Covid un año después: cuando Codogno se convirtió en la Wuhan de Italia
Hace doce meses se descubrió el 'paciente 1' y conmocionó a Italia. A partir de entonces, muchos tuvieron que arrepentirse de las declaraciones que habían hecho sobre la epidemia
Un año después, así recuerdan la tragedia de la pandemia algunos que la vivieron de cerca
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Iniciar sesión20 de enero 2020 . « En casa los italianos de Wuhan. Terminó su cuarentena. Libres de coronavirus ». Esta información de los periódicos italianos, leída hoy, parece una broma, porque en verdad poco después toda Italia acabó en cuarentena. Pero ese día los periódicos ... contaban, sin darle especial relieve, la noticia de que 55 conciudadanos repatriados de Wuhan (China) podían volver a sus casas después de haber pasado 18 días de cuarentena en las instalaciones militares de Cecchignola, en el sur de Roma.
El ministro de Sanidad, Roberto Speranza, y el de Defensa, Lorenzo Guerini, fueron a saludarlos y estrecharon sus manos sin usar mascarillas, para demostrar que no había ningún problema en unirse, o incluso abrazar, a compatriotas que habían sido sometidos a cuarentena . A última hora de la noche de ese mismo día, cuando los periódicos ya estaban cerrando sus ediciones, llegó una noticia del hospital de Codogno que el diario La Repubblica logró colocar en su página 23, casi perdida: «Positivo al coronavirus un hombre de 38 años». Lo diagnosticó la anestesista Annalisa Malara (39 años), gracias a su intuición. Al asistir al paciente Mattia Maestri , con neumonía inusualmente agresiva, la doctora Malara se saltó el protocolo y decidió hacerle un test sobre el coronavirus , a pesar de que el enfermo no había tenido vínculos con China, origen del virus.
« Las horas de ese día están grabadas de forma indeleble en mi memoria y en la de mis compañeros », recuerda ahora la doctora Malara, que en diciembre pasado fue elegida por un jurado «personaje del año» por su profesionalidad y el mérito de su rápida decisión que marcó el inicio de una nueva era en Italia y en en el continente. Pocas horas después de su diagnóstico en Codogno del «paciente uno» de Europa saltaron todas las alarmas.
El 21 de febrero, el gobierno reconoció oficialmente la llegada del virus transmitido localmente al continente. Mattia estuvo en coma varias semanas, en la antecámara de la muerte, y dos meses después pudo declarar que la pandemia lo había transformado en un «símbolo de Europa»: « Yo, que soy joven y deportista, me encontraba a punto de morir . El que se descubriera en mí el virus ha permitido no solo salvarme a mí. Desde ese momento se pudo diagnosticar el virus a miles de personas y comprender por qué tanta gente estaba muriendo».
Nada fue igual
Después ya nada fue igual en Italia. El Covid-19 envolvió todo nuestro mundo. Enseguida quedó sepultada una avalancha de declaraciones de virólogos, inmunólogos y otros expertos que hasta entonces habían asegurado que en Italia no llegaría nunca el virus. Hablaron como si toda su vida hubieran estado batallando con epidemias. El famoso virólogo Roberto Burioni afirmó a comienzos de febrero en una transmisión televisiva que luego se hizo viral: « En Italia el riesgo es 0. El virus no circula ». En verdad, fueron muchos los políticos, hombres de ciencia, virólogos, periodistas y personajes del espectáculo que dijeron, sin avergonzarse, que el coronavirus era poco más o menos como una gripe. Todos tuvieron que arrepentirse y hacerse más prudentes.
En realidad el virus circulaba ya en Italia desde noviembre. La primera infección de Covid se remonta al 10 de noviembre de 2019, cuando una joven milanesa de 25 años se sometió a una biopsia de piel por una dermatosis atípica . Este descubrimiento de un equipo de investigadores llegó muchos meses después y el estudio científico se publicó en el British Journal of Dermatology.
Zona roja en Italia
La noticia del «paciente 1» en Codogno, a 45 kilómetros de Milán, constituyó un terremoto en el área del lodigiano, en la región de Lombardía. A la mañana siguiente del descubrimiento del 'paciente 1', ABC recorrió la zona y eran pueblos fantasma . A sus habitantes se les aconsejó que no salieran de sus casas. Cumplieron a rajatabla las instrucciones, cerrando tiendas, bares, todas las oficinas públicas y hasta las estaciones, donde no se paraba ni un solo tren.
