La ventana indiscreta
Payasos tristes y renos malos
Ser amable está sobrevalorado porque el mundo funciona un poco al revés. La risa no cura, pero la gasolina son las lágrimas
El evangelio según Brian Cox
Madrid
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Iniciar sesiónIba yo distraída una vez por la calle Preciados y un olivo me rozó la cara. La naturaleza rara vez increpa así que me giré, a ver qué pasaba. Suspiré pero solo un poco porque era una mujer, aunque bien grande. Quería bendecirme a cambio ... de pasta, pero me sentí tan acorralada como si en vez de una rama llevara una pistola. Me negué a dar mi dinero solo porque no me sobra, pero terminé comprándole todos los medicamentos que necesitaban sus hijos, que debían ser legión a juzgar por el fajo de recetas que sacaba del bolsillo. Como el Inspector Gadget pero en bata. Desde ahí, tras un tiempo prudente sin atravesar esa zona, voy como los jabalíes, hacia adelante, mirando hacia los lados solo por si a alguien le da por echarme mal de ojo o, peor, aprovecharse de esta pobre incauta.
Ser amable está sobrevalorado. Que se lo digan a Donny, que por apiadarse de una señora pasada de kilos que lloraba en la barra de un pub e invitarla a una taza de té se metió en un lío del que ni MacGyver saldría fácil. Donny, por cierto, es el alter ego del cómico Richard Gadd, protagonista y creador de 'Mi reno de peluche', el nuevo fenómeno de Netflix que te sacude por dentro. Todo lo que cuenta, desde la obsesión enfermiza, el acoso, a (ojo, aquí va spoiler) la brutal agresión que detona todos sus traumas es real, lo sufrió en sus propias carnes Gadd, que hace como Phoebe Waller- Bridge en 'Fleabag' y se ahorra el psicólogo convirtiendo en serie el número que presentó en el Festival Fringe. Los monólogos son más baratos que pagar una terapia.
El personaje de Donny, igual que Gadd, es en la serie aspirante a humorista, y tiene muchas cosas, sobre todo bártulos en una maleta y líos de pantalones y de faldas, pero va escaso de gracia. Le sobran en cambio las desgracias, porque es incapaz de no empatizar, en bucle, con la gente que le hace daño. Le pasa un poco lo que a tantos genios del humor, payasos tristes muchos de ellos y alguno, como Robin Williams o John Belushi, con destino aciago. Personas hipersensibles que después de provocar tantas risas en los demás terminan desarrollando inmunidad a las carcajadas. Claro que es hasta comprensible, porque sus chistes gustan a todos pero a ellos no los salvan.
El mundo a veces funciona un poco al revés. La risa no cura, pero la gasolina son las lágrimas.
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