El joven español que se ha confesado con el Papa en Lisboa: «Te deja hablar, me ha escuchado sin escandalizarse»

El voluntario español estudia comunicación en la Universidad Loyola de Córdoba, -«soy suscriptor de ABC», asegura-, y lleva trabajando desde marzo en el departamento de finanzas de la JMJ.

«Hace un mes nos avisaron de que nos habían elegido a nosotros», explica Francisco Valverde una hora después de confesarse con el Papa. Durante este mes, ha preferido no darle demasiadas vueltas, pero «hoy por los nervios no he dormido ni media hora seguida. Sin embargo, ha sido llegar y me he sentido muy tranquilo hasta que el Papa se ha marchado».

El Papa ha llegado en silla de ruedas poco antes de las nueve de la mañana y se ha acercado a uno de los confesionarios, construidos por presos de Portugal. Allí, sentado, ha esperado uno a uno a los tres penitentes. El cordobés tocayo del Papa ha sido el primero en acercarse, y se ha sentado frente a frente con él. «Era la primera vez que veía al Papa con mis propios ojos», sonríe el español.

«La confesión ha durado unos diez minutos», explica. «Por el trato, el Papa te hace estar tranquilo y te deja hablar», añade. «Me ha preguntado 'de dónde eres' y luego me ha dejado hablar», continúa. Asegura que mientras le contaba sus pecados, «el Papa no se ponía ahí a escudriñar. No se ha escandalizado, no ha hecho hierro. Comentaba lo que quería, pero en una conversación muy cómoda, en la que me ha dado mucha rienda suelta. Se te olvida que era el Papa, era como un cura de una parroquia».

Dice que el tono general de la conversación era «que en la Iglesia cada uno tiene su papel, pero todos somos importantes». Confía también que durante la confesión, «le he hablado de varias personas cercanas y hemos rezado por ellas», y que el Papa le ha dado la absolución y le ha aconsejado «ser valiente, mirar hacia delante y no tener miedo». «También me ha pedido que cuide a las personas de las que le he hablado y por las que hemos rezado», añade.

La confesión a un grupo de jóvenes es uno de los eventos fijos de cada Jornada Mundial de la Juventud, y una tradición de estos encuentros.

Como es habitual, durante la confesión, no se podían tomar imágenes que hicieran posible leer los labios para proteger la intimidad de los penitentes. A pesar de la expectación que ha creado, Francisco Villaverde dice que «para todos ha sido cómodo».

Del encuentro, el español se queda «con la mirada clara del Papa, con su cercanía, con sus consejos». Cercanía que le ha llevado a despedirse del Pontífice casi con un abrazo. «Era la despedida, me estaba dando un consejo y yo lo recibí con humor», explica sonriendo.