Flores para Antonio: Isaki Lacuesta y Elena Molina regalan a Alba Flores la película de su vida
Los directores estrenan el documental sobre la figura del cantante, que huye de la hagiografía sin disimular su cariño y homenaje a la memoria del protagonista
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Isaki Lacuesta y Elena Molina, antes de la entrevista con ABC por la presentación de 'Flores para Antonio'
Todo empezó con una llamada que proponía un reto: el de arriesgarse a entrar en la memoria de una familia de la que toda España creía conocer sus secretos y la de una muerte de la que nadie parecía querer conocer la verdad. La familia ... son los Flores, siempre a la sombra de la faraona Lola, y la memoria que recuperar la del genio Antonio. El encargo lo propuso Alba, la hija que quería poner luz sobre aquellos años tumultuosos. Y allí apareció Isaki Lacuesta, que dijo sí a la aventura por amistad con Alba, y después Elena Molina, que no se lo pensó cuando recibió el mensaje de Isaki. Y así nació 'Flores para Antonio', un documental sobre la figura del cantante que huye de la hagiografía sin disimular su cariño y homenaje a la memoria del protagonista.
«El primer pensamiento fue de ganas de hacerlo por amor a Alba. Por amistad con ella», recuerda Isaki Lacuesta. Elena Molina lo corrobora: «Me escribió Isaki y me dijo «¿puedes hablar?». Estaba en Praga, miré el calendario y pensé: da igual lo que sea, sí». Ninguno de los dos sospechaba que aquella llamada iba a convertirse en cuatro años de trabajo, literalmente, terapia familiar filmada.
Porque Flores para Antonio no nació como documental clásico. Al principio, Lacuesta y Molina pensaron en un recorrido cronológico a partir de las canciones de Antonio. «Las primeras páginas que escribimos partían de sus letras», cuenta Molina. «Todas son autobiográficas, así que nos parecía que podíamos contar su vida canción a canción». Ana Villa, viuda de Antonio y madre de Alba, empezó a mandar audios por WhatsApp explicando el contexto de cada tema: «Esta la escribió cuando…», «Esta otra la grabó enfadadísimo porque…». Aquello parecía un método seguro.
Pero cuando empezaron a abrir cajas de archivo y a sentar a la familia delante de la cámara, el proyecto dio un vuelco. «El gran cambio fue progresivo», reconoce Lacuesta. «Nos dimos cuenta de que no era una película en tercera persona. Era la película de Alba buscando a su padre». De pronto, la estructura saltó por los aires. Ya no se trataba de explicar a Antonio Flores al público, sino de acompañar a su hija mientras se atrevía a hacer preguntas que llevaba décadas posponiendo.
Ese giro convirtió el rodaje en algo parecido a un proceso terapéutico colectivo. «Alba siempre dice que éramos muy finos diciendo que eran 'conversaciones'», ríe Molina. «Eran discusiones acaloradas, bonitas pero intensas». En una de esas sesiones, Marian, amiga íntima de Antonio y autora de muchas de sus fotos y videoclips, le enseñó a Alba una grabación doméstica: la primera vez que la niña, con apenas ocho años, cantó junto a su padre. Alba se emociona visiblemente en pantalla. «Ahí entendimos que el concierto final no era una excusa argumental», explica Lacuesta. «Era la clave: Alba había dejado de cantar el día que murió Antonio porque el peso de la expectativa la había dejado sin voz». Literalmente.
El bloqueo no era solo musical. Era también emocional. «En la familia Flores cantar es la principal vía de comunicación», apunta Molina. «Y Alba había perdido la suya». El documental se convirtió, sin buscarlo, en la historia de alguien que recupera la voz para poder preguntar, para poder cantar y para poder despedirse.
«Nadie me quiere contar el lado oscuro de papá»
Alba Flores
Uno de los temas más delicados fue, precisamente, cómo hablar de las adicciones de Antonio. «Desde el principio Alba expresó que quería una película muy sincera, como es ella y como era su padre», recuerda Lacuesta. «Si nos hubiera dicho que prefería esconder cosas, probablemente no habríamos hecho la película». Pero la sinceridad chocaba con la protección instintiva que amigos y familiares habían ejercido durante décadas. En pantalla se ve a Alba quejándose: «Nadie me quiere contar el lado oscuro de papá». La gente callaba por amor, por pudor, por miedo a hacer daño.
La solución llegó tarde, casi al final del montaje. Las versiones sobre las circunstancias de la muerte de Antonio eran contradictorias y el dolor había fabricado recuerdos distintos para cada uno. «La autopsia siempre estuvo a nuestra disposición», cuenta Lacuesta. «Al principio ni la queríamos. Pero cuando vimos que había lagunas irreconciliables dijimos: hay que tenerla». Esa noche Elena Molina no durmió. «Pensé: ay, no sé si está bien haber dicho que ha llegado el momento». Pero fue sanador. Alba pidió el documento, lo leyó en cámara y, por primera vez, la familia pudo hablar sin filtros de lo que realmente ocurrió el 30 de mayo de 1995.
Porque hay algo extremadamente curioso en la familia Flores. En esas grabaciones familiares privadas, íntimas, se les ve jugando, cantando, interpretando telenovelas como las que estaban de moda en la época, pero no recuerdan conversaciones profundas. Sin embargo, luego en la televisión nacional, frente a millones de españoles, hablaban de todos los temas escabrosos. Es impresionante ver la grabación de un programa de Nochevieja en el que Lolita le pregunta en antena a Antonio si eso de las drogas ya lo va a dejar de lado, y él asegura que ya está limpio y centrado en las nuevas composiciones.
La sombra de la Faraona
Otro reto fue Lola Flores. «En montaje bromeábamos con que Lola tenía que ser una mosca, pasar por un sitio y otro pero no hacer demasiado ruido», cuenta Molina riendo. «Venía un ratito, decía lo suyo y se iba. Porque si no se robaba el show entero». La Faraona aparece lo justo para entender el contexto, pero nunca eclipsa a su hijo. «Alba tenía muy claro que la protagonista era la relación con su padre, no la sombra de su abuela».
Porque el documental también es un retrato generacional sobre el peso de un apellido. Antonio, Lolita y Rosario empezaron firmando como González, huyendo del «hijo de». Antonio quería ser rockero, estaba conectado con la movida, pero la prensa y parte del público no le tomaban en serio y él , al final, peleó por encontrar su voz. «Hoy lo llamamos nepo baby y se rechaza frontalmente», reflexiona Elena. «En los ochenta y noventa era igual, pero sin nombre».
«Todos tenemos silencios pendientes en casa. Cosas que no preguntamos por miedo a la respuesta. Esta película invita a enfrentarlos»
Elena Molina
Lo más sorprendente, quizá, es cómo la película funciona incluso para quien no conoce la saga. Elena Molina lo comprobó con su pareja italiana: «No sabía quién era Lola ni Antonio ni Alba. Y lloraba igual». Porque, más allá de la música y del apellido, 'Flores para Antonio' es la historia universal de una niña que se quedó con ocho años sin padre. «Todos tenemos silencios pendientes en casa», dice Molina. «Cosas que no preguntamos por miedo a la respuesta. Esta película invita a enfrentarlos».
En el concierto final, Alba canta por primera vez las canciones de su padre acompañada por su tía Rosario. «No queríamos hacer una peli terapéutica, pero un poco ha salido», bromea Molina. «Es sanadora», remata Lacuesta.