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ABC Cultural

Crítica de 'Titane': Muy atento a lo que prefieres no ver

Tiene tirón, el atractivo de la tentación y se muestra como algo extraordinario y necesario de ver para aquellos que aún tienen pesadillas y remordimientos digestivos por haberse tragado enterita 'La casa de la pradera'

Fotograma de 'Titane'
Oti Rodríguez Marchante

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Sin duda, uno de los estrenos del año, y no porque ganara la Palma de Oro en Cannes, sino porque es una película que marca y, sobre todo, anuncia tendencia y asume un riesgo mayúsculo llevándose el 'centro', lo 'correcto', hasta extremos hostiles tanto en lo cinematográfico como en lo racional y visual.

La directora, Julia Ducournau, reúne en su historia varias de las luchas que llueven en cascada en el mundo de hoy sobre la diversidad sexual, la dislocación de la familia, la mixtura de lo humano con lo metálico o robótico y hasta la violencia como catarsis, pero la despoja de todo atisbo de cordialidad, deleite y compasión hacia el espectador con un compuesto de imágenes, no ya transgresoras en su brutalidad y complejidad, sino demoledoras y que apalean por completo la vista y el cuerpo de un público no forrado de amianto o titanio, como la protagonista de este insólito cuento sobre la soledad, la crueldad y la adaptación.

Tres notas sobre el personaje y su desarrollo físico y psicológico en el argumento: prefacio sobre una niña, su accidente y el implante de una placa de titanio en su cabeza; Alexia ya de adulta es una estrella de la danza sexual sobre coches de exposición, aunque sus impulsos sexuales los adereza con una violencia radical incluso para un subgénero como el gore, y Alexia, acorralada, se convierte en Adrien Legrand, un niño desaparecido hace años y que reaparece para consuelo delirante de su padre, un bombero ininteligible que interpreta a tortazos y chutes Vincent Lindon. (Nota al margen: tal vez la historia ganara si en vez de narrarse en un continuo temporal, comenzara con Adrien Legrand y nos contara su pasado y circunstancias en pildoreo de 'flashbacks' bien medidos).

El trayecto del personaje solo es posible como metáfora sobre lo femenino y dolorido , su transformación, su arreglo sangriento con el pasado y su proceso para encontrar un futuro en la mutación y la invención (embarazosa y literalmente 'autoinfligida') de algo nuevo. Y ese solo es posible, lo hace posible la actriz Agathe Rouselle , de físico e insinuación admirables al servicio de un personaje insoluble con cualquier brizna de razón.

El quebrantamiento que logra esta película con el, digamos, agrado visual es tremendo, no solo por sus notables momentos de agresividad hacia el placer del ojo y el fluir de una lógica narrativa (nada de lo que ocurre es sospechado sin estar majara), sino también por las zonas de cochambre, de situaciones entre excéntricas y ridículas que Julia Ducournau no duda en afrontar con arrojo suicida, como ese 'Macarena' de los Del Río en un destacamento bailongo de bomberos o como esa relación padre e hijo embarazada.

'Titane' se ajusta enteramente a esa consideración que muchos espectadores tendrán: 'No es mi película'. Pero tiene tirón, el atractivo de la tentación y se muestra como algo extraordinario y necesario de ver para aquellos que aún tienen pesadillas y remordimientos digestivos por haberse tragado enterita 'La casa de la pradera'.

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