Así es la casa de la 'Pompeya de la Palma' que renació de la ceniza dos meses después de la erupción
Julio, de 76 años y vecino de San Nicolás, logró recuperar su hogar
San Nicolás, la ‘Pompeya de La Palma’ , recorrió el mundo. Esta localidad del municipio de El Paso generó casi tanto impacto como el hipnótico y destructivo volcán de La Palma. De hecho, San Nicolás también tiene algo de hipnótico .
Este lugar donde ... no llegó la lava pero sí la ceniza sepultándolo absolutamente todo (casas, carreteras y hasta a los muertos de un cementerio) dejó algunas de las imágenes más impresionantes y sobrecogedoras de la erupción .
El manto gris, del que asoman tímidamente alguna chimenea y, con suerte, algún tejado o una ventana que deja ver una vida en pausa, lo cubre todo convirtiendo este lugar en un barrio nuevo o en un lugar irreconocible y casi inaccesible . San Nicolás está sepultado y arrasado y sobre él reina el silencio, ahora que no lo interrumpe la caída de los piroclastos. Con todo, mantiene una belleza inquietante.
Pese a que la gran mayoría de las casas de San Nicolás siguen enterradas, los vecinos se afanaron desde que los dejaron entrar (cuando los gases lo permitían) para despejar la ceniza de los tejados y quitarle un peso a sus hogares que podía terminar, no solo de sepultarlas sino también de derrumbarlas .
Es precisamente esto lo que hizo Julio con su casa, una segunda residencia que quedó completamente cubierta y que hoy puede verse perfectamente despejada en un mar de ceniza a su alrededor. La otra buena noticia es que no solo está en buen estado en el exterior sino que por dentro también está «intacta», cuenta Julio a ABC. « Entrad y mirad, no hay problema», dice orgulloso invitando a todo el mundo a ver el ‘milagro’ .
Mientras sigue trabajando, con un inexplicable jersey de lana desgastado debajo de un sol abrasador y con varias horas de trabajo encima retirando ceniza con la pala, Julio cuenta que entró a salvar su casa, «incluso con el volcán encendido para apuntalarla y evitar que se caiga por el peso; ahora está totalmente despejada », narra desde el jardín de su casa, empapado de sudor.
Lo ayuda su hijo y un operario con una retroexcavadora para poder despejar la calle que permite la entrada a su casa, aún inaccesible y por donde resulta casi imposible avanzar porque los pies se hunden en la ceniza .
«La hice yo»
Julio es palmero y dice sin ocultar su nostalgia y su orgullo que esta casa está hecha con sus manos. «La hice entera, con la excepción de la albañilería», cuenta. Pese al duro trabajo que está suponiendo la reconstrucción no pierde la sonrisa . Algo más disgustado se muestra su hijo, que carga contra políticos y funcionarios de la isla, por promesas que se hacen pero no se cumplen, por ayudas que no llegan...
«Me gustaría saber cuándo nos van a dejar usar el basalto que se está obteniendo del volcán para poder construir...Prometen mucho pero yo no he visto nada», dice sin soltar la pala.
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