«Tras la violación y la paliza brutal me dieron la extremaunción»
La «violencia de extrema gravedad» que sufrió M.J. hizo que el Supremo revocase la rebaja de dos años de pena que había logrado su agresor con la ley del 'sí es sí'. Algo más tranquila con esa 'victoria', esta mujer es la muestra de una vida rota por quien fue su pareja más de 25 años
El Supremo excarcela por la 'ley Montero' a un violador que dejó embarazada a su víctima tras agredirla
M.J. pudo acogerse al anonimato, pero ha querido dar la cara para animar a otras víctimas
El Tribunal Supremo la llama en su sentencia África. En una resolución firmada el pasado 29 de septiembre y contra la que no cabe recurso por parte del violador, al que se refiere como Carlos, los jueces de la Sala de lo Penal resuelven ... que no procede rebajar la pena a este hombre, condenado a nueve años de prisión. El 3 de enero de 2023 la Audiencia Provincial de Alicante había decidido justo lo opuesto, recortársela a siete años, en aplicación de la ley 10/22, de 6 de septiembre, de Garantía Integral de la Libertad Sexual.
África decide hoy en ABC que no quiere llamarse con el nombre que le ha caído en arbitrio por parte del Supremo, en aras de su protección. Es M.J.A.A., de 49 años. Ella misma, residente en Aspe (Alicante), se decanta por identificar al agresor, su pareja de toda una vida, como Antonio.
Carlos o Antonio, según recoge la sentencia y cuenta su expareja, es el victimario con el que llevaba saliendo desde los 15 años. No tuvieron hijos, pero sí un reguero de malos tratos psicológicos y verbales. «Lo dejábamos, volvíamos, y yo aguantaba. En los últimos tiempos –antes de la violación que explicita el auto–, me repetía sin parar que no trabajase, que no estudiase, que no me arreglase. Era siempre un machaque: 'no te cortes el pelo, no te pongas tal cosa', insistía. Recuerdo que me lo hizo hasta el día que se murió mi hermano. Con mensajes tremendos, siempre con ellos, el acoso era tremendo... Hasta el punto de que en mi trabajo, porque yo trabajaba en un banco, me había esforzado mucho en prepararme y estudiar, me decían en la puerta: 'ya está ahí tu amigo, esperando'«.
La vigilancia de Antonio era continua. Controlaba cada movimiento de su novia. En la sentencia reciente del Supremo ella refiere muchas agresiones sexuales contra su voluntad, pero esos hechos no han podido quedar demostrados en sede judicial, por lo que no se le juzgó por esos delitos. Los que sí quedaron probados y sentenciados fueron los siguientes. La alicantina los relata de nuevo a este diario.
Recuerda el día grabado a fuego en su calendario sentimental: fue el 25 de junio de 2015. Entre las 21.00 y las 22.30 ella se esfuerza en explicarle en una esquina del pub Mediterráneo de la vecina localidad de Novelda por qué esta vez sí que es la definitiva. No puede más, quiere dejarlo para siempre, pese a llevar una vida juntos. Él se revuelve como gato panza arriba. Le promete «que va a cambiar ['perdóname' me repetía una y otra vez, dice]», que nunca más le dará los empujones que la mortifican, que su 'placaje' no será tan inllevable como hasta ahora. Ella no le cree, aunque le concede un último deseo: acercarla a su casa en coche.
«Necesitaba terminar con él»
La sentencia de la que es ponente el magistrado Javier Hernández García expone lo que viene a continuación: «Durante el trayecto, África continuó explicándole que se sentía mal y que necesitaba terminar, metiéndose el procesado por un camino rural entre Novelda y Aspe». M.J. se interrumpe su propio relato: «Me dijo que me llevaba a la playa, le dije que no, que tenía que ir a casa». Prosigue el auto: «Él paró el vehículo, e intentando tener relaciones sexuales con África, oponiendo resistencia ella, se puso encima de ella, le quitó la ropa interior y la misma cerró las piernas fuertemente para que no le penetrara, golpeándole en el pecho, le gritaba 'guarra', 'puta', consiguiendo él finalmente introducirle los dedos en la vagina, y cuando comenzó a realizarle sexo oral, a pesar de cogerla fuertemente de los brazos, ella consiguió zafarse y salir del vehículo corriendo«.