Hasta entonces el gobierno había restado importancia a la epidemia y se veía muy lejano el virus de Wuhan. Pero ese mismo día 22, por la noche, el ejecutivo decretó zona roja para una decena de pueblos y unas 50.000 personas quedaron aisladas . En dos días, el 22 y 23, los contagiados, oficialmente, eran 160. El gobierno y las autoridades sanitarias pedían que no cundiera el pánico, pero era desolador recorrer las calles sin encontrar un alma. El temor se palpaba en el ambiente . Inquietaba que el viento del coronavirus llegara pronto a todo el país, por lo que el gobierno aprobó un decreto que entró en vigor el domingo, 8 de marzo, declarando «zona roja» todo el país. Entonces el balance oficial en Italia era de 8.000 contagiados y más de 600 muertos.
Ese mismo día en Madrid se celebraba una gran manifestación, la del 8-M, que causó sensación en una Italia angustiada: « Eso fue una locura, porque el virus está circulando . Y esas grandes manifestaciones le hacen un favor al virus, en vez de obstaculizarlo», manifestó a ABC el profesor Walter Ricciardi, asesor del gobierno para el coronavirus. Pero eso es historia.
Un año después del brote iniciado en Codogno, los muertos en Italia son más de 95.000 y los contagiados casi 2.800.000, según datos del ministerio de Sanidad. Ahora el alcalde de Codogno, Massimo Scaglioni, recuerda: « Fue un sacrificio enorme por parte de todos . Nos sumergimos en una vida que sólo los ancianos, que habían visto la guerra, estaban preparados para afrontar. Una guerra dentro y fuera del municipio. En aquellos días, los que eran originarios de este municipio eran rechazados en los hoteles y obligados a bajarse de los trenes».
Bérgamo, ciudad mártir
Pero si en Codogno se descubrió el primer brote, muy pronto el epicentro de la pandemia fue Bérgamo, capital de la homónima provincia, una de las más industrializadas del país. Aquí el 23 de febrero de 2020 se identificaron los dos primeros casos de coronavirus. Hubo un periodo inicial en el que se subestimó la pandemia. Hoy el alcalde de Bérgamo, Giorgio Gori, recuerda: «El 11 de febrero mis concejales y yo fuimos a almorzar a un restaurante chino. Con ello pretendiamos dar una respuesta a la discriminación que se registraba contra la comunidad china. Los ciudadanos de origen chino ya habían sido señalados como difusores del coronavirus. El desconocimiento era tota l». El médico Cesare Maffeis confirma que en aquellos días no se sospechaba del Covid-19: «Cogí el coronavirus entre el 10 y el 15 de febrero. Pensé que tenía una simple gripe: nunca había estado enfermo un solo día en treinta años de profesión. Luego por los síntomas deduje que era el Covid. Pero en ese momento no creí que pudiera ser el coronavirus. Estoy seguro de que lo recibí de una señora de 92 años , a la que había visitado en su casa y que, lamentablemente, murió. Fue una de las primeras personas en morir en la provincia de Bérgamo con un diagnóstico oficial de Covid-19», afirma el doctor Maffeis.
Después del partido de la Champions que el 19 de febrero jugaron el Atalanta y el Valencia (4-1 a favor del equipo de Bérgamo) en el estadio de San Siro, en Milán, se comprobó que fue un detonante del contagio, según el responsable de enfermedades infecciosas del hospital Sacco de Milán, Massimo Galli: « Ciertamente aquel partido fue un importante vehículo de contagio . La epidemia comenzó antes, en el campo, durante las ferias agrícolas y en los bares de los pueblos. Pero el hecho de concentrarse decenas de miles de personas en el estadio fue un factor importante de difusión».
