Su modo de vivir la fe era una novedad pues puso el énfasis no tanto en los propios logros y esfuerzos, sino en la «confianza en el amor de Dios». Precisamente, la carta del Papa se titula 'C'est la confiance', y en ella asegura que «la confianza en el amor misericordioso de Dios es el camino que conduce al corazón del Señor y de su Evangelio».
Francisco escribe a los católicos que el «núcleo» de la propuesta cristiana es la «confianza» y el «amor de Dios», y no otros elementos o normas, pues «no todo es igualmente central, porque hay un orden o jerarquía entre las verdades de la Iglesia, y esto vale tanto para los dogmas de fe como para el conjunto de las enseñanzas de la Iglesia, e incluso para la enseñanza moral».
La espiritualidad de esta santa francesa forjó el catolicismo del siglo XX, pues, explica el Papa, «frente a una idea de santidad, individualista y elitista, más ascética que mística, subraya la primacía de la acción de Dios, de su gracia». «Por eso nunca usa la expresión, frecuente en su tiempo, 'me haré santa'», e invita «al abandono y a la gratitud».
«La aportación específica de Teresa como santa y doctora de la Iglesia no es analítica, como podría ser la de santo Tomás de Aquino. Su genialidad consiste en llevarnos al centro, a lo esencial. Con sus palabras y con su proceso personal, muestra que, si bien todas las enseñanzas y normas de la Iglesia tienen su importancia, su valor y su luz, algunas son más urgentes y constituyentes para la vida cristiana», concluye.
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