universidad con barreras

«Dejé la carrera porque el profesor se daba la vuelta y no leía sus labios. No quiso ayudarme»

Uno de cada tres campus en España desconoce los alumnos con discapacidad que tiene y cuáles sufren

Vijay Kumar, del MIT: «La educación online es buena como la presencial, que puedas oler al profesor no significa que aprendas más»

Andreu y Andrea, dos de los protagonistas sordos del documental que se estrena el próximo 18 de noviembre 'Apuntes en blanco' adrián quiroga

«La Universidad española, ¿es inclusiva?«. A la pregunta que motiva el VI Congreso Internacional Universidad y Discapacidad celebrado en Salamanca durante tres jornadas y que reúne a 400 personas, entre estudiantes, profesores y representantes de universidades de 20 nacionalidades diferentes, la ... respuesta unánime que se da es un «no». Taxativo. Es decir, sí se discuten cifras, metodologías y tecnologías para mejorar las principales trabas que están encontrando nuestros universitarios sordos, ciegos o en silla de ruedas para cursar sus estudios, pero el resultado no se rebate. La Universidad sigue sin ser integradora, y aunque se han dado tímidos avances en contadas sedes académicas, lo cierto es que el diagnóstico es, al decir de los presentes, que todavía se arrastran deficiencias en la Educación Primaria y la Secundaria, y se acentúan en la Terciaria.

Algunos jóvenes se quejan en alto, entre las filas del público de este cónclave –al que asiste ABC–. Afirman que sus docentes ni siquiera modulan sus evaluaciones, el acceso a los exámenes o sus métodos de enseñanza a la vista de que se encuentran discapacidades diversas entre su alumnado; mientras, varios de esos profesores aludidos, incluso los que padecen otra discapacidad, enfatizan que la propia Universidad a la que pertenecen no es consciente de qué necesitan sus integrantes para formar parte de la comunidad educativa en plenitud.

La conclusión en la que todos están de acuerdo la ofrecen dos docentes, Ignacio Campoy, vocal asesor del Real Patronato sobre Discapacidad y profesor de la Universidad Carlos III de Madrid; y Elías Said, director del Máster de Educación Inclusiva de la Universidad Internacional de La Rioja. El primero dice: «Contar con personas con discapacidad en clase, en la sociedad, redunda en beneficio de todos, no solo de los propios discapacitados. No tendremos una Universidad potente, que pueda competir con otros países, si ésta no acepta ni entiende la diversidad. Abrazar este gran valor nos servirá para avanzar, si no, llegaremos tarde y mal». Afirmaciones que el segundo secunda: «La Universidad goza de autonomía, pero es aquella institución que vela por formar a profesionales en valores. Cumplirá mejor su papel y educará a mejores ciudadanos contando con todos y no dejando atrás a unos pocos».

En el evento, ese mensaje viene enfatizado por Naciones Unidas, de la mano de la coordinadora y especialista del programa de Educación de la Unesco, la argentina Paz Portales: «Existe un derecho indiscutible a la educación superior, y ésta debe ser accesible para todos. Las personas con discapacidad tienen derecho a aprender a lo largo de su vida», así que las instituciones de las que forman parte son partícipes y garantes de ese derecho.

«No hay elemento más democratizador que el talento –apela Portales–, que se distribuye por igual entre estudiantes de todas las regiones, en todos los contextos, orígenes y características». «Ahora mismo, los alumnos universitarios con discapacidad no juegan en igualdad de condiciones», añade, y atestigua que desde Naciones Unidas sí se ha comprobado que «se han cambiado algunos límites» en la base de esa inequidad, pero no lo suficiente, no se está dando alas a todo el potencial de éxito que tienen estos alumnos.

El mapa actual de los desafíos

Podríamos hablar de tres barreras principales: las físicas, evidentes; el docente, que actúa como segundo muro; y los propios estudiantes, con y sin discapacidad. «La principal barrera también es la actitud», alega Pilar Villarino, directora ejecutiva del Cermi (Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad). Por su parte, Sonia Viñas, directora de la Fundación Universia, presenta un completo estudio sobre cómo un 18% de los estudiantes con alguna discapacidad se sienten aún discriminados por sus coetáneos y un 15% por sus profesores. Por eso, la mitad de ellos prefieren la educación a distancia y no presencial. También «tienen miedo a salir» al mercado laboral al terminar sus estudios y tienen tendencia a continuarlos con cursos y posgrados. «Hay que erradicar ese aislamiento, es importante –solicita Viñas– y esa labor empieza desde el propio formato de las clases, porque muchas veces a personas sordas que necesitan la lectura biofacial se las deja solas en primera fila; o ellos se autoaíslan al no poder seguir la clase con igual intensidad».

1,6% del alumnado universitario en España padece algún tipo de discapacidad.

