ARMA Y PADRINO
Instrucciones para detener un genocidio
Demasiada contundencia frontal podría resultar incómoda
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Nadie habrá dejado de observar que, con frecuencia, en el mundo ocurren desgracias: desastres naturales, hambrunas, conflictos armados, colapsos económicos, emergencias sanitarias. De entre todos ellos, el activista constante deberá elegir la causa del momento y obviar el resto. De estar con la emergencia climática ... no se puede estar con el pueblo saharaui y, de estar con el pueblo saharaui no se puede estar con la causa trans. No significa que no se haya estado antes o no se vaya a estar después. De hecho, es imprescindible para ser constante (y serlo constantemente para ser activista). Pero estar, lo que se dice estar, hay que estar a lo que hay que estar. O corre uno el riesgo de que parezca que va por libre. Como si no fuera de izquierdas. Tal vez hace dos semanas el cambio climático fuese de vital urgencia, como antes lo fue Franco, y antes, el problema habitacional (la okupación, no). Y antes la causa trans y, antes, las víctimas de la dana, y antes las de las residencias. Y antes las del machismo, que mataba más que el Covid antes de que el Covid matara más que nada pero solo en Madrid. Ya no. Ahora estamos a genocidio en Gaza. Como si hubiese comenzado ayer.
Los genocidios se detienen de frente. De frente, 'ma non troppo', pues demasiada contundencia frontal podría resultar incómoda. Una buena forma de hacerlo es interrumpir una competición deportiva internacional a 3.500 km. de distancia porque participa un equipo no financiado directamente por Israel pero cuyo dueño canadiense tiene vínculos, y aunque de sus siete corredores solo uno tenga nacionalidad israelí. La actitud natural consistirá en mantenerse en pie tras la valla (de momento), brazos al frente, cabeza erguida y ligeramente hacia adelante acompañando al grito. La boca muy abierta, el ceño fruncido. Para detener el genocidio resulta imprescindible la kufiya sobre atuendo informal. Llegado el momento, resultará imprescindible el improperio, el lanzamiento de objetos (vallas, botellas, mecheros), la invasión de la calzada y evitar, por encima de todo, el normal desarrollo de la prueba. Independientemente de destrozos y heridos, la protesta será calificada como «desobediencia civil pacífica» y «acción cívica», porque se tiene la razón. En el lado bueno de la historia (y siempre se está cuando se protesta por lo que se debe protestar y no por otra cosa) nada es violencia. De llegar a serlo, estará justificada: algo habrán hecho, algo habrán dicho o algo habrán pensado. Otras alternativas a contemplar son la retirada de certámenes musicales, las flotillas que partan de Barcelona y recalen en todos los puertos del Mediterráneo asistiendo a festivales y conciertos o las rutas ciclo-nudistas, siempre por la paz.
Llegado en esta forma el sentirse muy bien (la empatía como artefacto de satisfacción propia como fin último y no como sentimiento que espolea a la acción efectiva para el que sufre), es casi seguro que, ante la ausencia de embargo de armas, pero frente a la suspensión de una carrera en Madrid, la excursión en barquito de salesianos 'new age' y un cantante melódico menos en un festival musical, Israel depondrá su actitud. Casi seguro.