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JUICIO DE LA ASPIRANTE A 'MOSSA'

La tétrada oscura y tácticas de Guantánamo para acabar con Aleix

Montserrat Nin se enfrenta a una petición de 34 años de cárcel por parte de la Fiscalía, y de prisión permanente, de la acusación particular, por las amenazas, malos tratos y asesinato de la víctima, de 43 años

Los audios: «No pararé hasta aplastarte la médula, de esta te acordarás»

Perfil de los investigadores: «Un parásito» que «destrozaba» a sus víctimas para «someterlas»

Montserrat, durante la última sesión del juicio, en la Audiencia de Barcelona abc
Elena Burés

Elena Burés

Barcelona

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Maquiavélica, sádica, narcisista y psicópata. Montserrat Nin reúne las características de la denominada tétrada oscura; cuatro rasgos de personalidad que, abandonando términos clínicos, vendrían a definir «la maldad», según certificó el forense durante el juicio.

Aleix fue el «zenit» de su pretensión de dominar, someter y anular a una persona, hasta que el 7 de abril de 2023 lo habría asesinado de una puñalada –de «precisión quirúrgica»– en el corazón, sostiene el Grupo de Homicidios de los Mossos d'Esquadra.

Montserrat y Aleix se habían conocido dos años antes. Mantuvieron una relación de pocos meses, hasta que él decidió ponerle fin por el control y los malos tratos a los que lo sometió, y de los que fue testigo su propia familia, a quien trasladó su miedo. Cuando Aleix trataba de volver con su ex y madre de su hijo, Montserrat reapareció en su vida. Su victimismo –le dijo que se quedaba en la calle– hizo que retomase el contacto con ella y así se mudó a vivir con él a su piso de Ripollet (Barcelona). Fue el 27 de enero de 2023. A penas una semana más tarde, Aleix recibía la baja médica por depresión y ansiedad.

Tenía ya varias lesiones. El hombre, de 43 años, cada vez más deteriorado, acudió en cuatro ocasiones a diferentes centros sanitarios para tratarse las heridas. Montserrat tenía fijación con golpearlo en los oídos. «Le pegaba en la oreja con el drenaje para que volviera a sangrar, con una violencia escalofriante», recordó el fiscal, Manuel Sancho, durante sus conclusiones.

Y es que tal y como avanzó a su comienzo, el de este crimen ha sido un juicio «excepcional», porque en muy pocas ocasiones pueden verse imágenes de la víctima, siendo torturada por su verdugo. En este caso Aleix, a manos de Montserrat. «Hijo de puta, saluda a tu público y diles cómo te has hecho las heridas en el oído», se la puede escuchar mientras a él se le ve sangrando, totalmente deshumanizado, con poco peso y la mirada perdida. «Aleix, algún día se te caerán las lágrimas y te arrodillarás para pedirme perdón. Acuérdate bien de lo que te estoy diciendo...Igual necesitas una hostia bien dada, cagarte de verdad, llorar de verdad y que alguien te acojone de verdad», le espeta en uno de los audios recuperados por los investigadores.

Era ella quien lo grababa todo con sus teléfonos. Unos 630.000 archivos, entre 2013 y 2023, que los agentes de Homicidios –en ocasiones tras recuperarlos porque Montserrat los había borrado– han rastreado uno por uno. Por eso descubrieron que no sólo fue Aleix, sino que hubo más víctimas de sus torturas. Eva e Iván, con los que compartió piso y a quienes también vejó y golpeó de forma salvaje. Los dejó «mermados, destruidos». Se salvaron porque su situación física por las agresiones era tan grave –él, gangrena en una pierna y ella, porque se desplomó en plena calle y la auxilió una ambulancia– que acabaron hospitalizados.

No lo hacía con cualquiera. Escogía a personas en situación de vulnerabilidad emocional. Eva pasaba por una depresión tras el fallecimiento de su madre. En el caso de Iván, la debilidad era «intelectual», en palabras del fiscal, y a quien «trató casi como un animal». No sólo le clavó un cuchillo en una mano, sino que lo atacaba con una pistola eléctrica en la misma pierna de forma constante. Él aguantó, dijo durante su testifical, por no quedarse en la calle. Pero es que Montserrat ya lo hacía dormir en la calle algunas noches como forma de dominación. Lo hacía con una «táctica propia de Guantánamo, la privación del sueño y de la alimentación para su sometimiento absoluto», apuntaba Sancho ante el tribunal del jurado que tendrá que decidir si la acusada es culpable de maltratar, amenazar y asesinar a Aleix. Por el resto de víctimas, tiene otros juicios pendientes.

La Fiscalía pide para ella 34 años de cárcel, mientras que la acusación particular, en nombre de la familia de Aleix, solicita prisión permanente revisable. Una de las sesiones más duras del juicio, que terminó el pasado viernes en la Audiencia de Barcelona, fue, además del visionado de imágenes, la del informe de la autopsia. Los forenses no sólo certificaron que la víctima tenía lesiones anteriores en buena parte de su cuerpo –incluida una en la mandíbula, similar a la causada por un golpe por KO en boxeo– sino que, tras raparle la cabeza descubrieron una veintena de heridas más. Todas causadas por algún tipo de golpe. Los últimos días de su vida, Aleix salía siempre de casa tapado con un gorro, para tratar de ocultar su deterioro. El sometimiento previo pasó por hacerle grabar, completamente deshumanizado, hasta en cuatro ocasiones, una autorización en la que, tras recitar su DNI y su dirección, la instaba a matar a su hijo de 9 años si no obedecía las órdenes que ella le daba.

A muchos de sus contactos, Montserrat les hizo creer que era policía o que opositaba para entrar en los Mossos. Lo único cierto es que sí tuvo relación con varios agentes –al menos, una decena– y que fingía llamadas inexistentes para amedrentar a sus víctimas con recurrir a sus contactos en el Cuerpo para ejecutar sus amenazas. En el caso de Aleix, hacer daño a su hijo y a su ex, Yolanda.

«Película de terror»

La defensa de Montserrat, la abogada de oficio Obdulia de la Rocha, se afanó durante la última sesión en tratar de desmontar los indicios contra su clienta, apuntando que el escenario del crimen, el piso de Ripollet, había sido contaminado por los Servicios de Emergencias que intentaron reanimar, sin éxito, a Aleix y desvinculando el maltrato previo del asesinato, pero lo cierto es que la acusada, tal y como recordó el fiscal, ha dificultado mucho el trabajo de su letrada, al no mostrar «signo de arrepentimiento, ni empatía alguna».

Quizá recogió el guante durante su derecho a la última palabra, cuando aseguró no haber matado a Aleix y dijo que lo echaba de menos. No fue así durante su declaración, cuando se confesó culpable de todo lo que recordaba y por eso aseguró no recordar haberle clavado el cuchillo, ni lavarlo después. Llamó al 112 sí, pero incluso en esa comunicación con los sanitarios arremetió contra Aleix, tratando de asegurarse una suerte de coartada por las lesiones previas que le había causado. Es más, contó que él explicaba «mentiras» que eran «películas de terror». La película de terror terminó con Aleix muerto y Montserrat en prisión, tras ser detenida tres meses después del crimen. Ahora la decisión está en manos del jurado.

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