En su pulso del estado de inclusión educativa, Viñas deja en el aire el dato clave: un tercio de las universidades no tienen identificados a sus alumnos con discapacidad ni conocen qué discapacidades tienen. No son masa, hay alrededor de un 1,6% de estudiantes con discapacidad del total de universitarios, pero las instituciones en las que quieren graduarse ni siquiera saben qué necesidades requieren.

Hay más demandas: María, estudiante mexicana de la Pompeu Fabra, aduce a que se ha prometido una tarjeta europea de discapacidad que no llega; Rosa, profesora en Almería, señala que la Losu o ley del Sistema Universitario del Gobierno «ha dejado pasar una oportunidad de oro» para resolver que la Universidad nacional sea más inclusiva (lo contradice Maribel Ramírez, coordinadora del grupo de trabajo de Diversidad y Discapacidad de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, quien indica que «la Losu menciona en 17 ocasiones la discapacidad» para desarrollar servicios inclusivos). María José, profesora en la Universidad de Salamanca que acoge este evento organizado por la Fundación ONCE, se queja de que ni siquiera los PowerPoint que se proyectan en clase amplían las letras para personas que, como ella, tienen dificultades visuales.

«Hay que pensar la inclusión», se recomienda en el evento en Salamanca, y qué mejor manera que hacerlo que dar paso a las voces de los afectados:

Andreu Espinach y Andrea Andrea Amouzouvi: estudiantes con sordera

«Nada para nosotros sin nosotros»

Andreu Espinach y Andrea Amouzouvi tienen ambos 36 años, son miembros de Acapps (Asociación Catalana de Familias y Personas con Sordera) y comparten una historia truncada en la Universidad. Espinach cuenta que si puede hablar es gracias a la estimulación de su familia y logopedas en su infancia. Tiene una sordera profunda de carácter genético. Empezó Periodismo en la Autónoma de Barcelona: «Me resultaba imposible seguir las clases prácticas de radio y televisión debido al formato, que no me permitía ver a todo el mundo y desde la Universidad no pudieron darme recursos como un servicio de subtitulación en directo porque no había presupuesto. Tuve que abandonar la carrera». Sigue: «Algunos profesores hacen lo que pueden, proporcionando el contenido por escrito, vocalizando o incluso buscando material audiovisual accesible, cosa que se agradece mucho. Pero la buena voluntad no es suficiente. A nivel institucional no hay un plan de inclusión o un protocolo que determine cómo actuar». 

Andrea padece sordera bilateral profunda –un 40% de discapacidad– desde que a los 16 meses sufrió una meningitis. «Comencé a estudiar en una universidad de Reus (URV), en la Facultad de Medicina, pero no pude seguir las clases y al poco lo dejé. Recientemente terminé Psicología en la UNED y un máster sobre mercado laboral en la UOC, ambas universidades online».

Se sintió «impotente» al llegar a la Universidad con buenas notas y chocar «con aulas grandes, con eco y docentes que no están por la labor de esforzarse por una sola alumna». «Alguna vez me facilitaron apuntes, pero sin intención de hacerlo más porque no querían caer en 'favoritismos'. Una vez el docente de Anatomía me facilitó los apuntes porque yo los tenía en blanco, y dijo que me espabilara para la siguiente. No podía seguir la lectura labial y me perdía mucha información en todas las asignaturas». Hay muchos espacios vacíos al hablar de la inclusión de la Universidad. Mañana 18 de noviembre Acapps estrena 'Apuntes en blanco', un documental en el que demandan atención al alumnado sordo. Piden recursos adaptados a las personas sordas como subtitulaciones, emisoras FM y bandas magnéticas, que les ayudaría a seguir las clases. «Es necesario que lo que se decida para nosotros no se haga sin nosotros», clama Espinach.

Rosa Idalia Aldana, Emma Mayo y José Antonio Rueda: profesores con discapacidad

«Nunca me habían preguntado si necesitaba algo»

La profesora guatemalteca Rosa Idalia Aldana dice que la primera vez que le preguntaron si necesitaba algo por su talla baja fue al cursar un máster de Igualdad de Género en la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense de Madrid. «Nunca alguien me había dicho si me sentía cómoda, si quería un pupitre adecuado, incluso. Me sorprendió». En sus estudios anteriores «llegaba a casa sin beber nada y apenas sin comer en todo el día para no tener que ir al servicio, porque no llegaba». «No digo que se tenga que adaptar todo, pero en la práctica la igualdad en derechos no es verdad. Algo tan básico como un aseo atenta contra nuestra dignidad. Pongamos el acento en que somos personas también», dice la presidenta de la Asociación Gente Pequeña de Guatemala y miembro de la Red Iberoamericana de Acondroplasia.