Si hasta aquí es duro, la gravedad de los hechos empeora. Él «la siguió, le dio alcance, la empujó, ella cayó al suelo, y una vez tumbada, le dio multitud de puñetazos y patadas por todo el cuerpo, incluida la cabeza y la cara, quedando semiinsconsciente«.
Al terminar de agredirla, le dijo sorprendiéndose de su propia ira 'nena cómo te he puesto' y la trasladó al servicio de Urgencias de Aspe, donde la presionó para que dijera que se había caído. Pero ella no podía hablar, comenta con tristeza a este periódico, en una conversación que transcurre con dificultades porque, como se avergüenza M.J,. no vocaliza bien todavía por el estado en que dejó sus dientes, labio y mandíbula a consecuencia de los golpes. La víctima no ha vuelto a su trabajo, está pasando por un calvario de fisioterapeutas, rehabilitadores, dentistas para su reconstrucción más visible. «Me ha dejado como un monstruo, me dieron puntos en la cara, me destrozó las piezas dentales, las dos piernas, sobre todo la derecha que no he recuperado…». Ha engordado «mucho» por el trastorno ansioso.
«'Mírate al espejo', dijo la médico que denunció a mi violador; es imposible que esto sea por una caída»
La médico de Urgencias del Hospital Vinalopó de Elche donde la trasladaron le dijo: «Mírate al espejo. No te has caído, esto es imposible que sea por una caída, no puede ser». Bañada en sangre, ella obedeció y se miró, aun así no lo denunció, declara, incluso apenada por el que había sido su compañero más de veinte años: «Quiero recalcar que yo no lo denuncié, lo hizo el hospital. Me dieron hasta la extremaunción«.
El parte de guerra que proporcionó el hospital y que queda reflejado en esta sentencia del Alto Tribunal tras la «violencia desmedida» de Antonio fue el siguiente, redactado por jueces como Manuel Marchena. «África resultó con policontusiones, hematomas periorbitario y maxilares bilaterales, fracturas coronarias en dos piezas dentales, prótesis, fractura del tercio medio de la clavícula derecha, hematoma en flexura posterior del codo derecho, escoriaciones en flexura posterior del codo izquierda y en las rodillas. Equimosis en miembros inferiores en cara interna del muslo izquierdo, dos en región pretibial izquierda y dos en el borde lateral del tercio medio e inferior de la pierna derecha, requiriendo para su sanidad, además de una primera asistencia, tratamiento posterior y diferenciado consistente en exploración, tratamiento ortopédico de la fractura de la clavícula con inmovilización con vendaje, intervención quirúrgica por servicio de cirugía maxilofacial, tratamiento farmacológico sintomático y psiquiátrico».
Y acaba: «Durante 90 días estuvo impedida para su ocupaciones habituales habiendo quedado secuelas consistentes en algias postraumáticas en hombro derecho, cicatriza línea muy superficial superior a un centímetro en el párpado superior del ojo derecho, precisando tratamiento de reconstrucción odontológica. La víctima padece un cuadro clínico compatible con un trastorno de estrés postraumático, unido a una importante sintomatología depresiva».
Ana, su salvavidas
Ella interpreta ese estado: «Si no llega a ser por Ana, presidenta de Entre nosotras, almas libres, la asociación de ayuda a las mujeres en Aspe, yo me pego un tiro».
La aplicación de la ley del 'solo sí es sí ' ha sido para M.J. un vaivén de emociones que le resulta difícil de explicar. Fue un varapalo enterarse de que podía pisar la calle antes de lo previsto. Tardó en recuperarse, asume. La Audiencia Provincial de Alicante consideró que la petición de Antonio de acogerse a ese posible recorte de condena procedía y la pena bajó dos años.
