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ARMA Y pADRINO

Ser mujer es nacer mujer

El sexo, que no es una condición administrativa sino biológica, le pese a quien le pese, es binario

Contextualizar el pasado

Feminismo de Schrödinger

Rebeca Argudo

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El Tribunal Supremo del Reino Unido dictaba una sentencia por la cual establece que la definición de mujer, contemplada en la Ley de Igualdad de 2010, hace referencia única y expresamente a la mujer biológica. Así, una mujer trans quedaría fuera de esta definición ... y, por tanto, no podría acogerse a las medidas de protección establecidas para este sexo. La noticia ha sido celebrada por feministas tradicionales, que siempre han sostenido que las políticas Lgtbiq+ (siempre tengo la sensación de dejarme alguna sigla o que, de acertar, las he ordenado mal) suponen el borrado de la mujer, que atentan contra toda ley que tenga su base configurativa en el sexo. J. K. Rowling, la autora de 'Harry Potter', que sufrió una agresiva campaña de hostigamiento en redes sociales por este motivo, publicaba un fotografía fumando un puro y con una copa en la que celebraba la noticia con la frase «I love it when a plan comes together». Irene Montero, por su parte, tecleaba (ella o un mono con platillos) que «legalizar la transfobia es odio y es violencia institucional. La misma que luego ejercen con ensañamiento contra cualquier otra mujer». Irene Montero, les recuerdo, es eurodiputada y fue ministra de Igualdad en nuestro país y, pese a ello, es capaz de sostener, sin sonrojo, que decir que «mujer» es aquel ser humano que nace con un par de cromosomas X es transfobia, es odio y es violencia institucional. Y cerca de 6.000 personas con acceso a internet le han dado un corazoncito a su ocurrencia. Montero ha olvidado explicarles, o quizá es que ni siquiera ha leído la sentencia y se ha conformado con leer los titulares (no me extrañaría, visto lo visto, que se informe en TikTok), que la ley a la que hace referencia la sentencia establece nueve características a proteger contra toda discriminación: edad, discapacidad, reasignación de género, matrimonio (o unión civil), embarazo y maternidad, raza, religión y sexo. Así, lo que viene a decir, es que las personas trans ya están protegidas: no se les desampara. Pero el sexo, que no es una condición administrativa sino biológica, le pese a quien le pese, es binario. Y que algunas personas sufran de disforia de género no enmienda esa realidad, como el nacimiento de algunas personas sin piernas no acaba con nuestra condición de bípedos. Así, por favor, no hagan caso a Irene Montero en sus victorianos dramas de diva airada. Ni a ella, ni a Elizabeth Duval, que se nos pone melodrámatica y habla de sed por acabar con la existencia de las personas trans. En realidad, las únicas que parecen querer que desaparezca la condición de trans son ellas, que desean asimilarlas a la de otro sexo y que no se haga referencia a su condición. El resto queremos que se les proteja y ampare, que disfruten de todos los derecho y deberes, como cualquier otro ciudadano. Pero que no nos obliguen, parafraseando a Chesterton, a tener que desenvainar las espadas para sostener que la mujer es la hembra adulta del ser humano: tan cierto como que el prado es verde.

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