La profesora recuerda: «Hubo un colega profesor que en su momento me hacía la vida imposible, incluso rayando el acoso, y cuando se lo afeé, me dijo que era para 'retarme'. Su estrategia de motivación era errónea. ¡Pero si el mundo entero para mí ya era un reto! Sí que noto que se han hecho cambios, también por parte de algún profesor que hace ajustes razonables en sus clases, pero lo primero que tenemos que hacer es vernos como iguales. Además, sin presupuesto las acciones se ven muy limitadas», concluye Rosa Idalia.

«Sí se ha avanzado pero de manera muy lenta. Sin presupuesto, las acciones se ven muy limitadas. Noto cambios en algún profesor, pero lo primero es que nos veamos como a iguales»

Rosa Idalia Aldana

Profesora Univ. San Carlos Guatemala

Emma Mayo es una docente de Psicología Evolutiva compostelana que perdió la vista en 1999. Dejó Medicina y responde a que la discapacidad sí puede condicionar la elección de estudios. «Tenemos dificultades para progresar en la carrera académica, pues son muy pocas las universidades españolas en las que se aplica la cuota de reserva de plazas para personal docente investigador (PDI) con discapacidad, que es de obligado cumplimiento». Asiente José Antonio Rueda, profesor de Derecho del Trabajo en Málaga, en silla de ruedas desde un accidente de moto en 2014. «Ir a una biblioteca y que el personal te mande a un estante a buscar, no entrar por los pasillos... Se centran en la inclusión de estudiantes y se olvidan de los docentes. Los profesores no tenemos formación en abordar estas situaciones, pero tampoco se tiene esa formación hacia nosotros. Las universidades, como parte del sector público, tienen que dar ejemplo. No hay que aplicar parches», abunda en charla telefónica con este periódico.

Antonio Sánchez Káiser: profesor universitario y padre de una hija con discapacidad

«Tener una hija con discapacidad enseña a mirar»

Antonio Sánchez Káiser es doctor ingeniero industrial y catedrático de la Universidad Politécnica de Cartagena, pero de lo que más orgulloso está es de ser fundador de Bemyvega, una solución de 'hardware' y 'software' para personas con discapacidad. «La tecnología que no incluye, excluye», opina. La suya permite captar la experiencia que ocurre en un entorno, como el aula, y enviarlo en tiempo real a un teléfono móvil o pantalla: «Así, la experiencia formativa que resulta es completa».

El profesor, su hija Vega y la solución tecnológica que han desarrollado para hacer accesibles las clases abc

La inspiradora es Vega, su hija de 9 años, que nació albina y con discapacidad visual. El catedrático murciano responde a ABC: «Yo ya era empático con los alumnos que tenía con discapacidad, no todo es blanco o negro, sí se están dando pasos para atender a la realidad diversa, pero Vega ha sido todo un descubrimiento. Te enseña a mirar cómo ellos miran. Al nacer Vega quería que cuando llegase a Primaria, pudiese estudiar como lo hacen los demás». Y ya lo hace.

Airán Rodríguez: licenciado y graduado, prepara el MIR 2024

«Exigí obras para que fuesen accesibles»

«Soy lesionado medular por un accidente de tráfico a los 19 años y he estudiado en las dos universidades públicas canarias Ciencias de la Actividad Física y el Deporte y Medicina», se presenta este estudiante del MIR de 42 años. Para él, sus mejores armas han sido el empeño («la cabezonería») en lograrlo y una beca de Fundación ONCE que le facilitó los estudios. Y la peor, la falta de empatía entre compañeros y profesores, que «juega un papel determinante».

«Soy muy cabezota y nunca iba a permitir que no me dejasen realizar mis estudios por causas ajenas a mí. La empatía juega un papel fundamental»

Airán Rodríguez

Graduado en Medicina y Ciencias de la Actividad Física y del Deporte

«Lo más complicado durante mis años universitarios fue tener que realizar labores de trabajador social tanto en una como en otra universidad, para que se llevaran a cabo las medidas oportunas y dichas facultades o instalaciones a las que debía acceder para mi formación fuesen accesibles. Este tipo de intervenciones me creaban mucho agobio, ansiedad, frustración y enfados, pero sobre todo, algo que no entendían mis compañeros, es el tiempo y el cansancio que esto me provocaba y que me hacía estar en desventaja con ellos a la hora de estudiar y poder llevar la carrera al día, sobre todo en la de Medicina», explica. «Siempre hago el chiste de que si me hubiesen pagado todo el trabajo que tuve que realizar para hacer accesibles mis dos carreras estudiadas, probablemente hubiese ganado bastante dinero. Y aunque tuve muchos momentos de enfado, nunca se me ocurrió dejar ninguna de las dos carreras. Soy muy cabezota y nunca iba a permitir que no me dejasen realizar mis estudios por causas que no tenían porque darse y que eran ajenas a mí», comparte.

Como detalla, con actitud, llegó a «exigir la realización de diferentes obras» para que las dos facultades donde estudió «fueran accesibles y cumplieran con la normativa vigente», recalca. «Yo diría que las universidades son inclusivas al 60%», zanja.

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