Perdigones de plata
La pierna
Iker Jiménez debería de investigar los efluvios ladinos que manan del escaño de Ábalos
Destape integral
Al ralentí
Así como existe todo un universo salpicado por mansiones encantadas que gimen cuando las noches tormentosas mientras sus paredes supuran sangre, lugares malditos preñados de telarañas para que los fantasmas fijos-discontinuos deambulen puntuales frente a los turistas que pagan en busca de emociones fuertes, ... quizá también encontramos escaños en nuestro congreso dotados de poderes paranormales. Parece un escaño vulgar, idéntico a los otros, tan confortable, pero, ay, luego depositas tus posaderas y entonces una energía maligna absorbe tu personalidad y te arrastra hacia la molicie, hacia esa laxitud que provoca un desmayo algo ramplón.
El escaño de Ábalos me temo que segrega vibraciones chungas, de ahí que, cuando se apoltronó sobre él una diputada de ERC, cayó de inmediato bajo las redes acaso de la pereza sensual y por eso se recostó entre gozosa, extasiada y amoluscada (de molusco, digo) como si estuviese en la 'chaise-longue' de su morada contemplando un divertido concierto de Lluís Llach proyectado en su tele local. La pierna la coloca en posición de máxima comodidad. Habíamos visto algún padre de la patria votar con el pie, en ejercicio contorsionista que despertaba nuestra admiración pues igual se entrenaba para trabajar futuras cabriolas en el Circo del Sol, pero lo de la pierna desparramada en escorzo como de tentáculo de cefalópodo es nuevo. He aquí una brillante evolución que conviene valorar. No era ese un pernil ajamonado o amojamado, ni tampoco clásico como el de Cyd Charisse o el de Marlene Dietrich, pero qué importa, era una pierna tan normal como la nuestra. Supongo que naufragamos entre la política emocional-testicular y la política de pantorrilla rebelde. La pierna de una diputada representa todas nuestras piernas sin distinciones autonómicas y así, por fin, entendemos que, en el fondo, en cuanto nos descuidamos todos somos unos 'piernas'. Aunque unos más que otros, que conste. Y don Iker Jiménez debería de investigar los efluvios ladinos que manan del escaño de Ábalos. Vaya que sí.
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