Perdigones de plata
Viejos amigos
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Iniciar sesiónSi eres un mequetrefe con ínfulas no parece muy inteligente pelear contra el matón del patio. Si en tu chaladura de lechuguino bocachancla te enzarzas en la batalla, atente a las consecuencias. Tanto en la vida como, demasiadas veces, en la literatura, el romanticismo no ... es sino un calentón pasajero que nubla la sensatez hasta provocar daños irreparables. El romanticismo vindica las tormentas de truenos y relámpagos, los excesos en los enamoramientos que duran lo que una golosina entre las zarpas de un glotón y las pasiones desaforadas de pura pirotecnia que representan el infantilismo más absurdo. Puro estrépito, formidable fanfarria, que se acepta cuando eres un joven sin nada que perder y te dejas arrastrar por tus instintos un tanto cavernícolas porque todavía andas escaso de la veteranía que fertiliza el saludable escepticismo.
Pero la política es una actividad para los mayores, para los que superaron el sarampión juvenil, para los cráneos privilegiados. No abundan demasiados de estos en España. Enfrentarse a los EE.UU en una suerte de revival de aquel penoso «yanquis go home» de los progres que consumían rock, vestían vaqueros y tragaban hamburguesas, supone besar la lona en la trifulca. Ellos son el Imperio, y nosotros, con nuestras descalabradas actitudes, se diría que destilamos el perfume de un fin de raza. De momento, desde Yanquilandia, promocionan el puerto de Tánger–Med, un verdadero coloso, y castigan al de Algeciras. Y ahí duele. Marruecos vuelve a vencernos gracias a su amigo americano mientras nosotros seguimos comiéndonos los mocos en vista de la peligrosísima estulticia de nuestro Gobierno. Cuando lo de Perejil, a Colin Powell se le inflaron las narices y llamó a Marruecos para exigir que firmasen el acuerdo. Y la morisma, aunque a regañadientes, obedeció. Hoy las tornas han cambiado y ya no somos el colega fiable, sino una baratija prescindible. Juan Goytisolo, tan amante del Marruecos donde la democracia no brilla, y tan enemigo de España, estaría encantado. Y eso sí que me jode.
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