entrevista
«Estuvo bien cerrar los manicomios pero faltan dispositivos y no se puede descargar todo el peso sobre las familias»
Benedicto Crespo-Facorro, director de Salud Mental del Virgen del Rocío de Sevilla, aplaude la reforma psiquiátrica pero lamenta que «no se haya terminado cuarenta años después»
«Convertir las depresiones, a veces, de forma dramatizada, en un negocio personal no ayuda a la sociedad»
«El consumo de tranquilizantes es un gran problema en España pero es la solución más rápida y sencilla»

Benedicto Crespo-Facorro dirige la Unidad de Salud Mental del Virgen del Rocío y es catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Sevilla. Acaba de ser elegido académico de la Real Academia Nacional de Medicina de España, donde representará a los psiquiatras y expertos en ... salud mental. Le preguntamos sobre la serie «Adolescencia» y dice que no ha querido verla: «Mi mujer sí (ella también es psiquiatra) pero yo no tengo muchas ganas», confiesa. Recuerda, no obstante, el caso real de los menores de edad que mataron recientemente a una educadora social en un piso tutelado de Badajoz: «Sin entrar a valorarlo, creo que casos así deberían suscitar una pregunta sobre qué pasa en los centros de menores, si están bien dotados, controlados y protegidos, para que un hecho así no se repita».
-La atención a los pacientes mentales se está humanizando en muchos hospitales. De hecho, en las habitaciones del Virgen del Rocío de Sevilla destinados a ellos había rejas, cuando usted llegó. Y las quitó.
-Sí, rejas fuera. El diseño de los servicios de salud mental y muchas de las infraestructuras que tenemos en la salud mental de Andalucía datan de los años de la reforma psiquiátrica, cuando se cerraron los hospitales psiquiátricos, en los años 80/90 del pasado siglo.
-¿Se refiere a los manicomios?
-Sí. Las unidades de hospitalización no pueden tener rejas, aunque sí medidas de seguridad para prevenir posibles riesgos de suicidio, pero no rejas o medidas muy restrictivos o manicomiales. Defiendo, por supuesto, la reforma psiquiátrica y el cierre de los hospitales psiquiátricos y el diseño que entonces se hizo de los servicios y dispositivos necesarios para sustituirlos. Lo que tenemos actualmente data de esa fecha y la sociedad ha cambiado. Aquella reforma quedó incompleta y lo está desde hace cuarenta años. Y necesitamos una apuesta importante de recursos humanos para terminarla.
-Hay muchas quejas de familiares con graves problemas mentales que pueden dañar a otras personas (hijos, hermanos) y andan sueltos por la calle, por así decirlo, ya que ellos no pueden cuidarlos como las circunstancias lo exigen y tampoco hay instituciones que se hagan cargo de ellos.
-Este tema es muy complejo y sensible. Necesitamos un replanteamiento. Fue bueno cerrar los manicomios, que estaban mal diseñados desde el punto de vista funcional y arquitectónico. Eso está bien pero la reforma psiquiátrica, como digo, se quedó incompleta. La gran mayoría de los pacientes mentales se han beneficiado de ese cierre pero hay que entender la diversidad de la patología mental. Hay un porcentaje de pacientes a los que la enfermedad les limita mucho esa capacidad de vivir en sociedad, bien porque no tienen familia, bien por el contexto, bien por una comorbilidad de consumo de sustancias que les hacen más proclive a las crisis. Y para esas personas, como usted dice, mucha parte del trabajo terapéutico se deposita sobre las familias. Y las familias somos las familias, tenemos nuestra capacidad y nuestra limitación de recursos. No es bueno para la familia ni bueno para la persona, ni bueno para la sociedad, que estas personas no reciban otro tipo de ayuda, que es la que necesitan. No hablamos de olvidarlos ni de convertirlos en proscritos. Estos pacientes necesitan otro tipo de dispositivos que no les estamos ofreciendo y para la familia es muy difícil soportar todo el peso de estas situaciones.
-Y eso, además, puede tenr consecuencias graves porque pueden hacer daño a otras personas o a sí mismos.
-Es una minoría de pacientes pero necesitamos un diseño de dispositivos que den respuesta a esas necesidades. En una crisis esos pacientes pueden cometer un delito y van a tener que pagar penalmente por ese delito.
-Supongo que habrá tenido algún caso así a lo largo de su carrera profesional.
-Sí.
- ¿Y lo que usted dijo que podría pasar con él, pasó?
.Exactamente. Es infrecuente pero aparecen agresiones que a veces acaban en muertes.
-¿Están aumentando esos casos?
-La sociedad cambia y estamos viendo más personas con problemas de inestabilidad emocional como trastornos de personalidad, algo que está «in crescendo». Esto es una realidad. Y no tenemos los dispositivos adecuados para estos problemas y se atienden con otros dispositivos no adecuados que, por otra parte, se saturan.
-¿Hay países que sí tengan resuelta la atención a este tipo de pacientes?
-Sí. El modelo británico no sólo pone en marcha muchas intervenciones sino que las evalúa. Y si en cuatro o cinco años, se ve que no funcionan, se quitan y se busca otras. Yo soy mucho de evaluaciones, en España nos falta siempre la parte de evaluación. Podemos estar errando el tiro pero nadie lo evalúa. No digo que nuestro sistema no sea bueno, es bueno, pero es mejorable. Y hay que adaptar los sistemas a los cambios de la sociedad.
-Casi un 30 por ciento de los españoles padece o ha padecido una depresión y la OMS dice que en 2050 será el principal problema de salud del mundo.
-Esta mañana, dando clase a mis alumnos sobre los antidepresivos, les he dicho algo parecido. La ansiedad y la depresión están aumentando. Nuestra capacidad de atenderles no está creciendo de la misma manera que la demanda.
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