Crítica de 'Compartimento nº 6': Extraños en un tren

El viaje es agotador (no la película) pues recorre varias jornadas por lo más profundo del suelo ruso, y antes de partir nos ofrece información previa de ella, una joven seria, cultivada, lesbiana y que emprende su aventura para visitar los famosos petroglifos de un yacimiento arqueológico en Múrsmansk, muy al norte, donde no son imprescindibles los frigoríficos. El guion, en cambio, dosifica la información sobre ese joven que irrumpe en la historia de modo amenazador y con una peligrosa tendencia a darle al frasco y a perder el control que ni siquiera tiene.

Todo es real, profundo, físico e intenso, pero también todo es metafórico, desde el viaje hacia…, hasta el encuentro con… Son dos personas que naturalmente se repelen, pero el trabajo argumental e interpretativo conjuga una química contraria a lo previsto, y con la convivencia entre ambos (llena absolutamente de todos los matices imaginables, desde el terror a la compenetración) se construye un tejido sentimental, disonante y armónico que es la piel y la entraña de la historia. Tal vez no se pueda considerar una historia de amor, pues la película tiene diversos discursos, pero, puestos a considerarla, sería de las más raras y hermosas que se han contado, y con un poso lejano y brutamente eslavo de aquel 'Antes del amanecer' de Linklater .