Merece contarse
Los ramos de Rosa: belleza y resistencia ikebana para un final de vida mejor
Una voluntaria transforma las habitaciones de paliativos con arreglos florales que abren conversaciones, alivian miedos y acompañan a pacientes y familias en sus momentos más delicados
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Iniciar sesiónLos franceses llaman bouquet al arte de hacer ramos. Los japoneses suben un nivel emocional con el ikebana: la técnica floral que busca el equilibrio y la armonía entre las flores, las ramas y el espacio. Seguramente ni bouquet ni ikebana sean las palabras ... que les surjan en la cabeza a los pacientes y visitantes que ven pasar a Rosa Rabadán por el Hospital de Los Montalvos, en Salamanca. Va cargada de flores, bambú, jarros, tijeras... Una floristera que viene por un arreglo. Esa sería una descripción rápida y superficial de lo que Rosa lleva haciendo, desde hace una década, en este hospital salmantino. La suya es una tarea mucho más emocional, profunda y trascendental. Cada ramo de flores en un hospital significa algo especial. Los de Rosa, voluntaria en la Unidad de Cuidados Paliativos del hospital, todavía más. Para entenderla, la acompañamos.
Hoy, llega con su cargamento a la habitación de Fara, algo más de 50 años. Aterrizado hace unos años en España desde el África Occidental, está en una unidad especial del hospital, una que tiene sólo 15 camas. La reservada a personas con enfermedad grave o final de vida. «Hola, Fara. Vamos a hacer un centro», dice Rosa al llegar.
«He elegido flores de colores luminosos: amarillos, blancos, naranjas. Nunca elijo tonos tristes, busco flores que den luz y vida», nos cuenta Rosa. «Las flores son una herramienta para comunicar -añade-. Entro con ellas y eso rompe el hielo. Me permite observar cómo está el paciente, la familia, el momento. A veces, solo con ese detalle, se abre una conversación. Se habla de las flores, pero también de los hijos, de los cuidados, de la vida. Es una comunicación más espiritual, más humana».
Vivimos de espaldas a la muerte
Hablar de la muerte sigue siendo una tarea pendiente en la sociedad. «Vivimos muy de espaldas a ella -reflexiona Rosa-. Deberíamos verla como un proceso natural. Si lo entendiéramos mejor, podríamos comunicarnos mejor con nuestros familiares y afrontar esos momentos sin tanto miedo».
Eva Tejedor, la coordinadora del programa de Cuidados paliativos coincide: «A veces las familias y los pacientes se protegen unos a otros y no hablan. Se forma un pacto de silencio. Nosotros intentamos romperlo, pero siempre respetando el ritmo de cada uno. Lo esencial es que el paciente decida qué quiere saber y cómo vivir su tiempo. Eso también es cuidar». En la habitación de Fara el ramo se convierte en el centro. «Fara había tenido mucho dolor y ya está mejor. Le he traído también papiro, que me parece una planta con fuerza, algo más exótica también», explica Rosa. Manos a la obra. Rosa habla de las flores. Fara cuenta cosas de su país y de su familia. «Al final», concluye Rosa, «este centro cuenta su historia».
Intimidad inesperada
El ikebana busca la relación entre el cielo, la tierra y el hombre. «Los tres elementos que se sostienen entre sí. Puede ser que el hombre sea la flor principal, o el cielo. Lo importante es el equilibrio», explica Rosa. «Son flores vivas que no se pueden forzar, igual que no se puede forzar a las personas a decir lo que no quieren decir. Hay que cuidarlas, mantenerlas con agua, estar pendientes de ellas. Y eso convierte también al paciente en cuidador», añade. El proceso del ikebana suele crear un espacio de intimidad inesperada. Ha sucedido con Fara: «Él hablaba de las flores como si fueran su familia. Construyó un centro que representaba su mundo», cuenta Rosa. Eva relata el proceso: «Cuando Rosa entra con un centro floral, el ambiente cambia. A veces el paciente participa en hacerlo, elige las flores, las coloca. Se genera una conversación distinta, más natural. Surgen temas que quizá no se atreverían a hablar con un médico. Es una forma de abrir la puerta al diálogo y de darles un rol, una pequeña responsabilidad, algo que cuidar».
Rosa lleva 10 años colaborando con sus flores. En Castilla y León, Eva suma 17 años. «En 2024 atendimos a 2.310 pacientes en la comunidad -explica-, unos 500 solo en Salamanca. Son personas con enfermedades avanzadas, la mayoría en cuidados paliativos: pacientes oncológicos, pero también con patologías renales o neurodegenerativas».
Iniciativa pionera
La labor de ambas se enmarca en el Programa para la Atención Integral a Personas con Enfermedades Avanzadas de la Fundación 'la Caixa', una iniciativa pionera que, desde hace 15 años, promueve una atención humanizada a pacientes y familias a través de los Equipos de Atención Psicosocial (EAPS). Estos equipos -formados por psicólogos, trabajadores sociales, personal sanitario y voluntarios como Rosa- han acompañado desde su creación a más de 300.000 pacientes y 385.000 familiares, en todo el país. El acompañamiento es médico, emocional y también, como el ikebana de Rosa, floral. «Las flores cambian el ambiente, traen serenidad y color. Es una forma de cuidar también con la mirada y con el alma», concluye Rosa.
«La gente piensa que aquí todo es tristeza -dice Eva-, pero no es así. Hay momentos muy felices. Por ejemplo, un paciente participa en un taller de flores y se olvida un rato de la enfermedad. Aprenden a disfrutar del presente».
Rosa se despide de Fara. No sabe si volverán a verse. El trabajo de los equipos psicosociales no se limita al hospital. Hay programas de acompañamiento domiciliario, pensados para quienes reciben el alta pero siguen necesitando apoyo. «No todos los pacientes ingresados vienen a morir -explica Eva-. Muchos lo hacen para controlar síntomas y luego continúan en casa. Lo importante es que puedan vivir y morir bien, con los síntomas controlados y acompañados hasta el final».
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