QUEMAR LOS DÍAS
El puttering no es lo que imaginas
Llegar al final de tus días como un viejoven practicando el flexliving me resulta aterrador
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Iniciar sesiónPor mor del diablo de las puñeteras noticias sugeridas por Google, el otro día piqué una vez más, ay, en el dichoso clickbait. La información hablaba de una nueva tendencia social llamada puttering. Al contrario de lo que uno, con las hormonas disparadas por la ... efervescencia primaveral, hubiera imaginado, lo de puttering no va de coyunda; se refiere a un hábito que, según la noticia, fomenta la relajación y mejora la creatividad y la salud emocional. La cosa consiste, básicamente, en hacer pequeñas tareas sin prisas.
A mí, qué quieren que les diga, lo de puttering me suena más a tardeo, ese fenómeno que causa furor entre mucha gente ya metida en la cuarentena y la cincuentena, y que uno puede contemplar, como quien ve un documental de La 2 sobre apareamiento en la sabana, en el entorno del Paseo de Colón cualquier jueves por la noche. Entre esa fauna, tiene gran predicamento el antiaging, que es una especie de actualización del lifting de toda la vida: tratamientos que persiguen retardar el envejecimiento corporal para sentirse más jóvenes. A mí los encuentros de tardeo, con su trasiego y mercadeo de carne vieja, me parecen más bien trash cooking: ya saben, esa otra tendencia que consiste en cocinar las sobras.
En el ámbito de la juguetería, de un tiempo a esta parte, el mercado kidult lo está rompiendo todo. Frente a la supremacía del videojuego, el juguete clásico está encontrando en este segmento su supervivencia. Kidult es una contracción de kid, niño, y adult. Según Lego, la famosa marca de juguetes desmontables, el mercado kidult representa ya el 30% de su facturación.
Nos resistimos a hacernos viejos. Pero la vejez, cuando juegas a ser eternamente un muchacho, es incómoda y fea; nadie quiere llamarla por su nombre. Por eso vienen bien todos esos sofisticados y rutilantes eufemismos en inglés, que ejercen de filtro antiedad, y también, de camino, como mecanismo para maquillar la severa precarización a la que nos conducen los nuevos tiempos. Es fantástico tener el dormitorio abarrotado de figuras de Lego y FunkoPop, aunque hayas rebasado la cuarentena y todavía vivas compartiendo piso alquilado.
Hace unos días, en estas páginas, se hablaba, al hilo de una reciente jornada organizada por Gaesco, del auge del flexliving, que alude a la vivienda flexible, y aglutina conceptos como el coliving, el cohousing o el cosenior. Todas ellas esconden, en realidad, una depauperización amable y cool de las condiciones de vida, en las que el ciudadano asume con conformismo el sostenimiento de una vida líquida y provisional hasta el final de sus días. Envejecer es jodido, pero acabar tu existencia como viejoven practicando el flexliving me resulta aterrador. Antes, debajo de un puente.
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