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Renée Zellweger, ganadora del Oscar a la mejor actriz por «Judy» ABC Multimedia
Lucía M. Cabanelas

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Murió en el baño de una sobredosis de barbitúricos como Marilyn Monroe. Con 47 años recién cumplidos, Judy Garland recorrió por última vez el camino de baldosas amarillas pero no volvió a Kansas ni se la llevó un torbellino, como su memorable personaje en «El Mago de Oz», sino que sucumbió a ese huracán al que la abocó la vida, en un triste final del que no pudo, como Dorothy, despertar.

Fue un juguete roto al que le pasó factura el compromiso, desde niña, con un Hollywood que nunca se lo agradeció lo suficiente. Y así la actriz que dio su vida por la meca del cine se fue en silencio, fuerte solo en la memoria. Hasta ahora, que la industria se redimió premiando a Renée Zellweger por su transformación en Judy Garland en una película, «Judy», más ligera que el homenaje que en realidad se merecía la madre de Liza Minnelli .

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Judy

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No así los esfuerzos de Zellweger, que ha huido del abismo del olvido con una interpretación personalísima de la estrella de cine. De capa caída en los últimos años, la protagonista de «Bridget Jones» se fusiona con el dolor de Garland en el biopic dirigido por Rupert Goold, y, como la fallecida actriz, resucita –y la resucita– dedicándole el Oscar a mejor actriz que nunca recibió: «El aniversario de la muerte de Judy Garland nos recuerda que nuestros héroes nos unen porque definen lo mejor de nosotros mismos. Judy Garland no recibió este honor en su vida pero este momento es su legado, por su excepcionalidad única, su voz, su inclusividad, su generosidad de espíritu, porque todo eso trasciende a cualquier logro artístico. Señora Garland, ha sido una de esas heroínas que nos unen y esto es para usted. Estoy muy agradecida».

El drama sobre Judy Garland le brindó a Zellweger la oportunidad de reconducir una carrera que, desde hace un tiempo, apenas hace ruido. La actriz, nominada en cuatro ocasiones a los Oscar y con dos estatuillas en su haber, se vio en el espejo de la considerada por el American Film Institute como la octava mejor estrella femenina de la historia del cine, asumió sus traumas e inseguridades como los suyos propios y evitó, por primera vez, sus míticos mohínes .

El premio para Zellweger, que ya es el segundo Oscar de su carrera después del de «Cold Mountain» en 2003, fue el que nunca logró Garland, que se tuvo que conformar con el Premio Juvenil de la Academia por su papel de Dorothy en «El Mago de Oz».

Pero la vida de Judy Garland fue mucho peor de lo que muestra «Judy», un filme que no busca «el esplendor de una de las más grandes estrellas de Hollywood , sino el efecto y causas de uno de los más grandes juguetes rotos de la mayor fábrica de ellos».

No ahonda tampoco «Judy», vehículo exclusivo para el lucimiento de una entregada Zellweger, en los complejos que le provocó a Garland «El Mago de Oz», su película más conocida, aunque sí «aparece ese personaje infeliz y exprimido en sus primeros años en la Metro Goldwyn Mayer bajo la tutela del impresionante Louis B. Mayer». Por su papel de Dorothy la actriz ganó un Oscar especial , pero también infinidad de problemas. Su tendencia a engordar la sometió a una vigilancia constante por parte de productores y directivos de MGM, que le impusieron una estricta dieta a base de lechuga y líquidos que acució su ansiedad e incrementó su adicción al tabaco, llegando a consumir ochenta cigarrillos al día.

Tenía 16 años, pero su Dorothy debía aparentar doce. Por entonces ya era adicta a las pastillas, que Metro Goldwyn Mayer le proporcionaba para no acusar el exigente rodaje: anfetaminas de día para aguantar despierta, barbitúricos de noche para descansar. La obligaron a utilizar ajustados corsés y gasas para disimular el pecho; sufrió acoso sexual durante el filme, donde su doble y entrenadora personal, Barbara Bobbie Koshay, la espiaba por orden del estudio. Vestida de azul y con sus cotizados chapines rojos, Garland sufrió el azote de Louis B. Mayer, que acentuó su inseguridad al llamarla «mi pequeña jorobada» durante el rodaje de la película, uno de los grandes logros del technicolor que cumplió en agosto 80 años.

De todo eso se hace eco Zellweger, más valiente en su conversión que los riesgos que tomó el director de «Judy», sobre sus últimos meses de vida. Y por fin, más de medio siglo después de su muerte, Hollywood salda su deuda con la icónica estrella, reencarnada por la actriz a la que, un día, también se la tragó el éxito.

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