La Sevilla de Jesús Martín Cartaya

Martín Cartaya comenzó a trabajar con Serrano y Luis Arenas y de la mano de ellos aprendió a colocarse allí donde sólo ven los elegidos. Les acompañaba en Semana Santa desde que le tomó afición a la máquina con apenas 15 años. Su primera foto es de la Paz, aunque tiene el cliché perdido. Él siempre recuerda que se fue solo al Porvenir y, al llegar al restaurante La Raza, mientras los camareros montaban los veladores, vio pasar a un gitanillo con americana blanca con una ristra de globos y, junto a él, andaba presuroso un nazareno camino de San Sebastián. Fue su primera vez, como un preludio de su vida, siempre observando y colocándose prudentemente para inmortalizar a los personajes característicos de una escena.

En aquella década yeyé de tantos cambios urbanísticos , el fotógrafo es el guardagujas de la nostalgia. Como aquella imagen de la cofradía del Tiro de Línea cruzando el paso a nivel. Acaba de pasar el convoy hacia el futuro pero Martín Cartaya prefiere el cliché en blanco y negro que detiene la cruz de guía entre los raíles. Allí está, con esa vieja cámara con la que congela el tiempo. Ha llegado corriendo en tranvía a la orden de su querido Serrano, sabe que en aquella foto hay historia...

Así ocurrió tantas veces, como en la calle Tetuán en 1968, cuando fotografió la cola para entrar en el teatro San Fernando , quizá el día en el que Juan Delgado Alba pronunció el Pregón de la Semana Santa. O, cuando en 1965, el día del Santo Entierro Grande de aquel año tan extraordinario para las cofradías de Sevilla, fotografió al Cristo de la Buena Muerte de los Estudiantes por la calle Álvarez Quintero. Y, dos décadas más tarde, el Miércoles Santo de 1983 , se colocó detrás de aquel hombre inmenso que llegó de Tánger para pastorear la Archidiócesis de Sevilla durante 27 años, en su primera Semana Santa, mientras veía pasar al Cristo de la Salud de San Bernardo.

En la calle Iris se ubicó para ver llegar a Curro . Era el 31 de mayo de 1973, el día de la Corrida de la Prensa. Romero le cortó una oreja a un toro de Carlos Núñez compartiendo cartel con Luis Miguel Dominguín y Paquirri.

Porque la cámara de Jesús Martín Cartaya ha estado en los grandes triunfos de la Maestranza ... y también en las peores desgracias, como la muerte de Montoliú y la de Soto Vargas o la cornada del novillero Sierra, al que se le iba la vida en la enfermería mientras él le hacía las fotos para el doctor Ramón Vila. Y se sigue emocionando cuando recuerda cómo, a la hora de la muerte, seguían sonando los clarines y los oles en el ruedo.

Su biógrafo recuerda que Jesús entró en 1973 como colaborador gráfico de ABC de Sevilla donde publicó numerosas fotografías. La mayoría de ellas, de cofradías, aunque muchas también taurinas. La noche y el día. Porque, para poder buscar el mejor plano en Semana Santa, siempre se ha colocado con tiempo para buscar la luz y el encuadre perfecto. Y, en la plaza, donde todo se mide en décimas de segundo, ocurre al contrario.

En el archivo de Martín Cartaya está la Sevilla de los 60 hasta la actualidad. Ahí se pueden encontrar las estampas causadas por las arriadas , como la imagen de la vieja calle Oriente con un metro de agua y una barquita cruzándola camino de San Benito. También están los derribos que el Ayuntamiento llevó a cabo en el Patrocinio en los años previos a la Exposición Universal de 1992. El fotógrafo se infiltró durante el derribo de recordado Hotel Madrid, en 1968, un atentado patrimonial más en aquella Sevilla que dejó un solar en el que se acabó levantando Galerías Preciados. Y en las obras del puente de Triana de 1976, que obligaron a las hermandades del arrabal a cruzar el río San Telmo o por Chapina. Conoció la Feria en el Prado de San Sebastián, en la que capturó para siempre el paseo de caballos desde el interior de una caseta.

Martín Cartaya vio nacer los nuevos barrios, allí a los que marcharon muchos de sus vecinos trianeros cuando la ciudad creció por las periferias. Ahí, en su colección, hay una foto de dos jóvenes sentados sobre unas piedras a modo de asientos viendo un partido de fútbol en un Parque Alcosa en construcción.

El cronista gráfico siempre ha visto la ciudad con ojos románticos. Por eso recuerda los paseos con su novia, Inmaculada, por un barrio de Santa Cruz por donde vivían los sevillanos, y no los turistas, los bares y las tiendas de souvenir como ahora. Ahí, cerca, en el triángulo que forman el Archivo de Indias, la Catedral y el Alcázar, es donde está su mejor escenario; como también en la calle Betis o el puente, en los atardeceres de Triana, que para él son hermosos hasta con la Torre Pelli de fondo.

En tantos paseos, fiestas y acontecimientos, retrató a los personajes de aquella Sevilla antigua: a Paquita Rico camino del Rocío; a los escultores Luis Álvarez Duarte, Juan Abascal o Luis Rodríguez Caso , éste mirando embelesado a su Virgen de la Quinta Angustia; al cardenal Bueno Monreal poco tiempo antes de que le sobreviniera el ictus, en un acto de la Obra Social.

En aquella vieja Sevilla que ha legado a la Universidad también aparece el fotógrafo retratado: traje de mil rayas y la Kodak en vertical congelando el tiempo en El Jueves de la calle Feria a un vendedor de sombreros con el cigarro en la boca. Historia de la ciudad.