La ley del silencio

«Bulo» es el nombre que da la corrección política a la discrepancia. «Mentira» es como nazi, que se entiende mejor que comunista. Y mentira es que los niños tengan vulva, que Israel bombardee hospitales o camiones de ayuda humanitaria. Mentira es que Zelenski sea un estadista, que Trump sea una amenaza para la estabilidad mundial. Mentira es el Nobel de la Paz de Obama, uno de los presidentes más sanguinarios de la historia reciente de EE.UU.

Twitter fue una maquinaria de difamación y de mentira mucho más dirigida que X y siempre ganaban los mismos. Twitter fue la gran cloaca de su tiempo, el origen del linchamiento moderno, el caldo de cultivo del populismo, el propagador de visceralidad y odio más atroz que jamás el honbre haya conocido. Con Musk, X continúa siendo un retrete pero menos buenista y no sólo los de una forma de pensar pueden aplastar al otro. Musk despidiendo a la policía política de Twitter es 'La ley del silencio' y el recordatorio de que la raíz del mal del nazismo está en que es una forma de socialismo.

A las personas y empresas educadas, las redes sociales sólo pueden servir como difusoras de sus contenidos –artículos, establecimientos o productos comerciales, marcas, etcétera– pero «estar» en ellas es bajo, es peligroso y es humillante. «Estar» en las redes sociales, participar en sus debates o explicar tu vida es una pérdida de tiempo además de una desnuda demostración de necesidad de llamar la atención y de soledad.

Y siempre ha sido lo mismo y las repentinas ganas de marcharse de medios que con más libertad tienen menos influencia ha de entenderse como una derrota y ese muy mal perder que suele tener el totalitarismo izquiedista cuando tras muchos años de silenciar al adversario llamándole fascista se resquebrajan las cárceles del pensamiento único y hay voces que se empiezan a oír. La victoria de Trump y una presidencia sin posible reelección e inequívoca con Israel y el capitalismo será la mayor enmienda a la totalidad desde que cayó el Muro. No sólo a una ideología sino a una manera de vivir cínica, barata, como si no fuera nuestro deber proteger lo que amamos. El día del homenaje a Kazan la señora Thatcher, Juan Pablo II y yo nos levantamos a aplaudir desde nuestras casas. Vuestros ridículos desplantes son los restos de oscuridad que deja atrás el mundo libre cuando avanza.