«Intento ser buena persona, pero alguien que te ha herido, te ha agredido, te ha destrozado la vida, que te digan que pueden salir tan pancho de la cárcel... cuando me enteré de la rebaja de dos años, casi me da un ataque. Me dio muchísima ansiedad. Llevo todo el año luchando para que se mantenga la pena de 9 años inicial. La justicia tiene que verlo, es totalmente injusto lo que está ocurriendo. Estoy al lado de todas es as víctimas a las que les han dicho que su agresor sale, porque no es una ley justa. A Interior, al Gobierno... que se dejen de líos políticos y nos protejan, que hay que darles atención y también a los abogados, a los agentes que nos protegen».
«Tengo ideas suicidas todo el tiempo. A él le da igual pegarme un tiro o si yo me muero. Es maquiavélico»
A él se le mantuvo la indemnización, de 19.600 euros por la paliza y violación. «'El que está en la cárcel' me debe 20.000 euros», se refiere ahora M.J., que no oculta que sus gastos por los tratamientos médicos que ha acometido por su cuenta ascienden con mucho esa cantidad. «Él es maquiavélico, muy listo y muy mala persona, siempre estaba trapicheando, no tiene nada a su nombre, ahora se declarará insolvente, sabemos que no me va a pagar». Hasta el momento ha abonado unos 600 euros. Carlos o Antonio ingresó en la cárcel de Fontcalent y por conflictos con otros presos, fue trasladado a un penal madrileño, manifiesta ella por boca de otros. Esto no la dejó más tranquila. «Cuando voy al centro de salud, veo su casa, vive enfrente, también veo a su madre y su hermana. Vivo con miedo, con muchísimo miedo. Porque la orden de alejamiento es de 500 metros y estoy controlada por el servicio de vigilancia telemática de Atempro, pero ¿tú crees que siendo de un pueblo, que no es grande, no lo voy a volver a ver? A él le da igual si me pego un tiro o me lo pega él. No le importará pegarme un tiro o si yo muero. Con la de médicos que tengo, voy todo el tiempo al centro de salud y me genera una ansiedad con la que no puedo ni vivir… Me destrozó el cuerpo entero. Mientras, de él, un día me dijo un amigo suyo: pues está muy a gusto en la cárcel«.
Once años y no nueve
En marzo de 2023 contactó con el letrado madrileño Miguel Ángel Zamorano, del turno de oficio, que fue el encargado de recurrir la rebaja de pena aplicada ante el Supremo. El fiscal coincide con Zamorano en sus argumentaciones: «No se identifica ninguna razón que justifique la rebaja de la pena». Es tan injusta la condena impuesta al agresor que, en aplicación de la propia ley por la que primero pareció salir beneficiado, se le condenaría a once años y no nueve. Con el agravante de parentesco y el de violencia de extrema gravedad continuada tras la agresión sexual ejecutada, le habrían tenido que caer once años. Los jueces vienen a decir que la pena más favorable para el reo ya son los nueve años impuestos, así que no procede la rebaja de dos más. «El condenado empleó una violencia intensa, inusitada, prolongada, desconectada de toda funcionalidad comisiva. Violencia que puede calificarse de extrema gravedad atendiendo tanto al modo de producción, a la cantidad de energía criminal empleada, como a la gravedad y pluralidad de las lesiones producidas». Durante once años Antonio no puede aproximarse a menos de 500 metros.
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«A veces se le iba la cabeza –sopesa en sus recuerdos M.J.A.A.–, pero hasta el punto de desfigurarme nunca lo habría dicho. Cuando desvió el coche le grité: ¿pero qué estás haciendo? Y no creí que ese momento me fuera a cambiar la vida para siempre. Las secuelas son evidentes, el miedo interno no se ve. Tengo ideas suicidas todo el tiempo». Desde el 25 de junio de 2015, la única tranquilidad que ha tenido esta mujer que irradia un gran encanto personal ha sido la sentencia del Supremo.