El Real Madrid, en las firmes manos de Diego López

Así que el primer tramo de la primera mitad fue un Averno para los blancos, que veían a los amarillos pasar como si fuesen aviones. Pereira les hizo un ovillo a los dos centrales, los laterales doblaban como cohetes y todo el mundo llegaba suelto. Illarra, que acaba de entrar en el equipo y que salía de una lesión, se perdió al principio en los mecanismos del equipo, pero estuvo achicando agua como podía. Modric lo mismo y Bale , perdido en el maremagnum de camisetas amarillas, no veía el balón.

El Madrid se aferró entonces a Diego López , que es un portero inmenso, grandioso. El gallego salvó a los blancos en esos momentos pues paró tres o cuatro balones de esos que se veían más en la red que en otro sitio. En esa burbuja de aire que dio Diego al equipo, el Madrid logró sobrevivir. Poco a poco, susto a susto, metro a metro, fue recuperando la compostura. Todo comenzó, como siempre, en Modric , que fue el primero en encontrar el balón. Aunque esta vez no contó con la ayuda de Isco, sí empezó a conectar con Illarra, que se fue recuperando a medida que el Villarreal bajaba el pistón de su empuje.

Al Madrid le bastó con eso. Con la pólvora que tiene arriba, le valía con media llegada. Hasta la media hora no vio de cerca a Asenjo pero desde ese momento agarró la garganta del portero y ya no la soltó. Tuvo una Sergio Ramos, otra Cristiano y a la tercera Modric encontró la entrada letal de Carvajal. A la cita con el pase de la muerte acudió como una bala Bale, que había aparecido poco pero que olió sangre y metió un mordisco tremendo que hizo un bollo enorme en el submarino local.

Con el gol empezó a aparecer gente como Illarra que, aún fuera de ritmo, es muy bueno, al tiempo que crecía Carvajal y Cristiano, como siempre, iba con el AK 47 cargado.

El choque se puso encima de la cuchilla cuando en la segunda parte el Villarreal recuperó el resuello. Y en esa disyuntiva fue el dinero lo que estuvo a punto de decantar el encuentro. Llegó el submarino una vez y Costa falló un gol a cinco metros, a puerta vacía y sin oposición. La tiró fuera. Sin explicación posible. Un asunto sideral.

Pero a la siguiente llegó Cristiano, disparó, el balón dio en un defensa, rebotó, dio en la rodilla de Cristiano y luego en la del portero para colarse en la red. Llámenlo suerte, fortuna o lo que sea, pero la ocasión clara del Villarreal la falló y la del Madrid, de churro y rebote, la metió dentro.

Mérito amarillo

El Villarreal, con un mérito enorme, se fue a por el rival huyendo de las meigas y de la brujería. Empató Giovani tras otro gran paradón de Diego López y el partido se puso en la balanza de la justicia. Ahí el Madrid pareció ahogarse. A medida que Toral daba aire a su equipo, los de Ancelotti se difuminaban.

De nuevo el Madrid se acunó en las firmes manos de Diego López, que tuvo su noche, aguantando los empellones del Villarreal, que superaba en físico y garra a los blancos, arriesgando en su ofensiva porque la contra del Madrid estaba siempre amenazante.

Al final cualquier pudo ganar y como siempre que la moneda está en el aire, en el aire se quedó porque ya no había fuerzas ni para dar un paso. El Madrid salió con un punto y fue lo más justo porque el fútbol fue del Villarreal y la pegada de los blancos, y también la fortuna y un portero excelente al que ayer le debió la vida.