre el oficio más antiguo y también sobre su persona
Prohibir o regular, el acuerdo imposible sobre la prostitución
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Iniciar sesiónPara quien espere un canto de victoria del periodista Alfredo Urdaci (Pamplona, 1959) por haber ganado la batalla que lo alejó de los informativos de TVE hace 19 años, no lo va a encontrar. Él despeja la cuestión con un 'lo que ha ... pasado es lo normal'; la Justicia le ha dado la razón y sanseacabó. No le interesa hacer sangre con el tema, sino más bien con su viaje (viraje también) al corazón de la prostitución en España.
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El periodista y escritor presentó el pasado día 4 en la Asociación de la Prensa de Madrid su nuevo libro 'Palabra Puta. Voces de la prostitución', donde el lector va a toparse justo con eso: la voz que no se suele dar a un mundo envuelto en clandestinidad. El informador se ha dedicado un año a recorrer clubes de alterne, entrevistarse con empresarios y, por supuesto, prostitutas. Al final del viaje ha dado un giro copernicano al punto desde el que partía y también a la línea políticamente correcta asentada sobre este asunto. El abolicionismo «impuesto» por discursos como el del PSOE, «fabricado sobre datos y tópicos falsos», que recoge en sus programas de legislatura. «No hay libertad para hablar sobre estos temas. Yo me he encontrado más libertad en los burdeles que la que intuyo pueda haber en la sede del Partido Socialista, como cuando ves que ahora aplauden la amnistía que hace cuatro días era inaceptable«. Urdaci, en esencia.
«Me he encontrado más libertad en los burdeles que en Ferraz»
Pero, primera sorpresa, el mensaje partidista con el que se identifica el autor es con el de Más Madrid. «Hay muchas sensibilidades, muchas formas de pensar distintas dentro de cada formación –reconoce al recordarle que la exministra de Igualdad, Irene Montero, se declaró abiertamente abolicionista contra el pensamiento dominante entre los morados–. El ala liberal del PP también defiende regular la prostitución«.
¿Urdaci se ha vuelto podemita?
[Reniega de la ironía]. No, no me he vuelto podemita.
Habría sido un buen titular...
No se lo critico, pero es un intento de forzar las cosas. No he partido de la ideología; solo he preguntado.
Curiosamente, Urdaci sí se ha vuelto regulacionista, que es una de las dos corrientes que se baten el cobre sobre el fenómeno que aquí es alegal (partidarios de abolirlo o regularlo).
Antes que el más antiguo del mundo estuvo siempre el oficio de juzgar y precisamente eso es de lo que se ha despojado Alfredo Urdaci en su incursión a los burdeles: «Cada vez que entrevistaba a una mujer me quitaba 2-3 prejuicios por el camino», afirma. Se ha apoyado en el trabajo de dos estudiosos –la antropóloga de la Universidad de Comillas-Madrid, Carmen Meneses, y José López-Riopedre, sociólogo– que llevan veinticinco años tras los pasos de cada meretriz en el país que –dice la ONU– es el tercero del mundo más consumidor (a la zaga de Tailandia y Puerto Rico).
El principal convencionalismo que rebate es el de «la voluntad de las prostitutas». Para Urdaci es «mucho peor» la confesión de aquellas, sobre todo mujeres latinas, que poseen licenciaturas de Medicina, Psicología o Ingeniería y que le aseguran estaban siendo «explotadas 14 horas en un trabajo» y que «se tiran tres años hasta que les homologan el título». «A aquellos que dicen querer perseguir la prostitución les reclamaría que se puede hacer más agilizando esa burocracia y convalidando sus títulos», reta.
Buscan ingresos
Esas y otras mujeres –también las hay, claro, sin formación intelectual– ganan más dinero ofreciendo «voluntariamente» su cuerpo en un mercado «libre», parafrasea Urdaci. «Lo que buscan es ingresos, flexibilidad horaria para cuidar de sus hijos, tienen movilidad y un enorme control de la situación». Continúa: «Yo me esperaba eso que repiten de que las fuerzan, las violan... Encontrarme con que están coaccionadas, y no niego que exista, pero lo que yo he visto no es eso«.