Imágenes que fueron símbolo
Tras los titubeos y desorientación inicial, poco a poco se hizo evidente en Bérgamo que la situación se estaba precipitando: Entre finales de febrero y principios de marzo, el coronavirus consiguió extenderse por la mayor parte de la provincia. El 27 de marzo, los muertos en toda Italia eran 9.134, más de 1.600 solo en Bérgamo y provincia. En todo el mundo impresionaron las imágenes de hospitales llenos de pacientes, muchos de ellos en camillas en los pasillos, Conmocionaron el drama de muchas familias y los ataúdes que llenaron las iglesias y los cementerios de los pueblos de la provincia de Bérgamo. Se ha convertido en una de las imágenes símbolo de la tragedia de la pandemia la fila de camiones del ejército que transportaban desde el cementerio de Bérgamo los féretros a otras provincias italianas para ser incinerados . Los enfermos morían sin recibir el último saludo o caricia de un ser querido. Una tragedia en la tragedia.
Algunos familiares recibieron semanas después sus cenizas. Silvia Monzio recuerda que el cadáver del padre fue enviado a la región de Piamonte para su incineración y recibió en una pequeña urna sus cenizas, después de tres semanas sin tener noticias. Ocurrió lo mismo a muchas familias. La confusión fue tal que algunos se quedaron con las dudas de si esos restos eran realmente los de sus seres queridos.
Angelo Giupponi, médico a cargo del teléfono de urgencias del 118 en la provincia de Bérgamo recuerda los días dramáticos de marzo: Nuestros hospitales entraron en crisis rápidamente. Cada 16 minutos llegaba un paciente en estado muy grave. Muchos hablaron de problemas en cuidados intensivos, pero ese fue el último paso. Antes existía el problema de los pacientes que morían en casa, los pacientes que morían en ambulancias esperando. Llegamos a tener hasta ocho horas de espera antes de poder recibirlos en urgencias, porque no había camas donde poner a la gente».
Un año después, el silencio que invadió a Bérgamo durante el confinamiento, interrumpido entonces constantemente por las sirenas de las ambulancias y las campanas de las iglesias, se ha sustituido por el ruido del tráfico de una ciudad con el recuerdo muy presente de la tragedia. Es una ciudad herida, con el deseo de volver a la vida normal. Pero el virus sigue presente: Este viernes hubo 238 nuevos contagiados y en total 6.396 personas están en aislamiento, según el ministerio de Sanidad. Hay casos ejemplares. Villiam Armati, 59 años, comenzó a tener los primeros síntomas del Covid después del partido Atlanta-Valencia . Lo ingresaron en el hospital San Rafael de Milán: «Pasé en terapia intensiva los diez días más terribles de mi vida. Cuando desperté me di cuenta que no tenía mi pierna izquierda». Necesitó nueve meses para derrotar el Covid. Acude al hospital Juan XXIII de Bérgamo para aprender a caminar. Hoy sueña con hacer un viaje por el mundo con su mujer Antonella: «Lo único que haremos, a partir del próximo verano, cuando estemos en jubilación anticipada, es sentarnos frente al ordenador y decidir adónde ir. Enviaremos postales a todos, desde todos los lugares».
Monumentos para recordar
En recuerdo de los fallecidos en Bérgamo nacerá el «bosque de la memoria». Por cada víctima del Covid se plantará un árbol, como símbolo de vida, para transformar el dolor en renacimiento. También en Codogno, lugar símbolo de la pandemia, en el primer aniversario del descubrimiento del «paciente 1», se ha inaugurado un monumento para recordar a las víctimas.
En la segunda ola del coronavirus han fallecido en Italia más de 60.000 personas. Actualmente, mueren una media de 300 personas al día. Pronto se llegará a 100.000 muertos . Es como si hubiera desaparecido una ciudad de las dimensiones de Pisa. Nunca en la historia de la humanidad un solo evento ha implicado y angustiado a todas las gentes en cada rincón del planeta. En Italia, después de más de 30.000 muertos solo en la primera ola, los balcones a los que salieron los ciudadanos para mostrarse solidarios están en silencio. Los carteles en los que se escribió «todo irá bien» han desaparecido. Doce meses después de la primera víctima del Covid, en Codogno, Bérgamo y en el resto de las ciudades de Italia, se percibe cierto cansancio, pero en general se respetan las instrucciones para evitar una tercera ola del virus. El Covid ha dejado secuelas en los enfermos y una galopante crisis socioeconómica, pero queda la esperanza de las vacunas para recuperar cierta normalidad y poner fin a la pesadilla.
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