Al Real Madrid le faltó carácter al final

Pero vayamos por partes. Empecemos por la alcaldesa, que dejó el derby en anticlímax . “Me da igual”. Una genialidad, probablemente el primer acto fresco y revolucionario de la alcaldesa. Sabíamos que los toros no, ni las terrazas, y que en su Madrid mental los jóvenes han de parar a mitad de botellón para pasar la escoba, pero es que, además, en su ideal ciudadano matritense ¡tampoco hay fútbol! ¡Es un Madrid del siglo XIX!

Las alineaciones daban de inicio una una curiosa sensación de convergencia.

El Atleti se dibuja en un 4-3-3 estilizado con un tridente; mientras que el Madrid de Benítez se apuntalaba con Casemiro, un pivote, pivote. ¿Una convergencia en fugaces 4-3-3? Sí, pero el Madrid con un reforzado “pasillo de seguridad” ( ¡flotador de seguridad! ), y el Atlético con un talle más ligero que sus últimos años. Un Atleti joven, cholismo teen y skinny .

El Madrid se adelantó muy pronto con una gran jugada de Carvajal, que remató Benzema. No tuvo mucho más el Madrid en ataque en la primera parte, pero dejó sensación de equipo serio cimentado sobre algunas actuaciones. La de Casemiro fue una de ellas. Cortó muchos balones aéreos, hizo de escoba (¡Carmena!) y distribuyó con sorprendente tino. Casemiro era la maceta donde colgar a Modric, los geranios exteriores de los pies de Modric. Tirado al interior izquierdo fue por ratitos Cruyff o ese Xavi pletórico al que no había quien le quitara la pelota.

Además, Carvajal, que dio el gol y oxigenó con llegadas el ataque blanco. Carvajal llega, pero además es que llega fresco, limpio, como si llegara de darse un paseo. Se lesionó y fue sustituido por Arbeloa. La gente, con muy mala idea, le cantaba cono . ¡Pero ojo con los conos! Que un cono de Cruyff sabía más de fútbol que muchos futbolistas. Hay que precisar.

También Varane, que en los cortes está tan sobrado que desde arriba parecía Obama zanjando una discusión con Revilla .

En el Atlético, lo bueno en esa primera parte lo hacía Correa. Tuvo un penalti Griezmann, pero fue provocado por una individualidad de Ramos , una jugada desastrosa y reincidente del capitán, que ante la presión se la dio al rival y luego, al ir a redimirse, provocó un penalti de tarjeta anaranjada.

Paró Navas, que echó el puño en alto como si sostuviese en el área dos entradas para ver a Raphael. Ese brazo en alto era otro reflejo del portero.

Tuvo minutos de brega el Atleti, que no pierde su carácter. Es más bien un cholismo distinto. Un cholismo que ha de encarrilarse en las evoluciones peloteriles innegables de Correa. Cholismo de punta fina . Es el mismo ardor (“¡Mete la pierna, muere ahi!”, exigen en la grada), pero pendiente de sustanciarse en otra cosa.

Podría decirse que la batalla de 4-3-3 la ganó Benítez en esa primera parte . Su dibujo no se violentó demasiado. Isco ayudaba, pero entre Casemiro y los interiores se bastaban. El Atleti mutaba en 4-4-2, sacrificando a Oliver y a Griezmann a la tarea dignísima de perseguir al otro.

La segunda parte comenzó con ocasiones de Correa, un futbolista por el que merece la pena un replanteamiento. El Madrid lo detenía y organizaba contras elaboradas. En ninguna dejaba de haber tres jugadores en el centro del campo. Era difícil buscarle huecos al Madrid, que ha perdido su antigua e irritante porosidad.

En esos minutos, Undiano tardó más de lo habitual en sacar las amarillas caseras que el público exige. Tuvo su mérito. Al final, eso sí, casi todo el mundo salió tarjeteado. Los entrenadores deberían sospechar de quien volviera limpio al vestuario, igual que se sospecha del soldado o del torero incólumes.

En el 66', Benítez, como una multinacional que exhibe su ultimísimo y reforzado modelo de telefonía, el que por si solo le permitirá ganar un mercado, sacó a Bale. Falló la cosa, salió descargado.

El Atleti llegaba, pero más por las bandas. Casemiro era un tercer central y en las contras, Ronaldo olvidaba a sus compañeros de carrera (Bale y Benzema ni un gesto, pero se tienen que escribir unos whatsapps... Nombre del grupo: Contras con Cristiano ).

En el 75', muy lejos del final, entró Kovacic. Parecía que iba ser, nuevamente, el cierre del partido. El Madrid parecía una aduana. Pero obtenida esa sensación, cundió otra de manera inmediata: el Madrid podía sentenciar y se dormía en un ejercicio de fundamentos defensivos. Bajaba la tensión, atacaba sin chutar . En ese momento de relajo muscular, una internada de Jackson por la banda de Arbeloa acabó en remate suelto en el área de Vietto. Aún tuvo que parar Keylor otro gol cantado.

Al Madrid le faltó carácter. Lo que le sobra a un Atlético al que el cholismo se le quiere transformar para llegar a las botas de Correa convertido en puro fútbol.