El comunicador contrasta que las mafias de la trata operan más «en los pisos y en las calles que en los clubes, con gran control policial, seguridad y salubridad para las trabajadoras». La clandestinidad y las «situaciones más conflictivas» se producen en esos domicilios privados donde no duda de que haya atropellos. Alguna mujer lo detalla en sus páginas.
Otro hito que descubrió el navarro: muchos se llenan la boca con la palabra 'dignidad' y lo que más le descuadró fue cómo varias de sus entrevistadas defienden ese valor con ahínco. «Decir que la mujer prostituida es una víctima es un retrato maniqueo. Me provocó un mazazo en la cabeza cuando me contaron que esta actividad les sube la autoestima. La primera vez que lo escuché fue como recibir un golpe en la mandíbula. Lo incorporé al cuestionario y la mayoría respondieron que sí, algunas dijeron que no. Pero fue muy llamativo». La moraleja que extrae es que «es mentira que el 95% ejerzan obligadas».
«Denles derechos. Es la mejor forma de combatir la trata y la explotación sexual»
La iniciativa política de abolir se sustenta en castigar a los clientes y cerrar todo lugar donde se produzca «sexo mercenario», recoge el libro. Pero los países que han desarrollado esta línea no están viendo ni de lejos cómo se reduce el fenómeno. Ni su clandestinidad, al revés, la ha impulsado. Por ejemplo, detalla Urdaci que Francia ha legislado que si una persona deja tres meses la prostitución recibirá 400 euros al mes, pero se han inscrito en total 200 personas en los últimos cinco años. «Puestos a legislar, legislen cómo podemos mejorar su vida», apremia. Portugal ha querido hacerlo de otro modo, contrapone el informador. Primero ha estudiado el fenómeno y lo mapea en un libro blanco sobre la prostitución. «En España no se ha hecho tal ejercicio y hay que distinguir: cuando hablan de que toda la prostitución es trata es como decir que todo trabajo es esclavitud. El criterio básico es el consentimiento personal para hacer esa tarea«.
Su indagación en el mundo de la prostitución le ha llevado a establecer vínculos con la Plataforma Stop Abolición, que el 14 de diciembre volvió a manifestarse a las puertas del Ministerio de Consumo contra una ley –la del 'solo sí es sí'– que les ha cerrado las principales web donde se anuncian y «ha empeorado su vida». «No tiene sentido que haya una actividad alegal que no se pueda anunciar, mientras se da la paradoja de que los menores entran sin problemas a pornografía 'online'», se queja.
Acogidas por el clero
También le llevó a puertas del clero, donde ha encontrado «más acogida que en la política». «Obviamente hay un mandato evangélico que es el de 'acoger a todas las personas'», y esto es lo que abraza ahora Urdaci, que ha destinado cada euro del libro a la congregación Oblatas del Redentor, que acoge a mujeres prostituidas.
Acompañado de cuatro meretrices, fue a presentárselas a Luis Argüello, entonces secretario general de la Conferencia Episcopal. Fue «tremendamente humano» este episodio que narra en su publicación. Argüello escuchó sus reivindicaciones y la síntesis del arzobispo en aquel encuentro fue que «el consentimiento vale para unas cosas, pero el de estas mujeres no vale para nada».
¿Ha temido que se le vincule con este mundo al publicar el libro?
¿Temor? Ninguno. He acompañado a estas mujeres y tengo amistad con algunas. Me piden consejos o que les busque médico a sus hijos. Son personas. Mi compromiso es dar voz a mujeres sobre cuya vida se intenta legislar sin consultarles. Denles derechos y ya verán cómo es la mejor manera de combatir la trata y la explotación.
Urdaci asume que «nadie sale feliz» de los lupanares. «Es incómodo, un mundo duro, no das saltos de alegría», pero «acreditas el desconocimiento que se da en la sociedad».
¿Hipocresía?
Sí, hay una enorme hipocresía. Cuando se publica que diputados del PSOE están en ciertos sitios... Claro, es que los clientes de los clubes son los mismos de fuera. La sociedad en general no quiere saber de qué va esto. Existe la falsa promesa del abolicionismo como de querer 'limpiar' la sociedad.
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Alfredo Urdaci cree que la pandemia fue el epítome de esa hipocresía social: «Fue a las primeras a las que se dejó atrás. Muchas insisten en que quienes más velaron por ellas fueron precisamente sus clientes».
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